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Sociedad

Patricia Guerra, la medallista olímpica que se convirtió en el referente femenino que nunca tuvo

La deportista grancanaria ganó su primera medalla olímpica en Barcelona 1992 y se conviritió en la primera mujer en conseguirla en el deporte de vela

Irene Cartaya / Luna Moya Silva

3 minutos

Patricia Guerra cuando ganó la medalla de oro en vela en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y en la actualidad. /Cedida

Patricia Guerra dice que no se siente un referente deportivo, pero cómo no serlo si junto con Theresa Zabell se convirtió en la primera mujer y deportista canaria en conseguir una medalla de oro en vela en los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992. Cuando comenzó a practicar este deporte, a la temprana edad de 11 años, y lo continuó haciendo durante toda su adolescencia, Guerra miraba con admiración a los grandes regatistas canarios de aquel entonces. Luis Doreste, Roberto Molina o Joaquín Blanco son nombres que no duda en mencionar cuando hablamos de admiración. “No te nombro a ninguna mujer”, suspira, “porque las categorías femeninas no aparecen hasta Seúl en el 88, aunque yo practicaba con muchas amigas y grandes regatistas”. 

Quién le diría a esa chica de 15 años que eligió la vela por encima de otros deportes que también amaba —como el baloncesto o el atletismo— que la que se convertiría en un referente sería ella

Patricia Guerra y Theresa Zabell cuando ganaron la medalla de oro en los Juegos Olímpicos del 92. /EFE

De pasarlo bien a una medalla olímpica

Patricia Guerra fue miembro del equipo olímpico español de vela entre 1985 y 1994. En su palmarés está la medalla de oro de la Real Orden al Mérito Deportivo, la medalla de oro de Canarias, el campeonato de España, de Europa, del Mundo, de los Juegos del Mediterráneo. Y, como no, el oro olímpico.  

La Escuela de Vela de Puerto Rico y el Real Club Naútico de Gran Canaria se convirtieron en el punto de partida de Guerra. “Al principio, cuando eres joven, empiezas un poco por el ambiente que tienes con los compañeros. Iba a practicar vela los fines de semana en el club Naútico con un grupo enorme de amigos, se trataba de compaginar el deporte con pasarlo bien, ese era mi objetivo al principio”. Pero la competitividad estaba no solo en ella sino también en sus compañeros, “nos divertía navegar pero también nos gustaba hacer buenos resultados, éramos un grupo muy competitivo”, ríe mientras recuerda los viajes a la Península, las regatas, las competiciones…

Destino: Seúl 1988

Como cualquier duda que le surge a una joven que acaba de finalizar el instituto, a Guerra le llegó el momento de decidir qué hacer con su futuro, qué carrera estudiar y dónde. Se mudó a Barcelona a estudiar derecho y “ahí pensé que mi carrera deportiva a nivel más serio había acabado”, explica. Pero —llamémoslo astros, universo, destino o suerte— tras los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 empezó un movimiento dentro del Comité Olímpico Internacional para igualar las plazas femeninas con las masculinas en el deporte. “Se decidió que el 470 femenino iba a ser olímpico y, aunque cuando eres joven no se te pasa por la cabeza el hecho de no tener un hueco para competir”, Guerra contactó con su amiga Mimi González que estaba en Las Palmas de Gran Canaria. “Y dijimos que lo íbamos a intentar porque sentimos que era nuestro momento”. 

Juntas compiten y logran clasificarse para los Juegos Olímpicos de Seúl, convirtiéndose en la primera tripulación femenina española en participar en unos juegos en este deporte. Lograrían el décimo puesto y la experiencia de participar en sus primeras Olimpiadas fue, como ella misma explica, “una alegría inmensa porque fueron años de darlo todo, dejar estudios y enfocarnos en nuestro objetivo”. 

Patricia Guerra, en primer plano, junto a Teresa Zabell durante una regata de los Juegos de Barcelona 92. /Cedida

Y después de Seúl… Barcelona

“Luego fue Barcelona la que comenzó a prepararse para acoger unos Juegos Olímpicos. Era una locura, estaba todo en ebullición y a mí me apetecía muchísimo volver a competir”, afirma la campeona. Y esta vez lo hizo de la mano de Theresa Zabell. Se unió a ella para formar una tripulación y estuvieron preparándose los tres años restantes del ciclo olímpico para poder conseguir el ansiado premio. “Fueron unos años muy bonitos, ganamos muchas regatas, un campeonato del mundo, de Europa, los Juegos del Meditarráneo”. La pareja era una de las grandes esperanzas de medalla para España y, aunque no duda en afirmar lo estresante de aquellos tiempos y la responsabilidad que sentían, “al final lo conseguimos”

“La verdad es que no me considero un referente”, vuelve a repetir Guerra. Pero fue ella la que, junto a sus compañeras de viaje, llegó al podio más alto al que un deportista puede aspirar. “Pero si puedo ser referente me alegro muchísimo y espero que todas las mujeres luchen por lo que quieren conseguir y a donde quieren llegar, que nada se les ponga por medio”.