Rosa María Calaf (Barcelona, 1945) es uno de los grandes referentes del periodismo español. Durante tres décadas fue corresponsal de TVE en medio mundo, desde Nueva York a Pekín, narrando guerras, transiciones políticas y desastres con una mirada siempre cercana a la gente común. Pionera en el periodismo bélico en España, rompió barreras en una profesión entonces reservada a los hombres y se convirtió en ejemplo para generaciones de periodistas.
Este año ha recibido el Premio Charter 100 Canarias 2025, un reconocimiento a su trayectoria y a su defensa de un periodismo con conciencia, comprometido con los derechos humanos y con la ciudadanía. Desde la experiencia y la serenidad, Calaf sigue levantando la voz para alertar sobre los riesgos de la desinformación, el auge de los populismos y los desafíos que afronta la profesión en plena revolución tecnológica.
En esta conversación con Atlántico Hoy, repasa el significado de este premio, los avances y retos de las mujeres en el periodismo, el impacto de la inteligencia artificial y la importancia de defender un oficio que considera más necesario que nunca.
[Pregunta] ¿Qué significa para usted recibir el Premio Charter 100 Canarias 2025 en este momento de su trayectoria?
[Respuesta] Es muy importante porque los premios siempre son una satisfacción, pero lo esencial es que reconozcan el valor social de tu trabajo. Y en este caso proviene de una entidad de la sociedad civil, de mujeres empresarias que tampoco lo han tenido fácil. Que ellas valoren que tu labor ha sido útil es lo máximo a lo que un periodista puede aspirar: servir a la sociedad. Estoy muy agradecida.
Fue pionera del periodismo bélico en España, rompiendo estereotipos en un ámbito tradicionalmente masculino. ¿Qué dificultades recuerda de aquella etapa?
La primera dificultad era entrar, porque directamente no se suponía que tuvieras la capacidad ni siquiera el derecho a estar en esos espacios. Luego venía demostrar constantemente que eras capaz, y finalmente conseguir que te asignaran los mismos temas que a tus compañeros. Había que pelear cada minuto. Tuve la suerte de contar con una dirección y unos compañeros en TVE Barcelona que me apoyaron, pero al dar el salto internacional los problemas fueron los mismos que han sufrido tantas mujeres: se consideraba que esos escenarios no eran “para chicas”.
¿Qué cree que ha cambiado realmente para las mujeres periodistas desde entonces y qué sigue igual en las redacciones?
Ha cambiado mucho el acceso: hoy hay más mujeres que hombres en las facultades de periodismo y en las redacciones. Eso es fundamental, porque demuestra que somos igual de capaces. Pero el gran reto sigue siendo que se entienda que esto no es “contra” nadie, sino a favor de toda la sociedad. Aún cuesta llegar a los puestos de decisión, sigue existiendo resistencia en la jerarquía y en la opinión. No se trata de que las mujeres seamos mejores o peores, se trata de que toda la sociedad se beneficie del talento y el esfuerzo de toda su población.
P. Usted ha cubierto conflictos y transiciones políticas. Con la situación actual en Ucrania, Oriente Medio, Gaza, y el auge de la ultraderecha en Europa, ¿qué le preocupa más como periodista y como ciudadana?
Me preocupa sobre todo la desinformación. Una sociedad mal informada es una sociedad muy vulnerable y manipulable. Se está trabajando más en desinformar que en informar, en debilitar la educación y en destruir el sentido crítico. Eso abre la puerta a líderes autoritarios que llegan al poder por las urnas con el objetivo de destruir la democracia desde dentro. Estamos en un dilema: elegir entre una sociedad de ciudadanos que piensan y defienden sus derechos o una sociedad de consumidores sumisos.
¿Qué responsabilidad tienen los periodistas en este contexto de sobreinformación y espectáculo continuo?
Muchísima, porque trabajamos con un bien social extremadamente frágil: la información. Pero la responsabilidad no es solo nuestra. Las fuerzas políticas y los intereses económicos que deberían garantizar el derecho a una información de calidad muchas veces lo socavan. Y también el ciudadano debe hacer un esfuerzo por no dejarse arrastrar. Ahora bien, la responsabilidad va de la mano del poder: y cuanto más poder, más responsabilidad. La prensa no ha sabido resistir muchas presiones y hoy nos enfrentamos a un diseño perverso que invierte más en desinformar que en informar.
¿La inteligencia artificial es una oportunidad o una amenaza para el periodismo?
Depende de cómo se use. En sí misma es una herramienta fantástica, nunca la humanidad ha tenido algo tan poderoso para el conocimiento y el acercamiento a lo distinto. Pero si se utiliza para dominar, para impedir que las personas sepan y decidan, será una amenaza. El problema no es la tecnología, sino qué hacemos con ella y en manos de quién está. Hay que defenderla con uñas y dientes como herramienta humanística, no dejar que quede al servicio de intereses particulares.
Después de recorrer el mundo durante tres décadas, ¿qué recuerdo sigue llevándola de vuelta cuando piensa en su carrera?
Haber podido entrar en la vida de tantas personas que confiaron en mí para contar sus historias. El periodismo es eso: dar voz a lo que se quiere silenciar y hacer visible lo que se quiere invisible. Para mí ha sido un privilegio y, al mismo tiempo, una obligación: sigo defendiendo el periodismo y los derechos humanos aunque ya no esté en primera línea. Es mi manera de devolver a la sociedad todo lo que he recibido.
Si volviera a empezar hoy, ¿volvería a elegir el periodismo?
Sí, sin ninguna duda. Precisamente porque está más amenazado que nunca, eso demuestra lo necesario que es. Si no fuera tan importante para la ciudadanía y sus derechos, no habría tanto interés en destruirlo. Esa es la prueba de que el periodismo riguroso y comprometido sigue siendo imprescindible.
