He formado parte de una fabulosa experiencia del chef Samuel Hernández (restaurante Zoco, Arona, Recomendado Repsol) que reunió a una veintena de cocineros y cocineras para desplegar divertidas actividades en torno al conocimiento de los productos canarios y su transformación. Aconteció en Los Verodes, en Santa Cruz de Tenerife, y la jornada no pudo ser más satisfactoria como los lectores-as ya pueden intuir.
Esa preciosa labor solidaria encaminada a la divulgación con los más pequeños, los que se tienen que formar para el futuro a la hora de saber alimentarse con sentido común y de forma saludable, partió de Hernández el pasado año cuando se le planteó poner en práctica esta estupenda aventura en otro centro educativo que podía cerrar algunas aulas.
Cocina, infancia y aprendizaje
“No podía aguantar eso mi corazón”, relata el chef, y así se puso a la faena con esa versión de “masterchef”. Esta vez con aproximadamente 200 niños, nada más y nada menos, a los que se les puso ‘ojitos como de mero’ con los retos de ponerse en contacto con la cocina.
Tiene mucho mérito esto, con implicación del profesorado y también de los padres y familiares, y creo que es una semilla increíble para el futuro; consiste en hacer llegar y que capten el mensaje a través de entender conceptos básicos, y también tocar la comida, palparla. Elaboraron, para eso, diferentes tapas con productos canarios y lo más especial es que los niños entendieron los procesos “desde cero” hasta terminar los enyesques.
Sabores que dejan huella
Premio doble, pues luego lo pudieron probarlos sus padres e invitados a la festiva jornada gastronómica. No puedo más que elogiar la acción porque para llevarla a cabo hay que hacerlo con determinación, que tenga fuerza con los peques,… eso queda impregnado para toda la vida en estos niños y niñas que, cuando sean mayorcitos, van a desarrollar esos fundamentos bien plantados, en sus casas o, quién sabe, quizá profesionalmente en una cocina.
Fenomenal que sepan de dónde procede la comida, de dónde viene el producto, la leche de vaca o de cabra; manipular con respeto el producto y ‘palpar’ la repostería en dos clases con peques del espectro autista. Ver a los grupos manchándose de chocolate o elaborando un bizcochón –como fue el pasado año– es un auténtico privilegio.
Un legado que emociona
“Comí en un conocido restaurante de Santa Cruz y justamente una camarera me preguntó: ‘¡perdona tú eres Samuel Hernández!’. Asentí y exclamó: ‘gracias a ti mi hijo quiere ser cocinero’. Hombre eso supone una emoción tremenda”, subraya el jefe de cocina.
Bajo la tutela del grupo de profesionales, la acción divulgativa consistió en elaborar y montar los bocados con una repercusión importante, considero, en la educación integral de estos pequeños, a los que se sumó la charla de un pescador, por ejemplo.
¡Claro que llega al corazón! como expresa Samuel Hernández, algo que así vivió un servidor. No es para menos.
