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En la fotografía, Miguel Ángel Brindisi con Maciel detrás

La estela de Miguel Ángel Brindisi

No soy objetivo con Brindisi porque la objetividad no existe con los ídolos de la infancia

Yo vi jugar a Brindisi, y además lo vi muchos partidos, casi al lado de donde estaba sentado, lo vi marcar muchos goles de falta por la escuadra, rematar de forma certera y elegante, inventar pases para que corriera Morete, y detener o acelerar el juego cuando quería, como si tuviera todos los mapas secretos de lo que se iba a encontrar a cada instante. Yo tenía menos de quince años, y a esa edad se asientan los mitos; pero creo que fui un tipo con suerte por poder ver a Brindisi tantas veces en el Insular. Venía de liderar el Huracán del 73 de Menotti y luego se marcharía a jugar con Maradona en el Boca Juniors, formando la que muchos consideran como una de las sociedades que mejor ha funcionado jamás en el centro del campo.

No soy objetivo con Brindisi porque la objetividad no existe en esas circunstancias de los ídolos de la infancia, pero escuchándolo el otro día me ratifico en la suerte que tuve, por su sensatez, su presencia, su saber estar, y por todo el fútbol que atesora en su cabeza. De lo que hablo es de una entrevista reciente con Quique Wolff, otro grande que vi jugar de amarillo, y al que también tengo en ese pedestal de las idealizaciones futboleras. En esa entrevista que pueden seguir en el programa Simplemente Fútbol , Brindisi y Wolff, hablan mucho de la Unión Deportiva, sobre todo de Jesús García Panasco y todo lo que proyectaba en el grupo. Brindisi recuerda que le costó mucho entrar en la dinámica de Las Palmas el primer año y cómo Panasco le dijo que ese primer año, para los dirigentes amarillos, era siempre de adaptación y que, por tanto, no tenía por qué preocuparse si las cosas no le estaban saliendo como quería. De no haber estado García Panasco, a lo mejor el jugador argentino hubiera tirado la toalla y no hubiéramos vivido todo lo que vivimos luego en las siguientes temporadas de amarillo, con participaciones en la UEFA, que hoy sería la Champions, y con la final de Copa del Rey ante el Barcelona.

Anécdota

Recuerdo, hablando de esos inicios, cuando una parte de la hinchada amarilla gritaba Morete Paquete, en los primeros partidos del  delantero argentino porque no marcaba los goles que se esperaban de un jugador de su categoría. Al poco tiempo, Morete calló todas aquellas bocas y se convirtió en el gran delantero centro de Las Palmas disputándole, como rememora Brindisi en esa entrevista, el Pichichi al gran Mario Alberto Kempes. Justamente con Kempes hay otra gran anécdota de Brindisi en esa conversación con Quique Wolff. Recuerda cómo los jugadores canarios se derrotaban o ganaban de antemano por cuestiones que no tenían que ver con el fútbol sino con la actitud, y casi podríamos decir que con la superstición. De repente escuchaba decir que perderían contra el Elche porque ese campo nunca se les daba bien, y por más que Brindisi les recordaba que tenían más equipo que el club ilicitano, los jugadores seguían insistiendo en sus presentimientos y, por supuesto, perdían; pero luego jugaban contra el Valencia y recordaban que ese estadio sí se les daba siempre bien, y por más que Brindisi recordara a Kempes, a Bonhoff, a Felman o a Solsona, los jugadores canarios no salían de sus argumentos casi esotéricos y, claro, salían al campo y ganaban el partido.

Creo que eso a veces es muy canario, y que nos derrotamos o apostamos por la victoria en cualquier faceta de la vida solo por ese pálpito del que hablaban nuestros abuelos, y ya sabemos que en la vida, y también en el fútbol, casi todo es actitud y voluntad por querer lograr lo que uno sueña. Me llamó la atención ese razonamiento de Brindisi sobre nuestra idiosincrasia y nuestra manera de entender las cosas del destino, que no deja de tener algo de genialidad, de jugar cuando se alineen algunas estrellas, haya un eclipse o coincida con un determinado número en el calendario. Pero de esa entrevista, como comenté al principio, me quedo con la tranquilidad de que supe elegir a mi ídolo de infancia. Un gran tipo, Brindisi, una de esas personas a las que escucharías durante horas. También son muchas las horas en las que puedo recrear cualquiera de sus jugadas cuando vistió aquella camiseta amarilla de tela en la que se fueron escribiendo tantos y tantos sueños inolvidables.