Pasar del colegio al instituto es un momento decisivo, uno de esos momentos en dónde el tiempo y el crecimiento se manifiestan en una realidad, tanto para los propios niños y niñas como para las familias. No obstante, ese cambio de etapa educativo llega en una edad en la que ni se pertence a la infancia ni a la adolescencia. Es un páramo entre la niñez pasada, sin terminar de dejarla del todo, y la entrada al camino que lleva a la adultez, con todo lo que ello conlleva, de cambios físicos y mentales.
Este momento, crucial en la vida de niños y niñas, supone, en ocasiones, un choque. El salto del mundo de los pequeños a al de los grandes se convierte en una aventura que a veces cuesta afrontar. Es por ello que, para facilitar esta transición, la comunidad de Madrid se ha propuesto recuperar el modelo de la EGB, implantando primero y segundo de la ESO en algunos colegios de la región. De esta manera, la entrada a los institutos se retrasa hasta los 14 años.
¿Es necesario rescatar este modelo? ¿Supone un cambio tan chocante para el alumnado? Familias y docentes canarios dan su opinión a Atlántico Hoy para ver el punto de vista de las dos partes que más viven este salto de etapa, sin ser, claro está, los propios protagonistas de la historia, los niños y niñas.
Un reto para familias y menores
En lo que respecta a las familias, la mayoría comparten la preocupación por el salto que supone pasar de primaria a secundaria. Así lo expresa la presidenta de la Federación de AMPAS Galdós, Marian Álvarez. "En una encuesta improvisada y rápida en un grupo de WhatsApp de padres y madres, de las 51 personas que votaron, 50 se mostraron a favor de la propuesta de retrasar el cambio de etapa hasta los 14 años", explica.
Para Álvarez, la transición a secundaria supone un reto para los niños y niñas, y sus familias. Ella misma lo está viviendo este año con su propio hijo, que acaba de cambiar de etapa educativa. "En junio, a mi hijo no lo dejaban salir del colegio sin una autorización. En septiembre, en el instituto, a las 14:00 horas suena el timbre y todos salen corriendo sin más. Es un cambio demasiado drástico", comenta.
Rodeados de 'mayores'
Además, señala que la falta de comedores y actividades extraescolares en secundaria genera problemas de conciliación y motiva a muchas familias a entregar un teléfono móvil a sus hijos antes de lo deseado, lo que puede derivar en otros conflictos.
Otra preocupación recurrente es la convivencia con adolescentes mayores. "Mandamos al instituto a niños de 12 años que comparten espacios con alumnos de hasta 18, lo que expone a los más pequeños a entornos donde es más fácil que adopten conductas inadecuadas, como el consumo de vapeadores", argumenta Álvarez.
El papel de las AMPAS
Desde la Federación de AMPAS insisten en que, en este cambio de etapa, la implicación de las familias sigue siendo fundamental. "En infantil y primaria, las AMPAS tienen una presencia activa, pero en secundaria se hace creer que ya no son necesarias, cuando en realidad es cuando más apoyo requieren los alumnos", puntualiza.
Es por ello que la organización de familias está llevando a cabo un proyecto para que “las AMPAs sobrevivan de la primaria a la secundaria y las familias sigamos estando en el entorno escolar”.
Acompañamiento
Gerardo Rodríguez, portavoz del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de Canarias (STEC), coincide en que el cambio de etapa es brusco y que se necesita una transición más acompañada. "El paso de un entorno familiar y controlado como el colegio a un instituto con alumnos mayores supone un impacto a nivel académico y emocional", destaca.
Rodríguez defiende el programa esTEla de docencia compartida, implantado en Canarias para facilitar este cambio. "Este programa permite que haya dos docentes en el aula en los últimos cursos de primaria y los primeros de secundaria, brindando un aterrizaje más suave. Sin embargo, la Consejería de Educación ha decidido paralizar su crecimiento, lo que preocupa a la comunidad educativa", advierte.
Priorizar problemas
Sobre la propuesta de integrar 1º y 2º de la ESO en los colegios de primaria, el sindicato de profesorado considera que debería analizarse con detalle, ya que podría suponer retos logísticos y estructurales, en referencia a la capacidad de los centros y sus infraestructuras, así como para la movilidad del profesorado, al tratarse de docentes pertenecientes a la etapa de secundaria, no de magisterio.
Asimismo, apunta que hay retos previos para poder tener una educación de calidad. “Hay que ordenar prioridades”, asegura Rodríguez, que indica que uno de los principales factores a los que hay que poner atención es a la escolarización de 0 a 3 años, clave tanto para el desarrollo de niños y niñas como para la conciliación familiar.
El portavoz de STEC reitera así la necesidad de seguir fomentando y no paralizar el programa esTEla que contribuye a la transición entre las etapas y poner el foco en los problemas que afectan a la educación en las Islas, como los ratios, la escolarización o el presupuesto.
