Durante todo el año, los aeropuertos del archipiélago reciben una oleada de turistas en busca de sol, descanso y algo de fiesta. Muchos de ellos llegan desde Reino Unido, donde el clima gris y la rutina laboral parecen empujar a más de uno a desconectar sin medida. Pero lo que empieza como unas vacaciones soñadas, a veces, acaba en urgencias.
En Canarias —y en el resto de España—, crece la preocupación por un fenómeno que no es nuevo, pero sí cada vez más visible: el turismo de borrachera. Un problema que no solo afecta a la convivencia, sino también a los recursos sanitarios y la imagen del destino.
Más barato que en casa
Según declaraciones recogidas por el diario Metro, Zoe Adjey, profesora de la Universidad de Londres, señala que el detonante está claro: el precio del alcohol en España. “Emborracharse es mucho más fácil aquí que en Reino Unido”, afirma. Y no solo por el coste, sino también por la oferta.
Mientras que en Reino Unido una persona ebria puede ser expulsada de un local, en el extranjero —especialmente en zonas turísticas— esas restricciones son más laxas. Y las consecuencias no tardan en aparecer: vómitos, deshidrataciones, huesos rotos, peleas o comportamientos peligrosos en plena vía pública.
Calles como zonas de guerra
La propia Adjey asegura que, en zonas de playa, los servicios de emergencia se convierten los fines de semana en “zonas de guerra”. En algunos destinos turísticos europeos ya se instalan incluso equipos paramédicos en las calles para atender los excesos del alcohol antes de que lleguen al hospital.
Canarias no es ajena a esta realidad. En islas como Gran Canaria, las autoridades ya han tomado medidas. Las multas por altercados o faltas leves pueden alcanzar los 2.900 euros, incluyendo actos como mantener relaciones sexuales en público o recoger conchas de la playa.
Un fenómeno psicológico
Pero ¿por qué ocurre esto? La respuesta puede estar también en el plano emocional. Georgina Sturmer, consejera de la Asociación Británica de Psicoterapia, señala en el mismo medio de comunicación que muchos turistas llegan con la necesidad de "liberarse". “Las vidas laborales son estresantes y ya no sabemos desconectar. Las vacaciones parecen el único escape real”, explica.
Esa necesidad de evasión se mezcla con una falsa sensación de impunidad: “Sentimos que podemos hacer lo que queramos, pero todo se puede grabar, compartir y volver en nuestra contra”. Lo que ocurre en vacaciones, ya no siempre se queda en vacaciones.
Medidas
Para frenar esta deriva, algunas zonas turísticas han comenzado a limitar el todo incluido a seis bebidas alcohólicas por persona. Se trata de una medida simbólica, pero que busca poner freno al turismo incívico, que empaña el esfuerzo de años por posicionar a Canarias como un destino sostenible y de calidad.
Porque si algo tiene este archipiélago es que ofrece mucho más que barra libre: paisajes volcánicos, cultura, gastronomía y paz, que merecen ser respetados.
