En pleno corazón de Santa Cruz de Tenerife, entre plazas concurridas y el murmullo del comercio diario, se levanta una construcción que parece haber detenido el tiempo. Sus balcones de forja, la piedra basáltica de la fachada y su imponente reloj cuentan una historia que mezcla poder, comercio transatlántico y el legado de una de las familias más influyentes de Canarias en el siglo XVIII. Quien alza la vista hacia su azotea descubre un belvedere discreto pero estratégico: desde allí se divisaba la llegada de los barcos mucho antes de que el puerto los recibiera.
Ese mirador secreto, concebido para anticipar mercancías y noticias llegadas de América, pertenece al Palacio de Carta, una de las joyas arquitectónicas más singulares del Archipiélago.
Símbolo barroco y neoclásico
Mandado a construir en 1721 por Matías Bernardo Rodríguez Carta y Abarca, capitán de las Milicias Canarias y próspero comerciante canario-americano, el edificio se terminó en 1752 bajo la supervisión de su hijo. Su diseño, obra del maestro Juan Alonso García de Ledesma siguiendo planos del ingeniero militar Francisco de la Pièrre, lo convirtió en uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura barroca canaria, con toques neoclásicos en su fachada.
El palacio, declarado Bien de Interés Cultural en 1947, cuenta con tres plantas organizadas en torno a un patio central ricamente trabajado en maderas nobles, con corredores acristalados y escaleras señoriales. Su azotea alberga el belvedere que, más allá de su función estética, servía de torre vigía para los negocios familiares.
De residencia a sede institucional
Durante 111 años, el Palacio de Carta fue hogar de esta influyente familia, pero su historia también incluye un papel destacado en la vida política y administrativa de Canarias. Entre 1853 y 1880 albergó la Capitanía General, y más tarde, entre 1890 y 1946, fue sede del Gobierno Civil.
El inmueble pasó por manos privadas, incluida la del Banco Español de Crédito, que llegó a intentar su demolición en los años 40. Fue la presión social y la intervención de instituciones como el Cabildo de Tenerife las que evitaron la desaparición del edificio, asegurando su protección legal.
Rehabilitación y futuro
En 2007, la Comunidad Autónoma de Canarias lo adquirió por 5,8 millones de euros, y tras años de incertidumbre, en 2017 se cedió al Ayuntamiento de Santa Cruz. Hoy se encuentra en proceso de rehabilitación para convertirse en Oficina de Información Turística y Museo de la Historia de la Ciudad, devolviendo al inmueble su vocación pública.
Sus maderas talladas, el aljibe subterráneo, los balcones corridos y la atmósfera solemne de sus salones lo convierten en un emblema de la capital tinerfeña. Pero es en su discreto mirador, orientado hacia el Atlántico, donde aún late el espíritu marinero de aquel capitán de barcos que levantó un palacio para su linaje y para la historia de Canarias.
