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Láser para controlar la basura espacial / ESA

El proyecto secreto en Tenerife que dispara láseres al espacio para frenar la basura orbital

Ante el desafío de la basura orbital, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha puesto en marcha proyectos innovadores para vigilar y reducir estos riesgos

Por encima de nuestras cabezas, a miles de kilómetros de altura, orbitan más de 40.000 objetos del tamaño de un cubo de Rubik que ya no cumplen ninguna función. Son los restos de satélites inactivos, cohetes o fragmentos desprendidos que constituyen la llamada basura espacial. A ellos se suman casi un millón de piezas del tamaño de un dedal y hasta 140 millones de residuos tan pequeños como un grano de arroz.

Aunque diminutos, todos ellos viajan a velocidades cercanas a los 28.000 kilómetros por hora, lo que convierte cualquier colisión en una amenaza para satélites operativos, servicios de telecomunicaciones e incluso misiones científicas. Ante este desafío, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha puesto en marcha proyectos innovadores para vigilar y reducir estos riesgos. Y uno de los escenarios clave para este esfuerzo se encuentra en Tenerife.

Un láser en el Teide

En los alrededores del Teide, a más de 3.700 metros de altitud, se desarrolla un proyecto que parece sacado de una película de ciencia ficción: utilizar haces de luz láser para seguir y, en un futuro, desviar basura espacial.

En este enclave único se encuentran las estaciones de telemetría Izaña-1 e Izaña-2, descritas por la ESA como “un dúo único” dentro de su estrategia de Seguridad Espacial. Desde allí se monitorizan fragmentos en órbita y se ensayan tecnologías que podrían cambiar la forma en la que gestionamos el tráfico espacial.

Programa de Seguridad Espacial

El proyecto forma parte del Programa de Seguridad Espacial de la ESA, gestionado desde el centro de operaciones de Darmstadt (Alemania). Su objetivo es doble: detectar residuos con mayor precisión y prevenir colisiones entre satélites y fragmentos inservibles.

Cada impacto genera miles de nuevos restos, por lo que reducir el riesgo es clave para evitar que la órbita terrestre baja se convierta en un entorno inutilizable. El reto no es solo científico, sino también económico, ya que cada satélite destruido supone pérdidas millonarias.

Estación Izaña-2

La joya tecnológica de Tenerife es la estación Izaña-2, finalizada recientemente por la empresa alemana DiGOS y ya en funcionamiento. Allí se realizan pruebas con pulsos láser de alta potencia dirigidos a los objetos espaciales.

Mientras Izaña-2 actúa como transmisor láser, su estación hermana Izaña-1 recibe los fotones reflejados. Esta combinación permite obtener datos orbitales con una precisión extraordinaria, fundamentales para calcular trayectorias y diseñar maniobras anticolisión.

Empresas españolas implicadas

En el proyecto también participa la empresa española GMV, líder mundial en centros de control de satélites, con más de 1.800 empleados dedicados al sector espacial. Su colaboración con la ESA busca garantizar que Europa no solo lidere la observación, sino también la gestión activa del tráfico orbital.

Con la iniciativa OMLET (Orbital Maintenance via Laser momEntum Transfer), la ESA combina investigación y automatización para ofrecer a los operadores de satélites dos servicios clave: datos orbitales bajo demanda y sistemas de prevención de colisiones basados en láser.

Alterar la órbita de los desechos

El paso más ambicioso de este proyecto consiste en lograr que el láser no solo rastree, sino que modifique ligeramente la órbita de la basura espacial. En lugar de maniobrar al satélite operativo, la idea es aplicar una pequeña fuerza sobre el fragmento inservible mediante un impulso láser.

De esta manera, se reduciría de forma drástica el riesgo de colisiones, al tiempo que se abriría un nuevo mercado para la industria aeroespacial europea: la gestión sostenible del espacio. El enclave del Observatorio de Izaña, en Tenerife, no fue elegido al azar. Su altitud, pureza atmosférica y baja contaminación lumínica convierten a la isla en un lugar privilegiado para la tecnología óptica. Ya no solo es referente en observación astronómica, sino también en proyectos de seguridad espacial que impactarán en el futuro de la exploración y la comunicación global.