El tren de Gran Canaria vuelve a escena. Tras la firma del protocolo entre el Estado, el Gobierno autonómico y el Cabildo, la isla recupera una vez más debate que se arrastra desde hace más de dos décadas.
El proyecto está valorado en 2.000 millones de euros para una línea de 58 kilómetros y 11 estaciones entre la capital y el sur turístico. Por ahora, no cuenta con financiación asignada ni con fecha de inicio, y el protocolo firmado supone únicamente un compromiso político para avanzar en su desarrollo.
Cansados de esperar
Desde UGT, el vicesecretario de organización Francisco González lo resumió en una frase: “El tren de Gran Canaria, a ver si algún día llega”. Para él, el problema no es nuevo. “Llevamos veinte años con el tren sobre la mesa, pero el tren no está todavía”, lamenta.
Su mayor preocupación son los plazos. “Se pueden firmar muchos acuerdos, pero si no hay una fecha clara de inicio y de finalización, todo se prolongará otros veinte años más”, advierte. González teme además que la infraestructura acabe pensada más para “acercar la mano de obra a la zona turística” que para resolver la movilidad cotidiana de la población.
Turismo expectante
En el lado empresarial, el presidente de la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo (FEHT), José María Mañaricúa, se muestra más optimista. “Invertir en movilidad y conectividad es necesario tanto para residentes como para turistas”, asegura.
Ve el tren como una “alternativa más” para aliviar los atascos en la GC-1. Eso sí, pone condiciones: “Si no hay aparcamientos amplios y baratos junto a las estaciones, la gente seguirá cogiendo el coche”. Para el sector turístico, el tren sería un plus tanto para los visitantes que llegan al aeropuerto como para los residentes que viajan al sur en vacaciones.
Empresarios prudentes
Más prudente se mostró el vicepresidente de la Confederación Canaria de Empresarios (CCE), José Cristóbal García, que prefirió no colocarse en un sí o un no. “Ni favorable ni desfavorable”, señaló, antes de remarcar que “no se trata de poner un tren aquí y ya está”.
Reclama una planificación integral de la movilidad insular antes de afrontar una inversión de tal envergadura. “Lo que siempre hemos echado en falta es una planificación seria. Parece más un ‘Tenerife tiene tren, pues nosotros también’, que un proyecto basado en estudios en profundidad”, reflexiona.
García recuerda además que al coste inicial habrá que sumar el mantenimiento a largo plazo, y que la verdadera medida de éxito será si de verdad logra mejorar la vida de residentes, trabajadores y turistas.
Una promesa pendiente
Las tres voces reflejan un sentimiento común en la isla: la necesidad de soluciones ante una GC-1 cada vez más colapsada. Pero también la desconfianza hacia un proyecto que acumula veinte años de anuncios.
El protocolo firmado esta semana es un paso político relevante, aunque todavía sin financiación concreta ni fechas de inicio. El tren de Gran Canaria sigue siendo, por ahora, una promesa pendiente.
