Pocos gentilicios en Canarias tienen una historia tan curiosa y simbólica como el de “chicharrero”, apelativo con el que se conoce a los habitantes de Santa Cruz de Tenerife. Aunque hoy se pronuncia con orgullo y cariño, sus orígenes fueron bien distintos: el término nació como una burla utilizada por los laguneros en el siglo XVIII.
La primera referencia escrita de esta palabra data de 1752, cuando José Antonio de Anchieta y Alarcón la recogió en un manuscrito que incluía coplillas infantiles donde ya se utilizaba el término “chicharrero” para referirse a los santacruceros.
Un origen despectivo
Durante aquella época, Santa Cruz era un pequeño puerto pesquero, dependiente de la vecina San Cristóbal de La Laguna, que ostentaba entonces el poder político y económico de la isla. Los laguneros comenzaron a llamar “chicharreros” a los santacruceros de forma despectiva, en alusión a su dependencia de la pesca del chicharro, un pescado pequeño y barato que abundaba en la costa.
El apelativo pretendía señalar la condición humilde de quienes vivían del mar, diferenciándolos de los habitantes de La Laguna, vinculados a la administración y la vida urbana. Sin embargo, lo que comenzó como una burla acabaría transformándose en un símbolo de identidad local.
Del desprecio al orgullo
Con el paso de los siglos, el crecimiento del puerto y su importancia estratégica cambiaron el destino de Santa Cruz. A comienzos del siglo XIX, bajo el reinado de Fernando VII, la capitalidad de Tenerife se trasladó de La Laguna a Santa Cruz, y con ella llegó un profundo cambio social y económico.
Los habitantes de la nueva capital decidieron reapropiarse del término “chicharrero”, dándole un nuevo sentido. Lo que antes había sido motivo de burla se convirtió en un emblema de orgullo popular, una forma de reivindicar su esfuerzo, su cercanía al mar y su espíritu trabajador.
Símbolo cultural de Tenerife
Hoy, ser chicharrero es sinónimo de pertenencia a Santa Cruz de Tenerife, y el término se utiliza con cariño por los propios santacruceros. Aparece en canciones, poemas, festejos y hasta en el nombre de peñas, comparsas y equipos deportivos.
En el Carnaval de Santa Cruz, declarado de Interés Turístico Internacional, los chicharreros celebran su identidad con orgullo, demostrando que un apodo nacido del desprecio puede transformarse en un símbolo de unidad y carácter. El término “chicharrero” es, hoy, mucho más que un gentilicio popular: es una seña de identidad canaria, una palabra que resume la historia de un pueblo que aprendió a convertir la ironía en orgullo y la burla en bandera.
