El agua no oculta la verdad; por un deporte limpio y justo

Carlos Ruiz.

El CNM y la Fedecanat afianzan su coordinado noviazgo y caminan de la mano nuevamente en pro de su infame coalición y beneficio mutuo. La Federación Canaria de Natación debería velar por el cumplimiento de los estatutos y reglamentos deportivos, garantizando un trato equitativo y neutral, sin favoritismos, y asegurando que las reglas del juego sean las mismas para todos los clubes.

El pasado fin de semana, del 21 al 23 de noviembre de 2025, en las instalaciones del Club Natación Metropole, tuvo lugar la Fase Previa de Copa de Clubes de Natación. En las dos últimas pruebas, los asistentes trataron de asimilar lo acontecido en los relevos 4 x 100 estilos femenino y masculino. El club metropllista, con alevosía y premeditación, suplantó a un nadador en cada uno de los relevos. Las oportunas y procedentes quejas de los testigos llevaron a la descalificación del relevo femenino. 

Pero la auténtica burla de oficio se produjo minutos después, cuando el CNM dispuso nuevamente a los relevistas masculinos con ánimo de repetir el fraude. Las reiteradas reclamaciones de justicia por parte de los presentes alertaron a los jueces, quienes detuvieron la competición. La Fedecanat permitió entonces que el club impostor localizara al nadador legítimamente inscrito para proseguir la prueba.

Todo ello, en presencia de miembros de la junta directiva del CNM, del director de competición, del primer entrenador del club, de la presidenta de la federación y ante el estupor de padres, nadadores y demás espectadores.

Amén del posible ilícito penal y de las evidentes infracciones reglamentarias, lo verdaderamente grave trasciende lo deportivo. Porque lo que está en juego no es una clasificación ni un marcador, sino los valores que debemos transmitir a quienes hoy son jóvenes deportistas y mañana serán adultos. La natación, como cualquier disciplina, debe ser una escuela de respeto, integridad y responsabilidad. Nada justifica sacrificar estos principios en favor de un éxito efímero.

Formar buenos nadadores es un objetivo deseable; formar buenas personas, un deber ineludible. Y solo cuando ambas cosas caminan juntas, el deporte conserva su sentido y su dignidad.