Los pequeños teatros comienzan una nueva temporada con la incertidumbre de protagonista

Las dudas sobre la capacidad para sostenerse han aumentado con creces aupadas por la inflación, la burocracia de las ayudas y la ausencia de una cultura consolidada en la asistencia a los teatros

Guardar

Puerta del Teatro Victoria, uno de los pequeños teatros de Santa Cruz de Tenerife.  Teatro Victoria
Puerta del Teatro Victoria, uno de los pequeños teatros de Santa Cruz de Tenerife. Teatro Victoria

Las pequeñas salas de teatro no se lucran, solo se sostienen. Esta idea, que refleja el dolor de un sector que está en la vanguardia de las consecuencias de cualquier altibajo económico, se repite en la voz intranquila de algunos de los directores de las salas de teatro alternativas ubicadas en Santa Cruz de Tenerife. Este septiembre, como todos los septiembres, da comienzo la temporada teatral, pero este año, sin embargo, las dudas sobre esa capacidad para sostenerse han aumentado con creces aupadas por la inflación, la burocracia de las ayudas y la ausencia de una cultura consolidada en la asistencia a los teatros. 

Aunque los precios del sector de la cultura y ocio no han sufrido los grandes incrementos que sí han tenido el resto de sectores (aunque sí ha subido más de dos puntos en lo que llevamos de año), su característica de un bien de segunda necesidad la coloca en un lugar dispensable en los bolsillos de los ciudadanos. Con esto en mente las pequeñas salas de teatro se plantean ahora si la subida del precio de las entradas es una posibilidad factible o podría retrotraer al público. 

Pende la sostenibilidad del teatro

“Ahora mismo no es el momento, pero desde que esté en peligro la sostenibilidad del espacio o el respeto a las compañías y personas que trabajan sí lo será”, explica el director del Teatro Victoria, Roberto Torres. El límite marcado para fijar una posible subida de los precios de las entradas es enero. Ahora no es el momento porque para el director hay un debate detrás: el de no dejarse llevar por el incremento si hay posibilidad de mantenerse. 

En el teatro La Nave de la Tribu la situación es más compleja. Pilar López es la directora de esta pequeña sala alternativa que tras la COVID no ha conseguido recuperar el aforo que antes tenía. El local no tiene un modelo de pago fijo, lo marcan los artistas que allí actúan, con la taquilla inversa como principal distintivo. Esto significa que el espectador entra de manera gratuita al espectáculo y al salir paga lo que considera que valió la obra. “Es una forma de acercar el teatro a cualquier persona”, defiende, aunque también asegura que en muchas ocasiones el público paga menos de lo que en realidad valdría el espectáculo. 

Falta de interés

La realidad detrás de estas declaraciones es un hecho que se sustenta con datos: los españoles valoran otras formas de cultura antes del teatro. Según la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España entre 2018-2019, solo el 26,8% de la población acudió alguna vez al teatro. Entre los motivos principales por los que la gente no acude a una representación teatral la encuesta arroja que el 30% no lo hace por falta de interés. En sentido descendente otras causas son la falta de tiempo (25%), lo caro que es (17%) o la poca oferta en la zona de residencia (15%). 

Si bien el tercer motivo es el precio, la realidad es que en las pequeñas salas de la capital los precios de las entradas rondan entre los 8 y 12 euros, unos precios más competitivos que los grandes teatros, pero aún así les cuesta mantenerse. ¿Cómo lo consiguen entonces? Una posible respuesta la da Alessandro Nerilli, director de L’incanto Teatro: “la sala se han mantenido con los talleres de teatro, porque si hubiese sido por la taquilla estos meses no hubiéramos salido adelante”. 

Los tres teatros duplican su oferta cultural con talleres y obras, pero han tenido experiencias diferentes. Mientras que L’incanto Teatro sí que ha mantenido su aforo, e incluso destacan un incremento de los talleres, desde La Nave de la Tribu comentan que ahora el público es más reticente a unirse a estas iniciativas. “La gente tiene que cubrir necesidades básicas, no puede dedicarlo ahora a hacer cursos y talleres”, comenta Pilar Torres. En su sala, si antes de la pandemia contaba con cuatro talleres de 10 personas, ahora explica que solo tiene uno, pero de seis integrantes. Según la encuesta anteriormente mencionada, en el periodo 2018-2019 solo 4,3% del total de las personas que realizaron alguna actividad artística hizo teatro.

Necesidad de subvenciones

Sin embargo, ni la taquilla ni los talleres muchas veces son suficientes y la necesidad de las subvenciones es imperiosa para el mundo de la cultura. Desde el Teatro Victoria la dependencia es tanta que si no es por las ayudas se plantearían el cierre. Esto se debe en parte a que su propuesta se “aleja de lo comercial” y se adentra en lo contemporáneo, con 80 funciones al año con compañías nacionales e internacionales como atractivo. 

El problema es que no reciben las subvenciones hasta prácticamente finalizar el año, por lo que la segunda tanda de la temporada, que comienza en enero, y el inicio de una nueva, en septiembre, se organiza bajo la duda de si las administraciones se las concederán o no. “En enero no sabes dónde estás, afrontas el año como si fueras ciego”, comenta Roberto Torres, quien añade que va desarrollando el programa del teatro a lo largo del año “tirando de préstamos”. 

A ello se suma que también viven con la incertidumbre de si las administraciones finalmente les van a conceder las ayudas o no ya que “has puesto en riesgo tu patrimonio, tu teatro y tus trabajadores”. Además reclama que si él supiera de antemano el dinero que finalmente le puede subvencionar el Estado podría trabajar con estrategia, e incluso garantiza que le sería más barata la organización. 

También hay quejas sobre la burocracia para acceder a esas subvenciones. Pilar López también ha necesitado de subvenciones pero comenta que los documentos que debe presentar muchas veces son engorrosos y que prácticamente deben recurrir a una persona externa que desarrolle todo el papeleo. Además, añade que desde su punto de vista no se informa lo suficiente de las subvenciones que hay en marcha.

Los pequeños escenarios que prácticamente se esconden entre las calles de Santa Cruz comienzan una nueva temporada que aviva el miedo del vacío de la pandemia y de la caída de pequeñas empresas culturales de la crisis de 2008. “Somos optimistas pero no tenemos muy clara la recuperación, porque cualquier decisión política, cualquier otra restricción o incrementos afecta directamente, porque el público al final primero destina su dinero para lo indispensable y luego para el ocio”, resume Alessandro Nerilli. 

Por suerte todos confían en el público más fiel, en el que ha creado un “vínculo con el teatro”, como comenta Roberto Torres. “El potencial es la gente que se siente parte del teatro, que ha conectado”, explica a su vez que añade la importancia, también, de “abrir el mundo del teatro” a los nuevos espectadores.