La presión humana sobre los espacios naturales de Tenerife sigue dejando imágenes preocupantes. Esta vez, las redes sociales han vuelto a sacar a la luz un nuevo episodio de uso inadecuado del territorio protegido, en este caso en pleno Parque Natural de la Corona Forestal, en las inmediaciones del Parque Nacional del Teide.
El director de la Fundación Telesforo Bravo, Jaime Coello Bravo, ha denunciado públicamente la celebración de una fiesta multitudinaria bajo el nombre “chill out de Ayosa”, que ha tenido lugar en este enclave natural protegido. En el vídeo difundido por Coello en su perfil de Facebook se observa un grupo de personas con música a gran volumen, una mesa de DJ y consumo de alcohol, todo ello durante el atardecer.
Grave impacto ambiental
La grabación muestra cómo la zona natural se transforma en un improvisado espacio recreativo, con la consiguiente alteración del entorno. Lejos de tratarse de una reunión informal, el montaje incluye equipo de sonido profesional y una estructura que vulnera claramente las normativas ambientales que protegen estos espacios.
“La degradación que sufren nuestros espacios naturales parece no tener fin y su finalidad no es la conservación, sino cualquier actividad que se quiera realizar aunque incumpla la normativa”, señala Coello en su denuncia pública, mostrando su preocupación ante la falta de control efectivo.
Corona Forestal
El Parque Natural de la Corona Forestal es una de las zonas más sensibles del entorno del Teide. Se trata de un espacio protegido por su valor ecológico y paisajístico, donde actividades como las que muestra el vídeo están expresamente prohibidas por la legislación vigente.
Este nuevo caso se suma a una larga lista de incidentes, sin ir más lejos; el propio Coello denuncia en unas publicaciones anteriores el uso del Parque Nacional del Teide como una "barbería".
Reacciones en redes sociales
La publicación de las imágenes ha generado un amplio rechazo entre los usuarios, con comentarios que lamentan la pérdida de respeto por la naturaleza y critican la permisividad con este tipo de conductas. Muchos exigen una mayor presencia de agentes medioambientales y sanciones ejemplares para quienes alteren ecosistemas protegidos.
Este caso y los anteriores vuelven a poner sobre la mesa la necesidad urgente de reforzar la educación ambiental, mejorar la vigilancia en espacios naturales y hacer cumplir de forma efectiva la normativa. Mientras tanto, la denuncia pública se convierte en la única herramienta para frenar la degradación silenciosa de paisajes únicos que deberían preservarse.
