En una isla donde el fuego volcánico moldeó la tierra y el mar regala productos únicos, la gastronomía se ha convertido en uno de los grandes motores culturales y turísticos. Lanzarote, cada vez más reconocida por la calidad de su cocina y por la pujanza de sus bodegas, celebró el pasado 2024 un hito histórico: la llegada de su primera estrella Michelin de la mano de Kamezí, un espacio gastronómico que combina tradición, vanguardia y una inmersión total en el paisaje insular.
Ubicado en Playa Blanca, dentro del complejo Kamezí Boutique Villas, el restaurante está dirigido por el chef Rubén Cuesta, un manchego de apenas 32 años que ha sabido reinterpretar el recetario local con una mirada fresca y un profundo respeto por el producto canario.
La filosofía Kamezí
Formado en el restaurante El Bohío (Illescas, Toledo), donde trabajó junto al chef Pepe Rodríguez, Cuesta ha mantenido siempre una premisa clara: poner en valor el producto de cercanía. En Kamezí, su propuesta se articula en torno a ingredientes de la tierra y el mar, potenciados en un entorno diseñado con materiales autóctonos como la roca volcánica y elementos inspirados en la flora lanzaroteña.
Su menú degustación, que tiene un precio de 160 euros (con maridaje opcional de 60 euros), es una declaración de intenciones: mostrar la riqueza de Canarias a través de platos innovadores que beben de la tradición insular.
Un viaje por las islas
La experiencia gastronómica comienza desde que entras al restaurante y pisas su terraza. A partir de ahí se suceden bocados que recorren la identidad culinaria del archipiélago: espuma de tomate, tartaleta de vieja, caldo marinero y una sorprendente sobrasada marina.
Entre los platos principales destacan el carabinero de La Santa, acompañado de arvejas; los enyesques reinterpretados —con buñuelo de morena, bocadillo de pata y el famoso conejo al salmorejo canario—; las gambas rojas de La Santa, el salmón de Uga o la ensalada de Jurel.
Creatividad y territorio
Cuesta también sorprende con combinaciones inusuales como el calamar con aguacate, coliflor y chocolate, un plato que une texturas y sabores con gran equilibrio. Otro ejemplo es la cebolla asada y glaseada con caldo de puchero o la sama a la brasa, que refuerzan la conexión con la tradición popular.
La carne de cabrito se erige como uno de los platos más representativos del menú, por su capacidad de transformar un producto humilde en alta cocina y que recuerda a las gangocheras que recorrían las islas vendiendo la carne de este animal.
Postres y bodega con identidad
El apartado dulce no se queda atrás. Entre los postres sobresalen el helado de limón y parchita o el frangollo, que revalorizan recetas tradicionales con una presentación sofisticada. El recorrido culmina con una selección de petit fours que incluyen alfajores, bombones de plátano con anís y gominolas de tuno indio.
El restaurante también presta especial atención a su propuesta enológica. La bodega de Kamezí combina vinos de pequeños viticultores de Lanzarote con una selección internacional de más de 50 países, bajo la supervisión de su sumiller. Se trata de un viaje que une el territorio volcánico insular con referencias de los cinco continentes, pensado para acompañar cada paso del menú degustación.
Espacio y entorno
Más que un restaurante, Kamezí es un proyecto integral que conecta con el entorno volcánico y marino de Lanzarote. Su arquitectura, abierta al cielo y en sintonía con la naturaleza, diluye los límites entre interior y exterior. Los materiales autóctonos y los detalles vegetales refuerzan la sensación de estar viviendo una experiencia que trasciende lo puramente gastronómico.
En definitiva, el primer restaurante con estrella Michelin en Lanzarote no es solo un lugar donde comer: es un homenaje a la isla, a sus paisajes y a su historia, convertido en una experiencia que conecta tradición, innovación y territorio.
