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La musicóloga feminista, Laura Viñuela / CEDIDA

Laura Viñuela: “No es el reguetón, siempre ha habido canciones que romantizan la prostitución"

La musicóloga feminista dará una charla sobre la música urbana y la explotación sexual de las mujeres dentro de las Jornadas de Sensibilización que se celebrarán en Las Palmas de Gran Canaria

Las Palmas de Gran Canaria se convertirá los próximos 22, 23 y 24 de septiembre de 2025 en un espacio de reflexión y análisis con motivo de las Jornadas de Sensibilización contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres: La Prostitución en la Cultura. Este encuentro tiene como objetivo visibilizar cómo la cultura ha contribuido históricamente a normalizar y romantizar la prostitución, invitando al debate sobre los mensajes que la sociedad reproduce y consume.

En este contexto, la musicóloga, feminista y especialista en coeducación Laura Viñuela impartirá la charla ‘Jodida y radiante: la romantización de la prostitución en la música urbana’. Durante su intervención, Viñuela reflexionará sobre cómo determinados discursos musicales, especialmente en géneros urbanos como el reguetón o el trap, contribuyen a invisibilizar la explotación sexual y a perpetuar estereotipos sobre la sexualidad femenina, al tiempo que abren un espacio de debate sobre empoderamiento y conciencia social.

Invisibilizar la realidad 

[Pregunta] En su charla parte de la idea de que la música urbana está romantizando la prostitución. ¿Cómo se da ese proceso en las letras o en los videoclips? ¿Cómo contribuye a invisibilizar o incluso a embellecer la realidad de la explotación sexual?

[Respuesta] Es un proceso que se hace en dos capas. Por un lado, todo el discurso que se genera desde la música alrededor de la sexualidad y la explotación sexual de las mujeres invisibiliza la realidad. Se crea una especie de relato poético que tapa lo que realmente supone. Por otro, la figura de la prostituta se usa como un arquetipo, como un personaje que sirve al propósito creativo del artista, pero sin hablar de mujeres reales. Eso cosifica, aparta a los cuerpos de esas mujeres, y quien escucha se suma a ese efecto. No es que la música tenga la culpa, pero sí contribuye a esta forma social de no querer ver lo que está pasando.

Los jóvenes escuchan sobre todo reguetón y trap. ¿Cree que tienen normalizada esa explotación sexual? ¿La perciben o no?

Esto viene de mucho más atrás. No es un fenómeno exclusivo del trap o el reguetón. Ya desde los años 50 o 60 encontramos ese discurso de sexo, drogas y rock and roll que hemos escuchado muchas juventudes. No es un problema específico de la juventud actual. Además, cuando eres joven, no lo percibes porque estás construyendo tu visión del mundo, y la música popular se consume como entretenimiento, sin filtros ni reflexión, pensamos que no importa ni habla de nada real. No se piensa en ello porque la propia sociedad también invisibiliza la explotación sexual. Si viviéramos en una sociedad muy consciente de ese problema, la música funcionaría de otra manera. No es una causalidad directa de “como escuchan esto, la juventud está fatal”. Esta música existe desde hace mucho, la escuchan también los adultos y la hemos escuchado generaciones atrás, porque vivimos en un mundo patriarcal. Es la pescadilla que se muerde la cola.

No hay que criminalizar 

Muchas veces parece que se criminalizan ciertos géneros musicales, cuando en realidad ya existían canciones de Sabina, de los Stones o de Guns N’ Roses que romantizaban la prostitución o normalizaban el acoso. ¿Qué opina?

Totalmente. No hay nada nuevo en el discurso del reguetón o el trap. Ha cambiado la forma y los códigos, pero el fondo es el mismo que en los clásicos del rock o en muchos cantautores. Criminalizar a la juventud por sus gustos musicales es una forma de quitarnos responsabilidad los adultos. La juventud llega al mundo que le hemos dejado, no lo han creado ellos. No les echemos la culpa. Pensemos mejor en cómo hemos hecho las cosas las generaciones anteriores para que todavía hoy sigamos escuchando este discurso. No nos quitemos responsabilidad, ni les pongamos a ellos la de construir un mundo nuevo cuando nosotros tampoco hemos podido.

 

Dentro de la música urbana también hay discursos que hablan de empoderamiento. ¿Dónde está la línea entre empoderar la sexualidad y perpetuar la explotación?

Esa es la pregunta del millón. Es muy difícil pensar en una sexualidad femenina empoderada en un mundo patriarcal. Para las artistas supone un trabajo interno enorme de reflexión sobre contradicciones. Hay un libro muy interesante de la argentina Cazzu, Perreo, que habla justo de eso: cómo usar códigos cosificadores sin caer en reproducirlos. No tiene solución sencilla. Lo importante es generar espacios de conciencia y reflexión. La música muchas veces es disfrute inmediato, no te vas a poner a hacer un análisis teórico letra por letra. La música no es el problema: es un síntoma, un lugar donde se debate el problema. También es una oportunidad, porque nos habla del mundo en que vivimos.

Reflexionar sobre ello 

¿Cómo se puede contrarrestar desde la educación, la cultura o los movimientos feministas esta romantización de la prostitución en la música?

Con pedagogía. Tomar la música como algo que merece ser analizado en serio. En mis clases con adolescentes funciona muy bien: a partir de canciones puedes abrir debates sobre explotación sexual, consentimiento, libertad… cosas que también son difíciles de hablar en la sociedad adulta. También es clave que desde la propia música se abran reflexiones, como en el caso de artistas feministas como ha hecho Cazzu o incluso de músicos cuestionados por su machismo. A Sabina, por ejemplo, nunca se le ha cuestionado porque se le considera “poeta”, mientras que al reguetón sí. Que sí, que puedes escuchar a Sabina, no pasa nada. Pero sepamos lo que estamos escuchando y no nos hagamos los tontos.

¿Puede citar ejemplos de artistas que estén planteando discursos diferentes dentro de la música urbana o en otros géneros?

Es más difícil porque suelen ser más minoritarios. Pero, ya que me voy a Canarias, siempre cito a las Knarias, pioneras del reguetón en España, que siempre han lanzado un mensaje muy visto desde las mujeres y desde el feminismo sobre poner límites y tener una voz propia. También Ivy Queen, que es un clásico absoluto del reguetón, con Quiero bailar. En España, Cristina Rosenvinge rompió muchos moldes con la manera en que trató estos temas. En Asturias, grupos como Pauline en la playa o Undershakers también trabajaron desde otra perspectiva. Y aunque no sean canciones de reivindicación directa, el enfoque de Cazzu va por ahí. Incluso de canciones de Maluma o Bad Bunny se puede hacer una lectura feminista según cómo se interprete. No es cuestión de decir “este sí, este no”, porque la música es más complicada que eso. A veces hasta canciones que se pretenden feministas, como Déjala que baile, acaban resultando paternalistas.