En el corazón de Gran Canaria se esconde un rincón donde el tiempo parece transcurrir más despacio, donde la naturaleza impone su ritmo y el silencio lo envuelve todo. No es la típica imagen de sol y playa que muchos asocian al archipiélago. Es otra Canarias, más íntima, más salvaje, más esencial.
Quienes buscan un lugar distinto, sin prisas ni aglomeraciones, pueden encontrarlo en las alturas de la isla, entre barrancos y cielos estrellados. Una experiencia que va más allá de una simple visita para convertirse en refugio y reencuentro.
Casas cueva rurales
A más de mil metros sobre el nivel del mar, Artenara ofrece uno de los alojamientos más singulares del archipiélago: las casas cueva. Talladas en la roca volcánica, estas viviendas tradicionales mantienen una temperatura estable durante todo el año y están completamente integradas en el paisaje.
Lejos del bullicio urbano, dormir en una de estas cuevas es sumergirse en una experiencia ancestral. Su interior es cálido, silencioso y acogedor, pero con todas las comodidades de un alojamiento moderno. Un lugar ideal para quienes buscan desconectar del estrés y reconectar con la esencia.
Beneficios de la naturaleza
No es casualidad que el turismo rural esté en auge. Numerosos estudios han demostrado que pasar tiempo en entornos naturales mejora la salud mental, reduce la ansiedad y fomenta la creatividad. En Artenara, esto se traduce en paseos por senderos que cruzan barrancos, miradores que cortan la respiración y cielos nocturnos que parecen sacados de otro planeta.
El bienestar emocional que se experimenta aquí no es solo un eslogan: es una realidad avalada por quienes regresan año tras año buscando la misma paz.

Qué ver en Artenara
El municipio más alto de la isla no solo ofrece naturaleza, también historia y cultura. Lugares como el Museo de las Casas Cueva permiten conocer cómo vivían los antiguos pobladores, mientras que el Mirador de Unamuno ofrece panorámicas que inspiraron al célebre escritor español durante su estancia en la isla.
Otros puntos de interés como la iglesia de San Matías o el Parque Natural de Tamadaba completan un recorrido que mezcla tradición, paisaje y espiritualidad.
La desconexión digital
Alojarse en una casa cueva también implica, para muchos, alejarse del móvil, las notificaciones y la conexión constante. En este rincón de la isla, el silencio se valora, la conversación fluye y las noches se llenan de estrellas, no de pantallas.
Es un espacio propicio para la desconexión digital, esa necesidad cada vez más urgente de vivir el presente sin distracciones. Artenara no es solo un destino, es un cambio de ritmo. Es el lugar donde lo rural cobra sentido, donde se camina sin prisa y donde el turista se convierte en viajero. En cada sendero, en cada casa cueva, se esconde una oportunidad para detenerse, respirar y recordar lo que de verdad importa.