Imagen generada con Inteligencia Artificial en representación a Francisca de Gazmira / AH - DALL.E
Imagen generada con Inteligencia Artificial en representación a Francisca de Gazmira / AH - DALL.E

La Harriet Tubman canaria: la historia de la benahorita que liberó a más de 3.000 esclavos canarios

Capturada como esclava, Francisca de Gazmira se convirtió en mediadora, activista y símbolo de resistencia aborigen

luna moya

En 1822 nació Harriet Tubman. Para quién no conozca su historia, fue una activista a favor de la libertad de las personas negras esclavizadas en Estados Unidos. Su historia es de esas capaces de poner el vello de punta por su valentía y coraje. Tras escapar de la esclavitud renegó de su propia libertad para ayudar a liberar—en trece misiones diferentes— a más de 300 esclavos. No tenemos que irnos tan lejos, ni siquiera cruzar el charco, viajar a otro país y alejarnos de Canarias para conocer una figura similar o idéntica en cuanto a valentía. 

Su nombre fue Francisca de Gazmira, aunque también la llamaron Francisca de La Palma o Francisca Palmesa. Nació en el siglo XV en la isla de La Palma, y su historia quedó silenciada durante siglos, a medio camino entre la leyenda y la verdad histórica. Hoy, su figura emerge como la de una mujer aborigen que se enfrentó a la esclavitud, al poder y a la injusticia, convirtiéndose en una de las primeras defensoras de los derechos humanos en Canarias.

Una líder en tiempos de conquista

Francisca pertenecía al bando de Gazmira, en el entorno del barranco de El Riachuelo, en El Paso. Vivió en una época convulsa, cuando la Corona de Castilla avanzaba en la conquista del Archipiélago y las cabalgadas esclavistas asolaban las islas que aún no se habían sometido.

Fue capturada durante una de esas razias y trasladada como esclava a Gran Canaria. Su destino cambió cuando fue bautizada como cristiana, lo que le otorgó la libertad. Pasó entonces a servir como criada principal en la casa de Diego de Zurita, uno de los primeros regidores de la isla.

Pero Francisca no se conformó con sobrevivir: decidió actuar —como Harriet—. En 1491, el gobernador de Gran Canaria la envió junto a Catalina Palmesa a La Palma con una misión arriesgada: negociar la liberación de veinte aborígenes cautivos injustamente. No solo lo consiguió, sino que además inició una trayectoria que la convertiría en mediadora y símbolo de resistencia.

La mujer que detuvo las razias

En 1492, regresó a La Palma para negociar la paz con los bandos benahoaritas, logrando convencer a cinco caudillos de aceptar el bautismo y firmar la paz con la Corona. Este acuerdo no solo evitó más asaltos esclavistas, sino que permitió preservar la vida y la libertad de decenas de familias.

A pesar de su papel pacificador, los abusos continuaron. Los conquistadores seguían vendiendo esclavos canarios a la Península, incumpliendo los acuerdos reales. Francisca, horrorizada por la situación, tomó una decisión impensable para una mujer de su tiempo: viajar hasta la corte de los Reyes Católicos para denunciar los crímenes cometidos en las islas.

La aborigen que desafió a la Corona

El viaje no fue fácil. Se le prohibió zarpar, pero el 29 de febrero de 1495, Francisca consiguió llegar a Las Cortes, donde presentó su denuncia formal contra el adelantado Alonso Fernández de Lugo.

Su lucha se prolongó durante años, enfrentándose al silencio y la burocracia. Finalmente, en 1516, la justicia le dio la razón: los Reyes declararon nulas las ventas ilegales de esclavos canarios y ordenaron la liberación y repatriación de más de 3.000 aborígenes que habían sido vendidos injustamente en la Península.

Aquel fallo histórico convirtió a Francisca de Gazmira en una figura pionera en la defensa de los derechos humanos en España y en el mundo.

La huella de una heroína silenciada

De su vida posterior se sabe poco. Desaparece de los registros hacia 1500, pero su legado ha sobrevivido en la memoria popular de La Palma, donde calles y plazas llevan hoy su nombre en Los Llanos de Aridane y El Paso.

Su historia fue rescatada del olvido por el historiador austríaco Dominik Josef Wölfel, que halló los documentos originales en el Archivo General de Simancas. Gracias a esa investigación, Francisca fue reconocida como una figura clave de la resistencia aborigen canaria y símbolo de justicia y dignidad.

Una Harriet Tubman del Atlántico

Al igual que Harriet Tubman en Estados Unidos, Francisca de Gazmira luchó contra la esclavitud desde dentro del sistema, desafiando el poder y pagando un precio personal por su valentía.

Su historia recuerda que también en Canarias hubo mujeres indígenas que lideraron, negociaron y defendieron la libertad de su pueblo. Ahora su nombre vuelve a pronunciarse como lo que siempre debió ser: el de una heroína canaria que cambió la historia con su voz y su coraje.