La trayectoria carnavalera de Alfredo González comenzó en la murga infantil Quinquiñecos, donde durante dos años ejerció como batería, consolidando así su pasión por la percusión y el ambiente murguero. Su evolución natural lo llevó a formar parte de la reconocida murga adulta Zeta Zetas, agrupación en la que permaneció entre cuatro y cinco años, dejando huella con su talento rítmico.
Tras un período de ausencia en el mundo del carnaval, González recibió una llamada especial para reintegrarse temporalmente a Zeta Zetas, esta vez para cubrir la posición de su baterista principal. Posteriormente, tuvo la oportunidad de unirse a Mamelucos, aunque circunstancias laborales lo obligaron a abandonar el proyecto antes de su debut.
Después de varios años alejados de los escenarios, en 2023 hizo su esperado regreso al carnaval de la mano de Trabachones, asumiendo nuevamente el rol de baterista. Para la próxima edición, enfrenta un emocionante desafío: convertirse en el director musical de la agrupación, demostrando así su crecimiento y compromiso con la tradición murguera.
Más allá del mundo festivo, Alfredo González se desempeña como ejecutivo comercial en una multinacional especializada en herramientas y sistemas de fijación, combinando su faceta profesional con su inquebrantable pasión por el carnaval. Su historia refleja el equilibrio perfecto entre responsabilidad laboral y amor por el arte popular.
[PREGUNTA] ¿Cómo surgió la oportunidad de convertirte en director musical de Trabachones?
[RESPUESTA] El año pasado entré como batería, pero siempre me gustó involucrarme más allá: ayudaba con las voces, corregía detalles en los ensayos… La directiva confió en mí y, aunque inicialmente iba a ser un apoyo en el montaje musical, al final asumí la dirección completa. Es un reto, pero tengo el respaldo del grupo y muchas ganas de sacarlo adelante.
¿Crees que las murgas actuales necesitan más humor?
No diría que necesariamente más humor. Las murgas son la voz del pueblo, y para mí lo importante es la crítica social. Si se puede mezclar con humor, perfecto, pero no debe ser lo único. Personalmente, me siento más cómodo con letras de denuncia.
¿Qué le ha faltado a Trabachones en los últimos años para volver a la final?
Es difícil decirlo, porque yo solo llevo un año. Pero creo que hoy las murgas pequeñas compiten con agrupaciones que empiezan a ensayar muy pronto y tienen más recursos. Nosotros mantenemos un ritmo más tradicional, pero trabajamos duro para mejorar. Este año no hemos parado desde que terminó el último Carnaval.
¿Crees que las polémicas por las letras cambiarán el estilo de las murgas?
Lo que ha pasado este año se ha salido de madre. Las murgas no deberían ser vetadas: somos un reflejo de la sociedad. Si algo molesta, es porque hay algo que debatir, no que censurar. Eso sí, siempre con respeto.
¿Qué opinas de la posible ampliación a cuatro fases de concurso y la polémica con las agrupaciones musicales?
Como murguero, entiendo que más fases alargan los concursos y complican la logística para quienes trabajamos. Pero si eso perjudica a otras agrupaciones, prefiero mantener tres fases. Hay que buscar un equilibrio que no perjudique a nadie.
