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Cultura

Moldavia, el espíritu del vino y de los abuelos

Vivencias de Olga Esanu, actualmente en la sala del Etéreo de Pedro Nel, que nos llevan de viaje virtual a su país natal y a disfrutar de su vitivinicultura.

3 minutos

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Hola, mi nombre es Olga Esanu. Lejos están mis raíces en la República de Moldavia, hasta mi nuevo hogar, España. He vivido durante 14 años en Santander, ciudad bañada por el mar Cantábrico y sus maravillas, y es que por “culpa” de unas vacaciones en Canarias, tomé la decisión de mudarme a este pequeño paraíso en medio del Atlántico.

Esa parte aventurera que tenemos, dejando atrás mi trabajo y continuando mis estudios en la Universidad de La Laguna, y todo, porque esta isla me dejo enamorada con su clima, su cultura y su gente. Una locura la cual, es la mejor decisión que podía haber tomado.

Actualmente trabajo en el restaurante Etéreo (calle San Antonio Nº 63, en Santa Cruz de Tenerife), de la mano del visionario chef Pedro Nel y su mujer Viviana. Me siento muy afortunada de poder ser parte de este increíble equipo; tener la oportunidad de aprender y seguir avanzando día a día.

Les voy a contar una pequeña historia… imaginen un pequeño país, de apenas el tamaño de Cataluña (situado entre Rumania al oeste y Ucrania al norte, este y sur) y con unas riquezas increíbles… Su gente humilde, increíbles paisajes, mezcla de ríos, montañas, bosques y lagos que enamoran. Donde, la agricultura continúa siendo un pilar en la producción y uno de ellos es la elaboración de vino.

Un vino singular, y único.

La autenticidad y singularidad del vino moldavo está garantizada por las variedades de uva local, que representan el 10% de la superficie cultivada. Podemos encontrar la Feteasca Albă, Feteasca Regala, Feteasca Neagră, Rara Neagră, Plăvai, Viorica, entre otras. Hay más de 50 tipos de uva divididas en tres regiones: Valul lui Traian, Ștefan Vodă, y Codru, con denominación de origen protegida.

Actualmente dispone de 112 mil hectáreas plantadas con Vitis Vinífera, de las cuales el 70% están sembradas con variedades blancas de Rkatsiteli, Sauvignon Blanc, Chardonnay, Aligote, en la zona central del país, además de un 30% con variedades rojas de Cabernet Sauvignon, Merlot, Pinot Noir, y Saperavi, específico de las regiones del sur.

Moldavia posee la bodega subterránea Milestii Mici, registrada en el Libro Guinness de los récords desde el año 2005, con la colección de vinos más grande del mundo; más de un millón y medio de botellas, en sus más 200 kilómetros de longitud y a 80 metros de profundidad.

Otra bodega referente, es la de la ciudad subterránea de Cricova, con galerías a lo largo de 70 kilómetros y una profundidad entre 35 y 80 metros, la cual se encuentra a unos 11 kilómetros de la capital, Chisinau, fundada en 1952.

Cricova es el mayor productor de vinos espumosos, según el método tradicional en Moldavia y la maduración del vino se completa en las bodegas subterráneas. Sin olvidar otras producciones como la Bodega Purcari, Bodegas Brănești, Chateau Cojușna, y Chateau Vartely.


"El pueblo de mis abuelos, vista desde su huerta trasera" | Olga Esanu


Aún recuerdo, cuando de niña pasaba las vacaciones en el pueblo de mis abuelos, y allí me recibían con todo su cariño. Mi abuela me enseñó a leer cirílico, hacer punto y usar el estetoscopio, algo que se convirtió en mi juego favorito, jugar a los médicos, tomar el pulso y la tensión.  

De pequeña, quería seguir los pasos de mi abuela, y ser médico. Aunque con los años, mis sueños han ido cambiando, y gracias a Dios…ya que hoy en día solo con ver sangre ya me desmayo. En el pueblo no todo eran juegos; Aprendílo que es el duro trabajo de campo: cultivar, cuidar la huerta y disfrutar de la cosecha. 


"Una foto entre los recuerdos, de mis abuelos junto a mis dos tíos" | Olga Esanu


Años después, ya en España, empecé a apreciar mucho el oficio de la hostelería. Fue algo que me llamó la atención desde los 12 años, y siempre me gustó. Ese trato que daban los camareros a los clientes; los contemplaba cómo atendían y a pesar de ser un trabajo muy duro y sacrificado, siempre se les veía felices, algo que admiraba y deseaba vivir.

Nunca pensé que mi interés por el vino podría llegar a ser tan intenso, y más aun viniendo de una familia de abstemios. El amor por el vino nació en mí con una tardía edad, coincidiendo con mi llegada a Canarias. Aún recuerdo esa primera vez, cuando probé un vino casero, y estaba tan rico que mi comentario fue “…por fin un vino que se puede tomar solo y no hay que mezclarlo…”, siendo en ese instante cuando el vino se convirtió en mi sino.

Olga Esanu


“… me siento muy orgullosa de mis raíces, nunca olvidaré mi infancia, ni a Moldavia, pero España me ha hecho la mujer que soy… volveré a mis raíces para apreciar, disfrutar y conocer más de esta tierra mágica…”.