Javier González era, durante la primera década de los 2000, un joven con sueños. Mientras se desplazaba a la Facultad de Arquitectura de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) —seguro que con un abrigo para atajar el frío mañanero de Tafira— pensaba en qué le depararía el futuro, pero lo que quizás no se imaginaba es que acabaría al frente de importantes proyectos en China o Dubai. Países donde ha conseguido darle un giro de 180 grados a su profesión.
Después de terminar la carrera y trabajar un tiempo en la isla decidió engrosar su lista de títulos académicos marchándose a Barcelona para estudiar un máster de arquitectura avanzada en fabricación digital. Consiguió echar raíces en una empresa de la ciudad condal, una compañía que con el tiempo decidió abrir en Shanghai. Hacía falta mandar a alguien para allá y, para su sorpresa, él fue la persona elegida.
Plazas y parques
“No me lo pensé dos veces”, afirma en una entrevista concedida a Atlántico Hoy. Sus ansias por salir de la zona de confort lo llevaron a liderar proyectos como representante de 100 Architects en Asia, un lugar donde la labor llevada a cabo por su equipo ha dejado una huella imborrable en la forma de entender la arquitectura. Su principal batalla es conseguir que la gente deje las pantallas por un momento y vuelva a interactuar en las plazas o en los parques.
Cualquier espacio urbano es propenso a reinventarse si cumple con las características adecuadas. La compañía de la que González es arquitecto jefe presentó en octubre de 2023 el proyecto Rich Bridge, una iniciativa que pretende convertir la calzada en un lugar más amigable para quienes se desplazan por ella. Lo llamativo es que como su propio nombre indica —en inglés— se desarrolla sobre un puente.
Formas inesperadas
Está ubicado en Sijing Ciudad Antigua (Shanghai) y suma ocho cápsulas que sirven como centros para el ocio y la interacción social. En la compañía donde trabaja el canario lo denominan hiperestimulación: “Para poder competir con lo que a diario nos topamos en redes sociales, proponemos estos espacios que son casi como encontrarse dentro de un vídeojuego. El propósito es captar a las personas a través de los colores o el uso de formas inesperadas.
“Siempre nos gusta decir que nuestros proyectos no son para ser observados, sino que sirven para ser usados. Queremos que la gente salte encima de ellos, juegue, interactúe, se reúna. Nos encanta ver también como muchas veces los niños pequeños los utilizan de formas que nosotros durante el proceso de diseño nunca preveímos”, prosigue.
Barcelona o Londres
Aunque la mayor parte de su faena la desarrolla en Asia, cuentan con encargos en Europa —Barcelona o Londres son algunos ejemplos— que han culminado con la satisfacción de los clientes finales. González subraya que en el viejo continente las nuevas generaciones se encierran cada vez más y pasan la mayor parte de su tiempo detrás de una pantalla. Quizás, apunta, en Canarias ocurre menos por el buen clima.
La temperatura agradable que el Archipiélago presume de tener todo el año podría ser el motor ideal para que se apostara por una de las infraestructuras que 100 Architects levantó hace año y medio en Abu Dhabi (Dubai): el Wandering Pools. Consiste en un prototipo que cuenta con piscinas flotantes móviles frente a la costa. Tiene la posibilidad de deambular por diferentes lugares populares de la ciudad.
Disfrutar del buen clima
El isleño deja claro que no sería descabellado montarlo en el Archipiélago. Eso sí, con matices porque está diseñado para Oriente Medio desde el punto de vista visual y arquitectónico. “Podría estar perfectamente en el Muelle Deportivo de Las Palmas y ser una zona de ocio donde a la gente le encantaría ir a tomarse una copa”, afirma.
Aclara que desde el punto de vista de la sostenibilidad no lo ve como una amenaza para la biosfera de las Islas dado que el sistema constructivo planteado es solo un pantalán flotante donde habría personas sobre él pasándolo bien, disfrutando del buen clima y dándose un baño en la piscina natural o directamente en el mar.
Proyectos en Canarias
Pone sobre la mesa que han tenido “bastantes oportunidades” de llevar a cabo proyectos en el Archipiélago. La última vez que visitó las Islas se reunió con técnicos de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias porque en el Ejecutivo contaban con subvenciones europeas para reformar colegios e institutos públicos. “Estuvimos hablando de la posibilidad de participar porque venían siguiendo nuestro trabajo desde hace tiempo”, relata.
El problema está en que desde entonces no sabe “en qué habrá quedado la cosa”. “Habría posibilidad de hacer cosas impresionantes en Canarias que muchas veces se quedan en el tintero porque las propias autoridades no promueven estos proyectos”, exclama al otro lado de la pantalla. Detrás de él, unos ventanales dejan ver cómo la noche se ha apoderado del cielo China mientras en el Archipiélago aún no ha llegado la hora de almorzar.
Diferencias culturales
El huso horario no es la única gran diferencia entre ambos territorios. González detalla que en el Archipiélago —al igual que en España y en el resto de Europa— existe un problema con la normativa urbanística “que limita mucho el impacto y el talento del arquitecto porque está todo superpredeterminado”, apostilla.
“Sin embargo, desde que estoy en Asia me he encontrado con esa puerta abierta a la exploración, a la innovación, a que el arquitecto pueda, sin tantas ataduras legales, proponer mejoras en el entorno urbano o en la edificación”, prosigue. El poder de inversión de ambos territorios también es distinto, pero admite que no tiene inconvenientes en mostrarse flexible porque es consciente de las diferencias que puede haber en los diferentes lugares.
Espacios públicos
Adaptar el entorno de las zonas residenciales a espacios públicos adecuados es quizás una de las mayores asignaturas pendientes en occidente. En Asia, por el contrario, “se toman el espacio público como la carta de presentación perfecta para poder vender las viviendas”. “Nos pasan reportes sobre que las ventas de los comercios cercanos aumentan”, añade.
González destaca que cuando llegó a China el primer shock cultural fue duro. Lo más complicado para él resultó ser las barreras del idioma y la alimentación. “Al principio no podía ni ver la comida china, pero después de 12 años la amo y he aprendido a apreciarla”, dice. “Uno se va adaptando”, apostilla.
"Es muy fascinante"
“Luego también la forma en la que se hacen negocios es muy fascinante de ver. La forma que tienen de relacionarse entre ellos, son bastante duros a la hora de negociar, pero siempre mantienen cierto respeto. Son cosas que yo me llevaré conmigo para siempre una vez que me vaya de aquí”, reflexiona.
Para el canario, llegar a China “fue como coger un cohete y aterrizar en otro planeta”. Pero quién sabe si algún día la nave despega de vuelta al Archipiélago que lo vio nacer, crecer y volar. El arquitecto, al menos, lo tiene claro: “A mí me encantaría, hacer algo en mi tierra sería un sueño”.
