Los primos, sobrinos de la primera dama venezolana, Cilia Flores, y que están en una cárcel federal en Nueva York tras ser arrestados en Haití el 10 de noviembre de 2015, deberán cumplir la sentencia en su totalidad.
Fue un proceso en el que la defensa trató sin éxito de anular el juicio impugnando la credibilidad de los testigos, dos informantes de la Agencia Antidrogas estadounidense (DEA), actualmente presos por narcotráfico.
Entre los argumentos que defendió se incluye el uso de armas, que los primos eran líderes de la trama para traficar la droga y que cultivaron conexiones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que había sido designada como grupo terrorista por este país.
La defensa, por su parte, reiteró que debía imponerse el mínimo de diez años y trajo nuevamente a la audiencia sus argumentos de que Campo Flores, de 32 años, y Flores de Freitas, de 31, no tienen antecedentes penales.
Sin embargo, el juez señaló que una condena de 30 años le parecía muy dura, pero también destacó que los ahora convictos se sentían más arrepentidos por el daño que el proceso penal causó a sus familias que por haber quebrado las leyes de Estados Unidos.
También estaba la exesposa de Flores de Freitas, Yessika Contreras, madre de su hijo de nueve años, así como el agente de la DEA que los detuvo en Haití, Sandalio González.
Tras escuchar al juez, los abogados de la defensa pidieron que sus clientes fueran enviados a una prisión de Florida para cumplir su condena por ser un destino más próximo y económico que Nueva York para sus familiares y el juez dijo que lo tomaría en consideración.
Campo Flores, que recordó es abogado, se dirigió en concreto a su esposa, sentada justo detrás de él y quien lloró cuando escuchó a su marido pedirle perdón.
Mientras, Flores de Freitas no pudo evitar el llanto al hablar de su hijo, recordar los momentos difíciles de su infancia, con la muerte de su madre y cuando su padre le expulsó de su hogar a sus 17 años.
De acuerdo con la Fiscalía, la intención de los dos venezolanos era utilizar el hangar presidencial en el aeropuerto Simón Bolívar de Venezuela para sacar la droga desde allí, enviarla a Venezuela, después a Honduras y de allí a Estados Unidos.
A la puerta de tribunal estaban esperando la sentencia varios venezolanos en el exilio, que discreparon con la sentencia porque creen que fue muy baja.
"Hubiera querido que se le aplicara la máxima sentencia, porque los venezolanos pensamos que el régimen Maduro-Chavista debe ser castigado por crímenes y corrupción", dijo a Efe Gloria Requena, que vive en Nueva York desde hace dieciséis años.