Vivir del entorno rural siendo joven: las dos caras de la moneda

El amor por su trabajo anima a muchos jóvenes agricultores o ganaderos a continuar con la tradición familiar, pero el sacrificio y la precariedad obliga a otros a seguir un camino diferente

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Alba y Abraham con su ganado. / Cedida
Alba y Abraham con su ganado. / Cedida

Dedicarse a la ganadería en Canarias es sinónimo de vocación. A pesar de que la situación económica y la imagen que tiene el sector actualmente no invite a los jóvenes a dedicarse a ello, la tradición familiar y el amor por los animales ha empujado a muchos canarios a comprometerse en cuerpo y alma.

Pero no todos han tenido la misma suerte. Hay otros casos en los que, por decisión propia o por dificultades económicas, han optado por no seguir en ese camino. 

Atlántico Hoy ha conocido de primera mano las dos caras de la moneda. Alba y Abraham son una joven pareja que tiene su propia ganadería y quesería en el municipio tinerfeño de La Laguna, y por otro a Laura y a Sarai, cuyas familias se dedicaron a la ganadería pero ellas decidieron darle un rumbo diferente a su vida por el sacrificio que supone dicho sector.

‘’No me imagino una vida sin mis animales’’

Los animales han formado parte de la vida de Alba y Abraham desde pequeños, ya que ella se crió con el ganado de su abuelo y él con las cabras de su padre. Ahora, son ellos los que como pareja crearon su propia explotación ganadera. ‘’Hemos crecido con esto, y yo a día de hoy no me imagino una vida sin mis animales’’, explica Alba.

Pero esta vocación tiene actualmente muchos problemas. ‘’La ganadería es difícil en estos tiempos. La subida del pienso y otras circunstancias como la burocracia nos han afectado mucho. Los jóvenes que empiezan en el sector se aburren de todos los ‘peros’ que se encuentran’’.

Buscar trabajo fuera de la ganadería 

La situación no ha sido nada fácil, y las ayudas no suponen una mejora a largo plazo a explotaciones como la de Alba. ‘’En vez de dar dinero a todos los ganaderos, deberían subvencionar una parte de la ración, sería de más ayuda. Por ejemplo, si recibo 2.000 euros los tengo que invertir en el pienso. A lo mejor escapas una semana, pero aunque no vea tan rentables esas subvenciones tengo que pedirlas para poder subsistir’’.

Para no perder a sus animales, Alba y Abraham tuvieron que buscar un trabajo fuera de la ganadería. ‘’Queremos permanecer en este sector y vivir de nuestros animales para ser felices como lo hemos sido desde pequeños. Es una pena llegar a estas circunstancias donde jóvenes o mayores han tenido que quitar a la mitad o a todos sus animales’’, lamenta la joven.

La elección de no continuar con la tradición familiar

Pero muchas veces las ganas y la vocación no lo son todo para poder continuar con un proyecto. Laura cuenta a Atlántico Hoy que sus padres se dedicaron tanto a la agricultura como a la ganadería, sectores donde sufrieron muchas dificultades económicas. ‘’Cuando estuvieron de agricultores el producto tenía salida, pero la cooperativa les pagaba a lo mejor a los dos meses y no sabían cuánto dinero iban a cobrar. Así no valía la pena trabajar'', narra Laura.   

Tras dejar la agricultura, sus padres probaron suerte con la ganadería, pero la experiencia no fue nada diferente. ‘’Ellos intentaron hacerlo todo bien, pero son muchos gastos y trabas. Forraje, veterinario, poner las instalaciones como te las piden… Las administraciones no ayudaban en nada, solo ponían pegas’’, señala Laura.

El objetivo de sus padres era que ese negocio pasase a sus hijos, así como a sus nietos, pero ninguno de ellos continuó con la tradición. ‘’Yo vi que no era viable porque no puedes sacar un sueldo para tus gastos. Estas esperando a que otro te quiera pagar para poder vivir’’.

''Vi lo mal que estaba el sector y decidí tomar otro camino'' 

El caso de Sarai es similar. Al igual que su abuelo, su padre y su tío son ganaderos, pero ella decidió no seguir ese rumbo. La joven recuerda su infancia con mucho cariño. ''Mientras el resto se iba a la playa el fin de semana, tú como buen hijo de ganadero te levantabas temprano para ayudar a tus padres en las labores del día. Aquellos domingos en los que había feria de ganado o romería te levantabas con especial ilusión porque ese día significaba día de fiesta aunque el trabajo hubiera que hacerlo igual''. 

Con el paso de los años, Sarai se da cuenta de las complicaciones. ''Recuerdo que la única fuente de ingresos que había en mi casa se paralizó. Esto coincide con los años donde voy a cumplir la mayoría de edad, y debo tomar una decisión que ponga rumbo a mi futuro''. Sus padres le recomendaron que buscase otro camino que no fuese el de ganadera.

Sarai considera que la gente joven no sigue con estas actividades no porque no les guste, sino porque cada día hay más impedimentos para ello. ''Hoy en día sacar adelante una granja única y exclusivamente con alimentación a base de piensos y forrajes es muy complicado, y más aún con el incremento de los precios. Eso sin mencionar la calidad final del producto, ya que no es igual un queso de granja que uno que provenga de cabra que sale a pastar''. 

Para la joven, el sector ganadero está bastante tocado y sin expectativas de mejorar. ''Dan ayudas para los jóvenes, pero ponen mil requisitos y aún así no son suficientes para sacar adelante una granja'', concluye.