“No sé cómo la juventud puede escuchar esto” es una frase que se ha repetido a lo largo de la historia más de lo que se puede uno imaginar. A los padres no les gusta la música de sus hijos y eso ha ocurrido en los 70, 80, 90 y la actualidad. Sino que se lo digan a Quevedo y todos los señores que han criticado sus canciones al compararlas con Sabina o Queen.
Pero, ¿por qué se produce esto? ¿Es verdad que los jóvenes tienen mal gusto? ¿La música de antes siempre es mejor? La respuesta se resume en “cabezonería”, “ego” y, cómo no, la brecha generacional, que pasa factura. Así lo explican Teddy Bautista, líder del grupo 'Los Canarios'; Miguel Cedrés, guitarrista de 'Los Coquillos', y el sociólogo Pablo Méndez a Atlántico Hoy.
Cuestión generacional
Los tres coinciden en que se basa en una cuestión generacional y la idea de creer que lo que a uno le gusta siempre es mejor. Así lo expresa, Cedrés, que lo define como “ego generacional”.
Pone como ejemplo la reacción del rock frente a la música disco en los años 70 en EE. UU., o incluso la crítica que él mismo recibió cuando su banda apostó por el pop en un entorno dominado por el heavy metal. “Me acuerdo que muchas críticas en aquella época decían que éramos muy blandos y comerciales”, cuenta el guitarrista.
"Siempre ha sido así"
Esta misma situación la vivió Bautista con su grupo. En una España marcada por el franquismo, la opción de gustar y triunfar les vino caída del silencio con un contrato para ir a Estados Unidos: “Eso cambió todo porque allá llevaban muchos años con el rock, así que llegamos allí y lo que hacíamos era del gusto de la gente, no éramos unos marcianos”.
Para él este rechazo es “lo previsible” porque “siempre ha sido así”. Considera que el panorama actual viene explicado por una desconexión provocada por la rapidez de los cambios culturales: “Hay una evolución que va más rápido que el pensamiento. Ahora, con el rap o el reggaetón, hay un desenganche clarísimo de los mayores con los más jóvenes”.
Pero también apunta a un factor clave: el papel de la industria musical, que dirige su atención hacia el público joven, con una inversión masiva en marketing y redes sociales que potencia géneros como el reguetón. Y pone de ejemplo la “promoción fantástica” de artistas como Quevedo, que “atrajo hasta a gente del extranjero a su concierto en Gran Canaria”.
Códigos culturales
Desde el campo de la sociología, Méndez aporta una visión estructural. “La música es parte del proceso de identificación generacional”, explica. Durante la adolescencia, los jóvenes se definen muchas veces por oposición a sus padres, y la música funciona como uno de esos símbolos de diferencia.
Pero los códigos culturales que acompañan a cada generación no son eternos ni universales, sino específicos de un tiempo y un lugar. Méndez ejemplifica esto con la escena del rock radical vasco de los años 70 y 80, hoy ya desconectada de los códigos de los jóvenes actuales: “Mis sobrinos no se identifican con eso, como tampoco un joven de hoy puede identificarse con el ‘Soy minero’ de Antonio Molina”.
Nostalgia
Además, Méndez señala que hay un componente de nostalgia en el rechazo: “Hay una parte que tiene que ver con el recuerdo de nuestra juventud, y claro, si el recuerdo de tu juventud era un minero, hoy en día ya no hay mineros. Los códigos son siempre diferentes”.
En su opinión, no se trata solo de una crítica estética, sino de una barrera emocional y simbólica: al no compartir los códigos actuales, las generaciones mayores tienden a ver la música nueva como banal o vulgar.
Desconocimiento
Bautista, por su parte, apunta que “en muchos casos el rechazo es más bien ignorancia que un rechazo estético porque a fin de cuentas, casi todos los que tienen cierto éxito y cierta presencia es gente que tiene talento”.
Por lo que el rechazo mucha veces se trata de desconocimiento o falta de interés. Cedrés lo resume en una anécdota con su madre cuando empezó a tocar la guitarra a los 13 años: “Mi madre me decía que estaba harta del ruido del rock and roll… y ahora está orgullosa”.
Apreciar lo nuevo
Más que una guerra de estilos, este fenómeno revela las formas en que los seres humanos se identifican con su tiempo y entorno. Las generaciones mayores no rechazan solo nuevos sonidos, sino también nuevos códigos. Y mientras unos ven banalidad, otros encuentran identidad, emoción y comunidad.
Quizás la clave, como sugiere Cedrés, esté en la escucha atenta de “aprender de cualquier estilo” porque “en Canarias hay una cantera de músicos increíbles”, solo hay que darles una escuchadita y apreciar sin menospreciar.
