Jacomar Bolaños, con jóvenes migrantes jugando al ping pong en uno de sus proyectos / CEDIDA
Jacomar Bolaños, con jóvenes migrantes jugando al ping pong en uno de sus proyectos / CEDIDA

Jacomar Bolaños o cuando el deporte vuelve a ser educación

El fundador de la ONG Paz desde el deporte, con sede en La Isleta, lleva más de quince años utilizando el juego como herramienta de integración, conciencia y ayuda con migrantes, reclusos y jóvenes

Julio Cruz

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“No concibo la vida sin ayudar”. La frase que Jacomar Bolaños tiene escrita en su perfil de WhatsApp no es un lema improvisado: es su manera de estar en el mundo. Nació en Las Palmas de Gran Canaria en abril de 1977, hijo de madre gallega y criado entre Galicia y Canarias. En su acento se mezcla esa doble identidad. “Siempre digo que soy un canario castrado de voz, pero más canario que nada”, dice sonriendo.

Orgulloso de hacerlo, vive desde hace más de veinte años en el barrio de La Isleta, donde también tiene la sede de su ONG, Paz desde el deporte. “Antes vivíamos en Arenales, pero siempre veníamos a caminar a Las Canteras. Dijimos que queríamos hacerlo cada vez que quisiéramos, y aquí seguimos”. Ese mismo impulso de actuar sin esperar a nadie lo ha guiado toda su vida.

De niño, Jacomar prefería ver a Karlos Arguiñano antes que dibujos animados. Soñaba con ser cocinero, pero la vida lo llevó por otros caminos. Después del instituto estudió en el Hotel Escuela Santa Brígida, donde obtuvo la diplomatura en Dirección y Gestión Hotelera, una formación conjunta de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Hecansa.

Las personas en el centro

Comenzó su carrera profesional en el Hotel Santa Catalina, en el departamento de Recursos Humanos. “Siempre quise centrarme más en las personas”, explica. Tras ese trabajo como adjunto a la gerencia, se marchó a una empresa de comunicación que organizó el primer campeonato de España de golf celebrado en Canarias, en El Cortijo. “A partir de ahí empecé a tocar publicidad, y eso me llevó a Canal 9 Las Arenas y otros medios”.

Su trayectoria ha estado siempre a caballo entre la hostelería, la comunicación y el deporte. “He trabajado en muchas cosas, pero siempre con personas. Y siempre con la idea de que ayudar es lo primero”, relata con gran determinación.

El punto de inflexión llegó en 2009. Jacomar practicaba deporte desde niño —“he estado federado en quince disciplinas”, asegura— y lo consideraba un espacio limpio, educativo e inspirador. Pero algo cambió. “Había demasiada porquería metida dentro del deporte. Padres gritones, violencia verbal... No lo entendía. Y dije: se acabó, hay que hacer algo”.

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Inauguración, en 2014, de la sede en La Isleta. Jacomar Bolaños con Miguelo Betancor y Germán Dévora / CEDIDA

La Liga de Baloncesto Aficionado, el germen

Ese “algo” se convirtió en la Liga de Baloncesto Aficionado (LBA), con un lema que condensaba su filosofía: Creando Deporte, Fomentando Paz. “Queríamos demostrar que se podía disfrutar del deporte desde el respeto y los valores”, rememora.

En una de las finales, un espectador gritó al árbitro. Jacomar paró el partido y le invitó a abandonar el pabellón. “Desde el primer momento no permitimos ni una. Ni un insulto”, dice. Antes de cada encuentro, reunía a los equipos para dar un breve discurso: “Esto es lo que vamos a permitir, esto no. Vamos a animar, pero sin faltar el respeto a nadie”.

Años después, la Ley de Protección Integrtal a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia (LOPIVI) de 2021 recogería muchas de las prácticas que él ya aplicaba. “Esa ley es buena, pero no se cumple nada”, afirma con la experiencia de quien lleva más de una década defendiendo el deporte como herramienta educativa.

Respaldo y colaboraciones de peso

Con el paso del tiempo, Paz desde el Deporte amplió su radio de acción. Pasó de la concienciación a la acción directa, colaborando con otras organizaciones. Una de las primeras fue Goals for Freedom, la ONG de Patricia Campos Doménech, primera mujer piloto del Ejército del Aire y entrenadora profesional de fútbol en Estados Unidos. “La invitamos a jugar un partido benéfico aquí en Canarias. Recaudamos dinero para vacunas contra la malaria y para mujeres y niños con sida en Uganda”, recuerda.

Otro de sus hitos fue la campaña “No buscamos héroes, sé humano. Dona sangre, dona médula”, en colaboración con el Servicio Canario de Salud. La ONG visitó clubes deportivos para organizar jornadas de donación de sangre y charlas sobre médula ósea. “Juntamos a los mejores deportistas de las islas, gente del nivel de David Silva, Sergio Rodríguez, Carla Suárez... todos. Fue brutal. Ese vídeo nos dio muchas amistades y una enorme satisfacción.”

En 2014, la ONG se constituyó oficialmente y abrió su primer local en La Isleta, inaugurado por Miguelo Betancor, presidente del Club Baloncesto Gran Canaria, y Germán Dévora, presidente de honor de la UD Las Palmas. “Fue un momento muy especial. Desde entonces no hemos parado.”

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Con un equipo de fútbol conformado por jóvenes con los que lleva a cabo uno de sus proyectos / CEDIDA

Trabajo con migrantes 

Aunque también trabajan con jóvenes locales con medidas judiciales a través de otras ONG, uno de los proyectos más sólidos de la ONG se centra en el trabajo con migrantes. Bajo el mismo lema original, Jacomar y su equipo organizan entrenamientos de fútbol y tenis de mesa para africanos llegados en patera, en colaboración con Cruz Roja. “Les damos rutinas los martes y jueves. Fútbol por la mañana en el campo de la Autoridad Portuaria y ping pong por la tarde en el colegio León y Castillo.”

El año pasado, la Federación Española de Fútbol se enteró del proyecto y envió dos camiones de equipaciones. “Nos ahorró muchísimo. Ahora tenemos camisetas, medias, canilleras... Solo nos faltan botas.” Ahora es LaLiga la que, próximamente, aportará material.

Más allá del deporte, el grupo se ha integrado en la vida del barrio. En 2024, cincuenta jóvenes musulmanes participaron en una de las alfombras de la Virgen del Carmen, una fiesta cristiana. “Vinieron a trabajar con nosotros y gracias a ellos se formó la alfombra. Fue un ejemplo de integración total.”

El local de la ONG está en la calle Tecén, número 127, en una antigua panadería llamada El Panito. “Le dejamos el nombre por cariño al barrio”, comenta. Desde este espacio en La Isleta, Jacomar ha convertido el tenis de mesa en una herramienta social con dos proyectos estables que combinan actividad física, educación y valores.

Más juego, menos pantallas

El primero, El tenis de mesa como herramienta de inclusión, lleva clases gratuitas a colegios e institutos con aulas en clave, donde estudian niños con discapacidad o necesidades educativas especiales. “Hemos estado en La Aldea, San Bartolomé, Santa Lucía... por toda la isla”, cuenta. El segundo, El tenis de mesa como herramienta de reinserción, se desarrolla en el centro penitenciario del Salto del Negro. “Vamos todos los lunes a dar clases. Hacemos seguimiento cuando los internos pasan a tercer grado o salen en libertad. Si no tienen delitos sexuales, pueden venir a entrenar con nosotros al Club Deportivo Raycan”. Ambos programas comparten un mismo principio: el deporte como vía de transformación personal y social. “El deporte no es lo importante, lo importante es lo que se consigue con él”, asegura con rotundidad.

El nuevo proyecto que está a punto de ponerse en marcha se llama Pon el pin al ping pong y busca reducir el uso excesivo del móvil entre los jóvenes a través del juego. “Lo probamos en Tenerife con siete chicos durante una hora, y ninguno sacó el móvil”. El plan consiste en recorrer los municipios de la provincia de Las Palmas con un furgón adaptado, mesas de ping pong y carpas, en colaboración con los ayuntamientos. “Queremos que los jóvenes vuelvan a socializar sin pantallas, jugando, hablando, riendo”.

Paz desde el deporte cuenta con el apoyo de la Fundación La Caixa, Perforaciones Trujillo y Dielca, y con la colaboración del Instituto Insular de Deportes, Instituto Municipal de Deportes y la Autoridad Portuaria, que ceden instalaciones y recursos. También están cerca de sumarse Vithas o Aquarius.

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En el centro, Reyes Beller, directora de fútbol femenino de la RFEF y Jacomar Bolaños / CEDIDA

Orientador deportivo 

Paralelamente, Jacomar vive de su trabajo como orientador deportivo, una especialidad que combina acompañamiento emocional y energía corporal. “El cuerpo tiene un circuito cerrado, como una tubería. Si se bloquea, no estás bien ni física ni emocionalmente. Las emociones son pura energía. Si no las gestionas, las acumulas, y eso te enferma. Cuando el cuerpo baja la guardia, te viene el golpe: ansiedad, crisis...”. Su experiencia lo ha llevado a trabajar con futbolistas profesionales de primeras ligas europeas. “Me llaman los fines de semana antes de jugar. Trabajamos para cuidar a la persona, no solo al deportista”. Muchas de las donaciones que sostienen la ONG provienen de esos deportistas. “Las subvenciones llegan cuando llegan, pero gracias a mi trabajo y a esas donaciones seguimos adelante. Ninguna de las personas que colaboramos cobra sueldo, todo se reinvierte”, puntualiza.

Cuando se le pregunta por qué lo hace, no duda. “Siempre he tenido eso dentro. Desde niño. No puedo evitarlo”. Los colectivos con los que trabaja —migrantes, reclusos, jóvenes, personas con discapacidad— representan, para él, distintas caras de una misma necesidad: ser vistos, escuchados y acompañados. “El deporte es solo una excusa. Lo importante es que la gente se sienta parte de algo. Que nadie se quede fuera”.

En su local de La Isleta, entre mesas de ping-pong, camisetas y balones, Jacomar Bolaños sigue preparando proyectos, repartiendo equipaciones y soñando con su furgón nuevo para llevar el juego —y la esperanza— a todos los rincones. Su filosofía se resume en una frase sencilla: paz desde el deporte.