El Parque Nacional del Teide atraviesa un momento crítico: tras dos milenios de impacto humano que incluyen deforestación, sobrepastoreo y la desaparición de animales, su red de dispersión de semillas se encuentra al borde del colapso.
La dispersión de semillas es un proceso clave para la supervivencia de los bosques: asegura que las plantas viajen, favoreciendo la diversidad genética y permite que nuevas generaciones crezcan en zonas más favorables. Un estudio reciente advierte que este ecosistema de alta montaña ha perdido cerca del 70% de esas conexiones, lo que amenaza la regeneración natural de especies únicas y ya en peligro, como el enebro canario (Juniperus cedrus) o la recién descrita Rosa cañadas-teydensis, que los expertos proponen clasificar como Críticamente Amenazada, lo que la convierte en una de las rosas más raras de Europa.
Investigadores, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) constataron con su trabajo, publicado en la revista científica Global Ecology and Conservation, que hoy solo persisten 15 interacciones entre seis especies de plantas y siete dispersores, frente a las 48 que existieron en el pasado. Este empobrecimiento deja a las plantas dependientes de muy pocos animales, principalmente el lagarto tizón (Gallotia galloti) y el mirlo capiblanco (Turdus torquatus), lo que incrementa la fragilidad del sistema.

Bosque de cedro en el Teide
Entre las especies clave se encuentra el cedro canario (Juniperus cedrus), que antes formaba extensos bosques en la cumbre y hoy sobrevive en poblaciones muy reducidas. Sus semillas dependen de frugívoros como el tizón o aves como el mirlo y el zorzal alirrojo, cuyas poblaciones en el parque son actualmente muy bajas.
El estudio advierte de que esta pérdida de interacciones no solo limita la reproducción de las plantas amenazadas, sino que reduce la diversidad genética y la capacidad de los ecosistemas para adaptarse al cambio climático. Se trata de un riesgo real de colapso funcional, en el que plantas y dispersores desaparecen al mismo tiempo en un proceso de “extinción en cascada”.

Restaurar antes de que sea tarde
Aun así, el estudio abre una puerta a la esperanza: con acciones de restauración del enebral y refuerzo de poblaciones de aves residentes: “El 90 % de las interacciones perdidas podrían restablecerse, porque sus protagonistas siguen presentes, aunque en número muy reducido”, afirman sus autores.
El caso del Teide, concluyen, debe servir como ejemplo de la importancia de conservar no solo especies aisladas, sino también las relaciones ecológicas que sostienen la vida en los ecosistemas insulares y de alta montaña.