Tras el apagón en la Península y en medio del debate sobre la transición energética y el papel de las energías renovables, surgen preguntas sobre la viabilidad de recurrir a la energía nuclear. ¿Sería posible tomar este camino en Canarias como alternativa al uso de combustibles fósiles?
Javier Hernández, ingeniero industrial especializado en energías renovables, y Francisco Ramos, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico y especialista en Economía de la Energía, analizan los pros y contras de esta posibilidad.
Impacto de la nuclear en las Islas
Desde el punto de vista técnico, Hernández afirma que instalar una central nuclear en Canarias no es imposible, especialmente si se consideran tecnologías como los reactores modulares pequeños (SMR).
Sin embargo, matiza que los riesgos volcánicos, sísmicos y ambientales, sumados a dificultades logísticas y sociales, hacen que esta opción no sea ni prioritaria ni necesaria en el contexto actual. "No hay planes oficiales para una central nuclear en Canarias", subraya, y califica la idea como un "proyecto más académico que real".
Además, destaca que una infraestructura nuclear implicaría un impacto ambiental considerable en un entorno frágil como el canario: desde la alteración térmica del mar hasta la necesidad de almacenar residuos radiactivos a largo plazo, pasando por la fragmentación de hábitats terrestres.
Una solución excesiva
Francisco Ramos, por su parte, cuestiona la idoneidad de la energía nuclear por razones técnicas y económicas. "Aunque existen tecnologías nucleares pequeñas, incluso esos 300 MW son demasiado grandes para una isla como Tenerife o Gran Canaria", explica. Por lo que, añade que en sistemas insulares con picos de demanda reducidos, una fuente tan concentrada resulta difícil de gestionar.
Además, según expone el economista, el alto coste, la complejidad de los residuos y el largo periodo de amortización (50 años) hacen que la inversión en nuevas plantas nucleares no resulte atractiva. Ramos considera que mantener las ya existentes en la península podría ser útil durante la transición, pero instalar nuevas en Canarias no es adecuado.
Una alternativa a corto plazo
Ambos expertos coinciden en que la transición energética en Canarias debe basarse en un modelo renovable, pero que aún existen limitaciones tecnológicas y de infraestructura. Para Ramos, la solución transitoria ideal es el uso de gas natural en los ciclos combinados de Gran Canaria y Tenerife, dado que “contamina un 35% menos que el fuelóleo actual”, y puede aprovechar las instalaciones existentes — en las centrales eléctricas de ambas islas capitalinas —, ya preparadas para esta fuente, argumenta.
La inclusión del gas natural en la ecuación, asimismo, facilitaría el uso en el transporte marítimo, según el economista, y se cumpliría con las futuras normativas ambientales. La regasificación –proceso necesario para convertir el gas licuado en usable– se puede hacer incluso a bordo de barcos, reduciendo la necesidad de grandes infraestructuras, plantea.
¿Y las renovables?
El ingeniero recalca que, según los datos de REE, en 2024, las energías renovables alcanzaron un récord histórico del 21,2 % de la generación eléctrica en Canarias, impulsadas por la eólica (16,2 %) y la fotovoltaica, con un crecimiento anual del 15,9 %.
Por ello, Hernández considera clave continuar este camino, además de seguir explorando el potencial de otras fuentes como la geotermia, actualmente en fase de exploración, y en tecnologías marinas como la energía undimotriz, en el Archipiélago.
El verdadero reto
Tanto para el catedrático como el ingeniero, el gran desafío de las renovables en Canarias es el almacenamiento y la estabilidad de la red. Hernández señala que aunque el potencial de la solar, eólica y geotérmica es inmenso, es imprescindible contar con sistemas de almacenamiento masivo, como las centrales hidroeléctricas de bombeo o baterías, y con tecnologías que aporten inercia virtual y control de frecuencia.
Ramos refuerza esta idea explicando que, sin sistemas de almacenamiento eficientes, un exceso de generación renovable puede desestabilizar la red, como “se evidenció en recientes apagones”. Hasta que no se refuerce esta infraestructura, “será necesario mantener una base mínima de generación convencional (al menos un 20-25 %)”.
Conclusión
La energía nuclear no es, a día de hoy, una opción viable ni prioritaria para Canarias. Tanto por su escala, como por los riesgos geológicos, la falta de aceptación social y la existencia de alternativas más adaptadas al contexto insular.
En cambio, los expertos coinciden en que el futuro pasa por reforzar las redes eléctricas y sistemas de almacenamiento; aprovechar al máximo el potencial renovable; utilizar el gas natural como tecnología puente, así como apostar por una planificación inteligente y resiliente del sistema energético.
En definitiva, Canarias tiene los recursos y la visión para avanzar hacia un sistema energético más limpio, pero necesita inversiones estratégicas, no atajos nucleares.

