Un subcampeonato y el obligado fervor patriótico

Luis Padilla nos habla este jueves del subcampeonato insular logrado por el CD Tenerife en el año 1936 y del festival patriótico celebrado el 13 de septiembre.

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El Tenerife afrontó 1936 sin Pancho Arencibia, uno de sus referentes. En plena disputa del campeonato insular 35-36, el Atlético Madrid hizo una oferta irrechazable de 35.000 pesetas al club y 1.500 pesetas mensuales al futbolista, convertido así en uno de los jugadores mejor pagados de una plantilla con internacionales como Chacho, Elícegui, Marculeta o el también tinerfeño Ángel Arocha. 

Antes de irse, Arencibia disputó las jornadas iniciales de un campeonato insular reducido a cinco equipos: Tenerife, Unión, Salamanca, Iberia y Cataluña. No figuraba el Hespérides, fijo en las ocho ediciones anteriores. Y tampoco el Cuatro Torres, campeón de Segunda Categoría, que se quedó sin ascenso tras una compleja fase de promoción.

El torneo se redujo a una pugna Unión-Tenerife. Con Arencibia como líder, los blanquiazules debutaron con triunfos ante Cataluña (0-3), Iberia (5-1) y Salamanca (2-5), en los que 'el divino calvo' hizo seis goles. La derrota ante el Unión (2-0) en La Avenida, con tantos de Gabriel Jorge y Quico Tejera, dejó en bandeja el título a los de El Cabo, que también ganarían en la segunda vuelta en el Stadium (1-2) y harían un pleno de ocho victorias en ocho encuentros con un once de lujo: González; Basilio, Elisandro; Mesa II, Cheché, Victoriano; Sosa, Gabriel Jorge, Quico Tejera, Ramón Mesa y Peregrino. El Unión pudo así participar en la Copa de España, donde fue eliminado por el Atlético Tetuán, tras jugar como 'local' en Ceuta.  

Mientras, el Tenerife 'tapaba' la marcha de Arencibia con el fichaje de Domingo 'el Palmero', ariete de un Mensajero que presidía Silvestre Carrillo. Y ya con Domingo se adjudicó la Copa Federación, con dos triunfos [1-2 en La Avenida y 4-2 en el Stadium] ante el Unión y un 'once' compuesto por: Abel; Villa, Ruperto; García, Oche, Cubas; Martinica, Domingo, Chicote, Semán y Luzbel. Con tantos de Domingo y Semán, los blanquiazules también derrotaron a los de El Cabo “en el primer partido nocturno jugado en Canarias”, un 'milagro' que llegó “gracias a 50.000 bujías desparramadas por todo el campo”. Gabriel Jorge (Unión) fue el autor del primer 'gol nocturno' de la historia y se llevó un trofeo conmemorativo del 'invento'.  

Antes, apunta la prensa, se sorteó un mantón de Manila, “que fue para una señorita aún más bella que el mantón”. Eso sí, lo peor para el Unión no fue la derrota, sino que, semanas más tarde, Jorge y Peregrino ficharon por el Tenerife. Y lo peor para todos fue que el 18 de julio se produjo un golpe de Estado que desencadenó la guerra civil. Tenerife, cuna del llamado alzamiento, quedó en 'zona nacional'. A partir de ahí, fútbol hubo poco, aunque el Stadium acogió varios festivales patrióticos como el celebrados el 13 de septiembre de 1936 “a beneficio del ejército y ante la egregia presencia” del general Dolla Lahoz, comandante general de Canarias, en el que la selección de Tenerife se impuso (3-2) a la de Las Palmas. 

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Imagen de Domingo 'el Palmero'

 Tras el desfile de jóvenes balillas “con honda emoción”, las centurias de Falange presentaron a “bellas señoritas representantes de todas las regiones españolas”, siendo aplaudida la canaria Pilar Lecuona Prat. Antes del encuentro, en una exhibición de lucha canaria destacó “un joven de corta estatura pero gran habilidad” conocido como Pancho Camurria y los asistentes [previo pago de cuatro pesetas por las sillas y dos pesetas por las localidades de Sol] asistieron a un choque en el que Rafael Morera, técnico de la selección tinerfeña, alineó a: Cayol; Antonio, Basilio; Mesa II, Arencibia, Cubas; Roig, Ángel Arocha, Chicote, Semán y Peregrino. Chicote, Roig y Arencibia, de gran cabezazo, fueron los autores de los goles locales. 

El partido fue interrumpido en la segunda parte, cuando el 'speaker' de Radio Club Tenerife, Juan Fernaud, anunció “la toma de San Sebastián por el glorioso ejército nacional, entregándose el público a grandes muestras de júbilo”. Era el lenguaje de la época. Y de la guerra.