Felipe Ravina, biólogo marino

Opinión

Baja California Sur y Canarias. El lugar que me cambió

Graduado en Ciencias del Mar y productor de documentales submarinos

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Estoy escribiendo estas líneas en Tenerife, recién llegado de México. Un país que, aunque esté al otro lado del Océano Atlántico, siento como mi segunda casa. En La Paz, situada en Baja California Sur, estudié durante seis meses Biología Marina como parte de un intercambio con la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, donde hice el Grado de Ciencias del Mar. Mi idea siempre había sido dedicarme a la investigación y a la ciencia, pero durante mi estancia en México descubrí que lo que realmente me apasionaba era mostrarle al mundo las maravillas que esconden nuestros océanos a través de imágenes submarinas.

De vuelta en Canarias, terminé Ciencias del Mar y me centré en mis trabajos audiovisuales submarinos. Ya llevaba varios años con mi proyecto Especies de Canarias, pero fue a partir de mi estancia en México cuando decidí mejorar la calidad de mis trabajos y convertirlo en mi profesión.

Desde entonces no había tenido la posibilidad de volver a Baja California Sur, hasta que el año pasado me surgió la oportunidad de grabar en un lugar llamado Bahía Magdalena. De eso hace exactamente un año. Me impresionó tanto, que sabía que este año iba a volver.

Un viaje largo

Hay que coger tres vuelos para llegar desde Tenerife a La Paz. Tenerife – Madrid (2h 50min), Madrid – Ciudad de México (12h) y Ciudad de México – La Paz (2h 30min).

Una vez llegados a La Paz, nos unimos al resto del equipo de Discover Shark Tours, quienes organizan expediciones por todo el mundo relacionadas con los océanos y su conservación, y que además tengo la suerte de tenerlos como amigos. Después de 3 horas en coche llegamos a Bahía Magdalena.

Un lugar único

Bahía Magdalena es increíble. Dentro de la bahía hay kilómetros de manglares y dunas de arena, y mientras navegamos por el lugar en la panga, miles de aves sobrevuelan nuestras cabezas. De repente el paisaje cambia y se vuelve volcánico con rocas escarpadas y acantilados. Y lo más especial de todo: es un lugar completamente virgen. No hay ningún tipo de construcción, los ecosistemas están completamente intactos y llenos de vida allá donde mires. Viniendo de Tenerife, y viendo cómo se ha tratado la costa de nuestra isla durante las últimas décadas, donde prácticamente no quedan lugares sin construir, observar lugares como Bahía Magdalena me inspiran a seguir luchando por la conservación de nuestros océanos.

El mayor espectáculo

Dejamos la protección de la Bahía y salimos a mar abierto, en pleno Océano Pacífico. Comenzamos a ver grandes soplos en el horizonte. Nos acercamos y vemos que son ballenas jorobadas. Estas grandes ballenas, que llegan a medir 16 metros, pasan cada año por esta zona, donde pudimos disfrutar de decenas de ellas cada día durante nuestra estancia.

Continuamos nuestra navegación más de 20 millas hacia mar abierto hasta encontrarnos con el verdadero espectáculo: los marlins rayados cazando sardinas. El marlín rayado (Kajikia audax) es similar al pez espada, y se ayuda de su gran pico para atrapar a sus presas. Buscamos cualquier pista (aves, movimiento en el agua…) que nos pueda decir donde hay una bola de sardinas. Encontramos la primera en menos de media hora, metemos la cabeza en el agua y…no nos lo podíamos creer. Había más de cien marlins bajo nosotros, esperando su turno para abalanzarse sobre la bola de sardinas, uno de sus alimentos preferidos. Estuvimos hora y media sin movernos, disfrutando de semejante espectáculo de la naturaleza. Las caras de felicidad en nuestro grupo lo decían todo. Algunas personas de nuestro grupo venían también desde Tenerife, y habían cruzado un océano para ver esta maravilla.

¿Qué podemos aprender?

Las personas que nos sacan en sus pangas a disfrutar de los marlins son antiguos pescadores. Decidieron cambiar para preservar sus recursos naturales. Antes pescaban esos animales o incluso tiburones, y ahora llevan a personas de todo el mundo a observarlos vivos en el océano. Los habitantes de Bahía Magdalena también son un ejemplo de vivir en armonía con la naturaleza, de conservar y de proteger sus ecosistemas.

Esto no solo beneficia a la naturaleza, sino también a los propios habitantes del lugar. Y si nos salimos de ese lugar tan especial y comenzamos a recorrer la costa de Baja California Sur, nos damos cuenta de que está llena de lugares protegidos. Loreto, Espíritu Santo, Cabo Pulmo… son algunos de los ejemplos que se me vienen a la cabeza rápidamente. La pesca está completamente prohibida, hay un límite de embarcaciones turísticas, códigos de conducta, una autoridad (ya sean los propios locales o las autoridades) que vela porque todo esto se cumpla y un largo etcétera.

En Canarias todavía no existe un gran área marina protegida de la pesca, donde la biomasa de peces tenga la capacidad de recuperarse de la sobrepesca a la que ha sido sometida durante las últimas décadas. Tenemos inmersiones con especies protegidas como la tortuga verde y la tortuga boba visitadas por cientos de buceadores cada día sin ningún tipo de regulación. Tenemos un área única en el mundo con 400 calderones tropicales en la que cada día hay decenas de barcos de pesca deportiva, motos de agua y barcos ilegales de avistamiento de cetáceos…

En mi opinión, tenemos mucho que aprender de México en cuanto a conservación marina. No es un trabajo fácil y queda mucho por hacer, pero siguiendo la inercia de los últimos años, en la que cada vez hay más iniciativas, colectivos científicos, ongs y empresas que luchan por la conservación marina, debemos luchar entre todos para preservar lo que hace únicas a nuestras islas: nuestros paisajes y biodiversidad.