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Imagen del volcán Caldera Blanca de Timanfaya/ / HOLA ISLAS CANARIAS

Ni Hawái ni Islandia: el rincón volcánico de Lanzarote que es de otro planeta y casi nadie visita

El rincón oculto de Lanzarote con un cráter de más de 1.200 metros, coladas de lava solidificada y paisajes de ciencia ficción

Paisajes de otro mundo: eso es lo que te vas a encontrar en Lanzarote. La Caldera Blanca es uno de ellos. Un cráter volcánico enorme, visible desde kilómetros de distancia, que no aparece en los itinerarios más populares, pero que, sin duda, es una de las rutas más impresionantes de Canarias.

Con un paisaje lunar, casi marciano, este rincón volcánico no tiene nada que envidiar a Islandia o Hawái, y lo mejor de todo: lo puedes recorrer a pie. A diferencia de los paisajes escarpados de Islandia o de la vegetación exuberante de Hawái, la Caldera Blanca sorprende por su aridez lunar y por los tonos ocres y negros de su superficie.

El volcán más grande de Lanzarote

Situada dentro del Parque Natural de los Volcanes, en los límites del Parque Nacional de Timanfaya, la Caldera Blanca es una estructura volcánica que impresiona por su forma perfecta y su color claro, producto de la oxidación de los materiales volcánicos. La ruta comienza en la pequeña localidad de Mancha Blanca, desde donde parte un camino que atraviesa un mar de lava solidificada, conocido como malpaís.

Caminar sobre esta superficie negra y agrietada es como avanzar sobre una corteza recién enfriada de otro planeta. Nada crece, nada se escucha. Solo el viento. Tras casi una hora de caminata, se llega a la Caldera Blanca, un cráter de más de 1.200 metros de diámetro y 300 de profundidad, al que se puede subir bordeando su ladera. Desde arriba, las vistas son espectaculares: el Timanfaya al fondo, la costa al oeste y un mar de lava que se extiende hasta el horizonte.

A pesar de estar cerca de lugares tan conocidos como el Parque Nacional de Timanfaya o el pueblo de Yaiza, la Caldera Blanca es un lugar poco frecuentado, quizá por la exigencia física de llegar hasta allí o porque se han habilitado instalaciones turísticas en la zona. Pero eso, precisamente, la convierte en uno de los lugares más sobrecogedores de Lanzarote, en el que es fácil entender los orígenes geológicos de la isla y cómo sus habitantes aprendieron a convivir con un terreno tan inhóspito.

Reconocido como Reserva de la Biosfera 

Lanzarote fue reconocido como Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1993, y no es casualidad. Es una isla única, forjada por erupciones volcánicas históricas, como las que arrasaron la zona de Timanfaya entre 1730 y 1736. El resultado es un territorio formado por campos de lava, tubos volcánicos y llanuras áridas. Y la Caldera Blanca es uno de los máximos exponentes del valor geológico del territorio. 

Además, la isla ha sido pionera en integrar su riqueza paisajística con el arte, gracias en gran parte al artista y arquitecto César Manrique. El activista lanzaroteño impulsó un desarrollo turístico respetuoso con el entorno natural de la isla. Gracias a su influencia, los núcleos urbanos de Lanzarote han crecido respetando espacios naturales protegidos como el Parque Nacional de Timanfaya y los Parques Naturales de los Volcanes y del Archipiélago Chinijo.