En las últimas semanas, algunos medios de comunicación españoles han dedicado especial tiempo de su programación a abordar la teoría de que la Tierra es plana. Más allá de las explicaciones que motiven esta presencia comunicativa, las pseudociencias han encontrado comodidad en las nuevas formas de comunicación social.
El avance de estos mensajes a través de las redes sociales, medios de comunicación o plataformas streaming plantea debates como la regulación o prohibición, pero especialmente recupera la discusión acerca de cómo la ciencia debe afrontar estos cuestionamientos y especialmente qué papel debe jugar la educación.
Aunque un repaso por redes sociales o medios de comunicación pudiera hacer pensar que las pseudociencias están en auge, la realidad es que el porcentaje de personas escépticas no ha aumentado. Así lo ve el profesor en Derecho, codirector del Aula Cultural de Divulgación Científica y experto en pseudociencias, Luis Capote.
No es auge
“Estos planteamientos han existido siempre y el porcentaje de personas que las cree o que las defiende ha sido siempre el mismo”, apunta. Según su punto de vista no hay mucha diferencia de porcentaje entre quienes siguen una teoría geocéntrica del Cosmos del año 2000 a 2025. Él sitúa que la cifra ronda el 20%; “el factor diferencial es que ahora tenemos redes sociales”.
La pandemia fue el contexto perfecto para ver cómo el ecosistema de las redes sociales hacía mover los mensajes más críticos con el criterio científico. No solo a través de la mensajería sino también de la creación de contenido.
Una cacofonía virtual
La democratización de la información que ha traído internet permite que cualquiera pueda tener un canal de Youtube, Twitch, Spotify o Ivoox y transmita los mensajes que quiera dentro de sus políticas. Luego entra en juego la viralidad y a veces, en un afán de generar debate, los medios de comunicación expanden los mensajes.
Este escenario genera una “cacofonía” dentro de todo el ruido de las pseudociencias, pero no implica un auge, evalúa el experto. “No es que de repente la gente haya empezado a creer más cosas que estaban superadas, porque muchos aspectos no estaban superados”, apunta. Un ejemplo de ello es que todavía hay enseñanzas basadas en el Génesis.
Las creencias
Si se quiere abordar el debate de las pseudociencias, el experto avisa que hay que adentrarse en lo individual, es decir, en las creencias de cada individuo.
Pone de ejemplo que el tarot y la astrología siguen presentes en la programación de ciertas cadenas, pese a que “se supone que es algo que debería estar superado desde largo tiempo, sin embargo hay gente que cree y que consume esos servicios”.
La prohibición de este tipo de creencias no es el camino que Capote crea que haya que afrontar. “La experiencia que tenemos es que cuando se han prohibido, eso no ha hecho a la población más inmune o más crítica, sino que la ha mantenido inerme ante una explosión”.
Prohibir no hace inmune
El ejemplo más claro se dio durante la dictadura de Franco. Entonces todo lo relacionado con la parapsicología, como los platillos volantes o los fantasmas, estaban prohibidas. Lo estaban por ser contrarias a la doctrina de la religión oficial, el Catolicismo.
“Cuando se levanta la barrera existe una idea de que todo lo que ha venido de la dictadura es malo y todo lo que estaba prohibido es bueno y en los años 70 hay una explosión de avistamientos de ovnis y surgen cosas particulares como la Iglesia del Palmar de Troya, es decir, que tienes una población que no tiene un sistema inmune desarrollado”, explica
Para el experto la propuesta de prohibir “puede tener un efecto adverso” y puede abrir la puerta al control del pensamiento. “Yo tengo una política: yo reivindico el legítimo derecho a equivocarme. El libre albedrío trae consigo que tú tengas una capacidad de elección y que con base a ello tú metas la pata”, ha apuntado el experto que recuerda que también aprendemos de nuestros errores.
La balanza del debate
Se plantea entonces otro debate, que es equiparar en un mismo debate el mundo de las creencias con el mundo del conocimiento científico. En los medios de comunicación se suele dar de forma habitual esa igualación entre las partes que, en ocasiones, es criticada por el mundo científico.
Si bien Capote apunta que “en determinados medios de comunicación lo que importa es el espectáculo” y que hay varios aspectos pautados, el fondo de todo es que “en el ámbito del debate tú puedes contrarrestar los planteamientos que vienen de un ámbito con pruebas”.
Desde la superioridad
Ahí se suma una parte fundamental que es la capacidad de divulgación de los científicos, y es que no hay que olvidar que la divulgación es una parte fundamental en el conocimiento científico, “aunque sea su pariente pobre y prostituida”.
Un problema que ve Capote a la hora de afrontar este tipo de debates es la superioridad moral con la que lo afronta la ciencia. Desde su punto de vista, el ámbito de la divulgación, del pensamiento crítico, tiene un problema a la hora de encarar los debates, que es convencer a través de un mecanismo agresivo. Tal y como plantea el carácter despreciativo, el insulto, el señalar, reírse o el fenómeno de acoso en redes sociales, afecta a todas las partes del debate.
Como se divulga
Pero hay una parte un poco más compleja cuando se propone una discusión y es que la divulgación del conocimiento científico se ha centrado en muchas ocasiones en criterios de autoridad, cuando en realidad “la ciencia es muy especulativa y los cambios de paradigma son constantes”.
La raíz de todo este planteamiento es la educación. “La educación no solamente es la educación reglada sino la forma en la que la gente puede seguir formándose el resto de su vida”, apunta. Por ello él se pregunta si los sistemas de estudios actuales enseñan a las personas a pensar por sí mismos y a tener un criterio de búsqueda de información.
“Es un problema de ir a la realidad de la cuestión y luego asumir que en la medida en la decisión que tome cada persona no perjudique a la gente de su entorno es libre de pensar lo que quiera”, señala. A esto añade que manifestar una posición en un altavoz público conlleva asumir que existe la libertad para que la gente cuestione, critique y rebata.
Al final la divulgación no deja de ser ese intento de Galileo por que el cardenal Belarmino mire a través del telescopio y compruebe él mismo su teoría.
