Entre la niebla matinal y los bosques de la isla, se alza un templo que ha sido testigo de siglos de historia, fe y tradiciones. Un lugar donde la devoción se mezcla con la belleza arquitectónica y donde cada rincón guarda un relato antiguo.
No es Roma, pero bien podría serlo. Porque este enclave es considerado por muchos como el "Vaticano español" y se encuentra en un rincón especial de Canarias.
Un emblema de la fe
Ubicada en el corazón de Gran Canaria, la Basílica de Nuestra Señora del Pino es un referente espiritual y arquitectónico que se ha convertido en un símbolo para los habitantes de la isla y más allá de sus fronteras. Su historia se remonta al siglo XVI, cuando la primitiva ermita de Santa María de Terore dio paso a un templo mayor en 1607, hasta llegar a la actual iglesia, que fue construida entre 1760 y 1767 bajo la dirección del coronel Antonio de la Rocha.
Este majestuoso edificio barroco destaca por su imponente estructura de tres naves, sostenidas por arcos de medio punto que dan paso a una luz casi mística en su interior. Su techo a dos aguas y sus puertas, coronadas por vidrieras que narran los misterios del Rosario, hacen que cada visitante sienta que está entrando en un lugar sagrado, donde el arte y la fe se encuentran.
Una joya del arte sacro
Más allá de su impactante fachada, el interior de la basílica es un verdadero tesoro. El retablo de la capilla mayor, costeado por la familia Carvajal y Matos, es una de las muestras más bellas del rococó en la isla, obra de los maestros retablistas José de San Guillermo y Nicolás Jacinto Viera. Sus columnas doradas y detalles minuciosos llevan la vista del espectador hacia el altar, donde descansa la pieza más venerada del templo.
Y es que en el camarín, resguardada por siglos de historia y devoción, se encuentra la Virgen del Pino, patrona de Gran Canaria. Su origen está envuelto en la leyenda: se dice que apareció milagrosamente en la copa de un pino, lo que marcó el inicio de su culto. La imagen, tallada en madera de roble y atribuida al escultor sevillano Jorge Fernández en el siglo XVI, es el centro de la mayor festividad religiosa de la isla cada 8 de septiembre.
Un destino imprescindible
Más allá de su importancia religiosa, la Basílica de Teror es un destino que merece ser visitado por cualquier amante de la historia y la arquitectura. Su Torre Amarilla, construida en 1708, es un vestigio del arte manuelino portugués y una de las estructuras más emblemáticas del conjunto. Además, su museo parroquial, inaugurado en 2021, alberga piezas de orfebrería, mantos y objetos litúrgicos de gran valor histórico.
Ya sea por su impresionante legado artístico, su profunda conexión con la identidad canaria o simplemente por la serenidad que se respira entre sus muros, la Basílica de Teror sigue siendo uno de los enclaves más fascinantes de Canarias. Un lugar donde la historia, la cultura y la espiritualidad se unen en un solo punto, dejando una huella imborrable en todo aquel que la visita.