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Junior Joel Payán, de 27 años, y John Fran Valencia, de 38, trabajan a través de la empresa de inserción laboral de Asociación Incluye / ATLÁNTICO HOY

Joel, joven migrante en Canarias: “Los jefes se aprovechan mucho cuando eres irregular”

Tanto Joel como John se han formado y trabajan a través de la empresa de inserción laboral de la Asociación Incluye, que tiene como objetivo acompañar de manera integral a las personas migrantes

A las puertas del Convento de Las Dominicas, en Teror, al sonido de los pájaros y la naturaleza se le suman el sonido de herramientas, plantas recién podadas y visitas que llegan y van. Entre las paredes y jardines conviven historias que se están reescribiendo. Dos de esas historias son la de Junior Joel Payán, de 27 años, y John Fran Valencia, de 38, ambos colombianos. 

Los dos forman parte de una empresa de inserción laboral promovida por la Asociación Incluye. El objetivo de la entidad es ofrecer un empleo real, formación y acompañamiento integral a personas migrantes y vulnerables para que puedan incorporarse más adelante al mercado laboral ordinario. 

Explotación laboral

Joel llegó a Gran Canaria en 2019, con 21 años. En aquel momento, vivió durante seis meses con una amiga y su madre, conocidas de Colombia. “Luego conseguí trabajo en una frutería, pero claro, de forma irregular”, cuenta el joven. Eso le permitió mudarse a una habitación, en un piso compartido. 

No obstante, “era un trabajo muy explotador; los jefes se aprovechan mucho cuando se trata de una persona en situación irregular”, expone. Trabajar muchas horas sin descanso, sueldos precarios, entre otros aspectos son lo que caracteriza estas situaciones. Ante eso, después de seis meses, dejó el trabajo y permaneció en la habitación alquilada el tiempo que le duró el dinero ahorrado. 

Procesos burocráticos

Tras pasar un año y medio en una casa de acogida, le hablaron de Asociación Incluye y comenzó a participar en talleres formativos, desde poda, hormigón impreso y pintura. Allí fue donde su historia empezó a tomar otra forma. “Así nos pudimos conocer, les conté mi situación y se ofrecieron a ayudarme”, apunta Joel. 

Aunque la burocracia siempre está pendiente para complicar todo… “Me aconsejaron esperar a que cumpliera tres años en la isla para hacerme un precontrato y presentarlo para el arraigo social”, recuerda. El procedimiento avanzó, pero cuando recibió la resolución se encontró con una traba inesperada: no podía obtener el DARDE, el documento que acredita la inscripción en el Servicio Canario de Empleo, requisito imprescindible para poder ser contratado por la empresa de inserción. “Todo se retrasó un año”, cuenta. 

Joel en su puesto de trabajo como recepcionista en el Convento de Las Dominicas a través de la empresa de inserción / ATLÁNTICO HOY

Planes de futuro

Después del embrollo administrativo, pudo acceder al contrato de inserción. A día de hoy se encarga de la gestión del alojamiento y la recepción de grupos en el convento: “Entre miércoles y jueves gestiono los correos de las peticiones de estancia, encargos de pedidos del alojamiento, entre otras tareas. Los viernes recibo a los grupos y les hago el check in. Y también estoy para hacer las visitas guiadas los fines de semana.”

Este contrato puede durar un máximo de tres años, por lo que ya se plantea sus próximos pasos a corto plazo. “Recientemente me matriculé para hacer las pruebas de acceso a grado superior con la intención de seguir estudiando informática, que fue lo que estudié en Colombia”, pues, a pesar de contar el título, la homologación tarda y es costosa. Con su actual trabajo y planes académicos, mantiene la mirada puesta en lo que se viene. 

Formación y empleo

En el caso de John, él llegó a Canarias hace dos años y lleva uno de ellos trabajando en la empresa de inserción, a la que le agradece la oportunidad “y poder tener así un sustento para mi familia”. 

Durante este tiempo se ha formado en distintos oficios: “He hecho cursos desde prevención de riesgos laborales, jardinería, albañilería, electricidad… Todo ello con el acompañamiento de la empresa”, así como “conocer las costumbres y forma de trabajar el campo acá — una de sus pasiones —, que es diferente a Colombia”, además de conocer a personas tanto de Canarias como marroquíes, malienses y senegaleses a través de encuentro socioculturales. A día de hoy realiza labores de jardinería en el convento, “desde mantenimiento a recogida de basura, para que todo se vea bien cuidadito”. 

John realizando sus labores de jardinería en el Convenio de Las Dominicas / ATLÁNTICO HOY

Reunión familiar

Las dificultades burocráticas de John se presentaron ante la negativa de asilo tras presentar la solicitud. Entre su afán de entender y el acompañamiento de la Asociación, tiene su permiso de trabajo y sigue a la espera de poder afianzar su documentación. En todo este proceso ya se ha podido reunir con su familia en la isla. “Pude traermelas hace tan solo dos semanas y mis dos hijas ya han empezado el colegio”, expresa contento. 

El trabajo, explica, ha sido clave para acceder a vivienda y estabilidad. “Tener empleo a través de la empresa de inserción también me ha brindado la oportunidad de acceder a un alquiler porque para todo piden una nómina o un contrato de trabajo”, agradece. 

Inserción laboral

La Asociación Incluye nació hace cinco años para impulsar empresas de inserción en Gran Canaria y poder contribuir en la mejora de la vida de personas como Joel y John. “Las empresas de inserción son estructuras de tránsito en la economía social. La gente trabaja con nosotros un máximo de tres años y después van al mercado ordinario”, explica Nieves Ramos, coordinadora del Espacio Sostenible Verode, en el Convento de Las Dominicas en Teror. 

El proceso incluye acompañamiento social, formación técnica, aprendizaje del idioma, apoyo para acceder a vivienda y orientación laboral. “En función de cada persona se establece un itinerario”, expone Ramos, indicando que ahora mismo tiene a cuatro personas contratadas y preparan a otras para incorporarse desde que sea posible. 

Aquí, la inserción no es un trámite laboral. Es una segunda oportunidad que se construye día a día. Para Joel y John, el empleo con la Asociación Incluye no es un destino final, sino un punto de partida.