Trabajadores del transporte interurbano de viajeros de Gran Canaria en huelga. /AH
Trabajadores del transporte interurbano de viajeros de Gran Canaria en huelga. /AH

¿Por qué molestan las huelgas? Los canarios ya no tienen conciencia de clase

Existe una tensión entre reivindicar derechos laborales y las molestias que las huelgas generan en el día a día del resto de la población. La individualización, el contexto económico y la información juegan un papel en ello

ariadna

¿Es molesto que los trabajadores se pongan en huelga? ¿Molesta más no poder coger la guagua que las condiciones laborales precarias? La reciente huelga del transporte interurbano en la provincia de Las Palmas ha puesto de relieve la tensión entre reivindicar derechos laborales y las molestias que estas acciones generan en el día a día del resto de la ciudadanía hasta el punto de que parte de los usuarios ponen el foco en los chóferes como responsables sin considerar los motivos de la huelga. 

Esto ocurre en las huelgas también de otros sectores. Se repite al verse los servicios condicionados. El rechazo de la sociedad y la incomodidad que se extiende en el ambiente ante una reivindicación laboral se debe sobre todo a la incomprensión generalizada y el individualismo, según Tenisca Gil, decana del Colegio Oficial de Ciencias Políticas y de la Sociología de Canarias y Paloma Barros, secretaria general de la Unión Insular de Tenerife de CCOO. 

Un contexto precario 

La socióloga explica que  “en Canarias hay una mezcla de posiciones. Sí hay sectores de la población que comprenden las huelgas como una expresión legítima y necesaria de desacuerdo, para conseguir derechos laborales y distribución de poder entre trabajador, empleador y administración. Pero también existe una gran parte que las critica y focaliza el problema en los trabajadores más que en las causas estructurales”. 

Este sesgo, según Gil, surge cuando los efectos visibles, como retrasos o molestias, afectan la cotidianidad de las personas, quienes suelen desconocer los motivos previos de la huelga. “No hay que olvidar que en Canarias tenemos un contexto de inseguridad laboral, con una tasa de paro por encima de la media nacional, y en ese escenario es comprensible que muchas personas se resientan ante una huelga de transporte que interrumpe su día a día”, añade.

La importancia de la información

En toda esta rueda también juegan su papel los medios de comunicación. La decana subraya que los medios suelen centrarse en las consecuencias inmediatas de los conflictos, como retrasos o incomodidades, dejando en segundo plano las causas estructurales que los provocan. 

“Esto, aunado a un contexto de individualidad y rapidez en la que vivimos, donde no hay tiempo para pensar en lo colectivo y la precariedad laboral consume la mayor parte de nuestra energía, hace que sea fácil culpar al trabajador”, comenta Gil.

La huelga como una molestia

Asimismo, la pérdida de conciencia de clase es otro factor que influye en la percepción social de las huelgas, pues “las personas no relacionan sus problemas laborales con estructuras más amplias y ven la huelga como una molestia más que como un derecho colectivo”. 

Sin embargo, como socióloga, reconoce ciertos avances: “Hoy, gracias a las redes sociales y la visibilidad que tienen los conflictos laborales, hay más espacio para escuchar distintas posiciones. Además, las generaciones jóvenes están más sensibles a temas de justicia social, desigualdad o derechos laborales”.

Huelga de transporte de mercancías y viajeros en la provincia de Las Palmas / EFE
Huelga de transporte de mercancías y viajeros en la provincia de Las Palmas / EFE

 

Sociedad individualizada 

Desde los sindicatos, Barros coincide en que  la incomprensión de las huelgas es un fenómeno generalizado. “La visión hacia las huelgas es un mal endémico. Vivimos en una sociedad donde el individuo prima sobre el grupo. Mientras un conflicto no nos afecte directamente, pensamos que es problema de los demás. Es más fácil quejarse que arrimar el hombro”, apunta. 

Barros explica que la finalidad de una huelga no es perjudicar a la ciudadanía, sino visibilizar un conflicto que afecta a los trabajadores y, en última instancia, a toda la sociedad: “Trabajadores y ciudadanía, en el fondo, somos lo mismo. La incomodidad que se genera, por ejemplo en transporte, no busca fastidiar, sino aumentar la resonancia para que las compañías o administraciones atiendan las reivindicaciones”.

Necesidad de empatía 

Ambas expertas coinciden en que la solución pasa por la educación y la comunicación. Gil propone incluir contenidos sobre historia laboral y derechos sociales, fomentar campañas de sensibilización y exigir transparencia a gobiernos y patronales: “No debemos dejar que el relato lo marquen solo los titulares, sino ofrecer contexto y razones de fondo a la ciudadanía”.

Barros insiste en la necesidad de “abrir un poco los ojos” para así “leer el panfleto que nos ofrece un trabajador que se está manifestando” y conocer el por qué. Al final, todo se trata de un poco de empatía en este mundo individualizado.