Veinticuatro años después del cambio de siglo, Canarias ha crecido como pocas regiones de Europa. Lo ha hecho en población, en presión territorial, en colapso de servicios y, sobre todo, en parque móvil. En 2000 vivían en las Islas poco más de 1,7 millones de personas; en 2024 ya son 2.238.754. El Archipiélago ha ganado más de medio millón de habitantes. Pero en ese mismo periodo, el número de vehículos ha subido aún más deprisa: de cerca de 1,2 millones de coches a casi 1,9 millones hoy. Un incremento del 58% frente al 30% de aumento poblacional.
Canarias es, a día de hoy, una comunidad sobre ruedas, pero cada vez más atrapada en ellas. Las cifras son contundentes: por cada mil canarios, hay más de 830 vehículos en circulación. En muchas zonas urbanas de Tenerife y Gran Canaria, el ratio ya se acerca al 1:1, especialmente si se cuentan ciclomotores y furgonetas ligeras. Y eso se nota cada día en las autopistas TF-5 y GC-1, en los accesos a Santa Cruz, Las Palmas o Arrecife, y en el colapso de zonas turísticas como Playa del Inglés, Costa Adeje o Corralejo.
Parque móvil
En los últimos cinco años, Canarias ha batido récords de matriculación pese a los esfuerzos de electrificación. Solo en 2024, se registraron más de 76.000 nuevos vehículos, según datos del ISTAC. Sin embargo, la antigüedad media del parque móvil supera los 14,5 años, una de las más altas del país. Y aunque las matriculaciones de eléctricos crecen, apenas el 6% del parque está electrificado.
El crecimiento del parque móvil no ha ido acompañado del desarrollo de infraestructuras suficientes. Ni nuevas vías, ni sistemas de transporte público capaces de absorber la demanda que genera una región que crece sin pausa. “Hemos convertido el coche en la única opción real de movilidad”, advierte un técnico en planificación territorial consultado por Atlántico Hoy. “Y eso pasa factura en contaminación, estrés urbano, tiempo perdido en atascos y coste económico y medioambiental”.
Las inversiones en transporte público —metroguagua, tranvía, mejoras del Intercambiador de Santa Cruz o ampliación de líneas de guagua— no han logrado aún reducir la dependencia del coche. La congestión en horas punta es ya estructural, y los polígonos industriales o barrios periféricos siguen sin alternativas de movilidad sostenibles o eficientes.
Electrificación, reto pendiente
Canarias cuenta hoy con algo más de 19.000 vehículos eléctricos puros y unos 42.000 híbridos, según datos de la Dirección General de Tráfico. Aunque la electrificación se ha multiplicado por cuatro desde 2020, su peso total sigue siendo bajo.
La falta de puntos de recarga en muchas islas, los precios aún elevados y el retraso en la renovación del parque público y de flotas empresariales han frenado el ritmo de descarbonización. Mientras tanto, el tráfico sigue creciendo, al igual que las emisiones derivadas del transporte por carretera.
Más allá del volante
Este desajuste tiene efectos que trascienden la movilidad. A más coches, más carreteras que mantener, más gasto en señalización, más suelo consumido, más emisiones, más accidentes, más dependencia del petróleo. Y en Canarias, donde la fragmentación insular complica las conexiones interurbanas, todo esto se multiplica.
La economía también lo nota: entre bajas laborales provocadas por estrés o siniestros viales, el impacto sobre el turismo en zonas congestionadas o los costes energéticos de un parque envejecido, el modelo de movilidad arrastra una factura silenciosa, pero millonaria.
¿Y ahora qué?
Especialistas en economía del transporte y sostenibilidad coinciden en el diagnóstico: Canarias necesita un cambio de modelo. Más transporte colectivo, mayores restricciones al coche privado en zonas densas, ayudas más ambiciosas para renovar el parque y una estrategia regional que integre movilidad, urbanismo y sostenibilidad.
La movilidad no es solo un problema técnico, sino un síntoma de modelo de desarrollo. Si las islas crecen sin orden, si el urbanismo se dispersa y el coche es la única alternativa, el futuro se atascará (y no solo en hora punta). Canarias ya ha elegido ser una sociedad en movimiento. Pero si no redefine cómo moverse, terminará sin espacio para hacerlo.
