En Canarias hay lugares que parecen salidos de una postal tropical, con montañas cubiertas de vegetación, barrancos que caen hasta el mar y pequeñas calas donde la arena brilla al sol. Espacios que parecen lejanos, como si pertenecieran a otro continente, pero que se encuentran mucho más cerca de lo que imaginas.
En uno de estos rincones, la naturaleza se despliega en toda su variedad: bosques húmedos que son auténticos fósiles vivientes, acantilados que miran al Atlántico y aguas cristalinas que invitan a un baño. Todo ello, salpicado de pueblos diminutos donde la vida transcurre a otro ritmo.
En el Parque Rural de Anaga
A escasos minutos de la capital tinerfeña, se encuentra el Parque Rural de Anaga, declarado Reserva de la Biosfera y ejemplo de conservación natural. Como describe su promoción turística oficial, en sus playas se encuentran "calas de fina y brillante arena", como la de Benijo, donde caminar descalzo es una experiencia sensorial.
El parque se extiende por unos 14.500 hectáreas en el extremo nordeste de Tenerife, abarcando municipios como La Laguna, Santa Cruz de Tenerife y Tegueste. Su abrupta cordillera, sus profundos barrancos y la riqueza de su flora y fauna lo han convertido en uno de los destinos más apreciados tanto por residentes como por visitantes.
Un espectáculo natural
La orografía de Anaga es un mosaico de acantilados, roques y diques volcánicos que, junto con los barrancos, crean paisajes imposibles. Uno de los grandes atractivos es el mar de nubes, un fenómeno que cubre de blanco las cumbres mientras el sol brilla en la costa.
En las zonas más altas se conserva la mejor representación de laurisilva de Tenerife, un bosque húmedo que ha sobrevivido desde hace 40 millones de años. Pasear entre sus troncos cubiertos de musgo es como viajar a una época prehistórica. Su importancia ecológica se suma a la variedad de ecosistemas presentes en el parque, que incluyen vegetación costera, dragos, palmeras y zonas de cardonal-tabaibal.
Fauna única
Anaga es también un refugio para especies animales que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. Destaca su avifauna, con especies como la pardela cenicienta, el cernícalo, el búho y las palomas rabiche y turqué, ambas endémicas de Canarias. La abundancia de aves ha hecho que el parque sea declarado Zona de Especial Protección para las Aves.
Bajo el mar, la biodiversidad no se queda atrás: desde el chucho, una especie de manta, hasta la vieja y la merluza canaria, sin olvidar una anguila autóctona en peligro de extinción. Esta riqueza natural convierte a Anaga en un paraíso tanto para senderistas como para amantes del buceo y la observación de fauna.
Vida y tradición
Dentro del parque viven unas 2.000 personas repartidas en 26 caseríos. La agricultura a pequeña escala sigue siendo la base económica, con cultivos de batatas, papas, ñames, viñas y frutales. Muchos de estos núcleos, como Taganana, conservan un importante patrimonio histórico y arquitectónico.
El visitante puede combinar rutas de senderismo con paradas gastronómicas, disfrutando de productos locales y vistas espectaculares. Entre los senderos más recomendados está el de Vueltas de Taganana, que parte del centro de visitantes de la Cruz del Carmen.
Actividades para todos
El Parque Rural de Anaga ofrece opciones para todos los gustos: senderismo, ciclismo de montaña, paseos a caballo, surf, kayak, vela e incluso esquí náutico. Existen áreas de especial protección con acceso regulado, por lo que conviene informarse antes en el Área de Medio Ambiente del Cabildo de Tenerife.
Para quienes deseen quedarse más tiempo, el parque cuenta con alojamientos como el Albergue de Anaga en El Bailadero o casas de turismo rural. Pernoctar aquí es disfrutar de la tranquilidad absoluta, con el mar a un lado, la montaña al otro y la sensación de estar en un rincón del mundo que ha sabido conservar su esencia intacta.
