Francisco Lemus, matemático y librero cofundador de la librería Lemus. / AINOHA CRUZ-AH
Francisco Lemus, matemático y librero cofundador de la librería Lemus. / AINOHA CRUZ-AH

Lemus, el refugio que vendía los libros prohibidos del franquismo: “Se vendían como pastillas”

La histórica librería lagunera sorteó a la censura franquista con una trastienda donde estudiantes y lectores encontraban obras perseguidas por el régimen

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En una esquina de la lagunera calle Heraclio Sánchez, frente al edificio central de la Universidad de La Laguna, resiste, tras 52 años, la librería Lemus. Esta librería nació en los últimos años del franquismo, en un contexto de efervescencia sociopolítica y en una ciudad universitaria repleta de jóvenes con ansias de romper con el régimen. Durante esos años, con la censura todavía vigente, la librería era uno de los escasos puntos de la isla donde, de forma clandestina, se podían comprar los numerosos libros que el franquismo había prohibido.

Entre esos libros estaban los editados por la Editorial Progreso, una editorial soviética que publicaba obras de contenido marxista-leninista, contrarias al régimen. También los de la Editorial Ruedo Ibérico, fundada por cinco autores exiliados durante la Guerra Civil, que difundían tesis igualmente contrarias al franquismo.

Libros prohibidos

Asimismo, estaban prohibidos anarquistas como Mijaíl Bakunin y poetas como Pablo Neruda, León Felipe, Rafael Alberti y Federico García Lorca, así como “autores claves” como Gabriel García Márquez y su Cien años de soledad. “Estaban prohibidos prácticamente todos los autores”, bromea Francisco Lemus, cofundador de la librería.

Pero, aunque estaban censurados, podían conseguirse en la librería a través de distribuidoras de Madrid que traían libros de Sudamérica. “Nosotros los traíamos, por eso teníamos la trastienda”, explica Lemus. Las grandes cajas con los enormes tomos ensayísticos de Lenin, por ejemplo, siempre llegaban sin conflictos. “Ni te abrían las cajas. Se hacían los locos”, añade sobre el paso de estos libros por Correos.

Un hombre observa uno de los escaparates de la librería Lemus, en Tenerife. / ATLÁNTICO HOY
Un hombre observa uno de los escaparates de la librería Lemus, en Tenerife. / ATLÁNTICO HOY

La trastienda

La trastienda era, en realidad, el almacén donde guardaban esos libros prohibidos que no podían exhibirse. Se mostraban o pedían bajo demanda y “se vendían como pastillas”. La cercanía a la universidad y el fragor sociopolítico de la época aumentó el interés por aquellos libros prohibidos, especialmente los ensayos: “Había una ansiedad por aprender, por formarse”.

“La gente tenía una necesidad de leer, por ejemplo, a Pablo Neruda, que era el mejor poeta y encima comunista. De Veinte poemas de amor y una canción desesperada se vendieron toneladas”, recuerda sobre el alto interés que despertaba el poeta chileno.

Fragor social

Francisco Lemus estudiaba Matemáticas en la Universidad de La Laguna cuando su familia fundó la librería. Vivió de lleno el fragor estudiantil y político de la época y, ante la pregunta de si también se vendían libros de contenido franquista, señala que “cuando Franco vivía lo que imperaba más era la gente de izquierda, todo el mundo iba a tirar la dictadura”. “En la asamblea de la universidad la lucha era derrotar a Franco”, explica sobre el pensamiento predominante en el entorno universitario.

Aun así, el librero y matemático admite que había “cierta prudencia” con los libros y que por eso nunca se exhibían, por miedo a que “un día pudieran pasar (la Guardia Civil) por aquí”. Por suerte, nunca hubo problemas, pese a que no tenían límites a la hora de venderlos. Los compradores eran esencialmente estudiantes, que con el boca a boca impulsaban aún más las ventas.

“Nosotros estábamos en la boca del lobo”, afirma sobre el enclave de la librería frente al edificio central de la Universidad de La Laguna, que en aquella época concentraba todas las licenciaturas. Por ello, la librería estaba en el centro del ecosistema de progreso y pensamiento de la época.

Lectura decaída

“A partir de 1978 ya se empezaron a editar y se dejaron de traer desde Sudamérica los libros”, explica sobre el cambio en su distribución. Quizás por la pérdida del morbo de la prohibición o por un cambio social, estos libros dejaron de venderse tanto tras la Transición. “Con la democracia empezó a decaer esa demanda de libros políticos”, señala.

Medio siglo después de aquel fragor, la lectura política está en mínimos, explica el librero, aunque apunta que El capital, de Karl Marx, es de los pocos que aún se venden, “pero no tiene nada que ver con cómo era antes”. “Hoy en día lo que más se venden son novelas, best sellers, literatura juvenil, autoayuda y cómics”, comenta Lemus. Un panorama muy distinto al de los años 70, aunque por “suerte” se siguen vendiendo libros, añade.

Respecto a una posible regresión política que vuelva a traer censura a determinados libros, Francisco Lemus es tajante: “Estamos en una democracia plena, con libertades absolutas. No creo que el proceso sea hacia atrás otra vez”.