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Fran Belín./ FRAN BELÍN

Esto no lo arregla ni el ‘Clunsemín’

Cada día que nos levantamos los-as que trabajamos nos desayunamos con la nueva ocurrencia, la nueva falta de respeto a la humanidad de este prodigio de la creatividad

Cierro los ojos y me dejo llevar por el soniquete. En un momento se hace el silencio y se agradece la tregua. Estoy siguiendo –y saltando– entre informaciones y valoraciones acerca del apagón, del Papa y de Trump, claro. La vedette de las ínfulas insaciables, omnipresente hasta en el café con leche.

Cada día que nos levantamos los-as que trabajamos nos desayunamos con la nueva ocurrencia, la nueva falta de respeto a la humanidad de este prodigio de la creatividad. Pero apago el televisor para no tener que ‘tragar’ más –al menos hoy–.

Palabrería hueca y saturación informativa

Embaular todas esas retahílas y más ñoñadas de colaboradores-as que tanto saben de energías combinadas como de misiles de alto alcance y política pakistaní; de las inciertas líneas a seguir por el Vaticano y de balas y pistolas que se encasquillan.

Cierro los ojos, como para descansarlos, y los sigo oyendo. No me lo puedo creer. Algunos, algunas, se enfadan, se ofuscan, se solapan cacareando sin que la moderadora (supuestamente periodista) haga lo más mínimo por aplacar lo que en tantas ocasiones se convierte en palabrería hueca, en auténticas ‘memeses’.

Entre fármacos ficticios y desconexión

En esta pseudo-meditación en la que me voy internando surge el automatismo de apagar el aparato. ¡No se puede saber tanto de todo pardiez! Cuando en ese momento advierto, lejana, la conversación: cúmulo de palabrejas que me hacen sonreír. Me relajan.

Así, en la secuencia del que habla más cerca (me imagino también a su interlocutor) se desencadena toda una jerga casi inaudita: “Sí pero el ‘Parangolín 200 gr’ te da sueño; es preferible el ‘Primbilax’ aunque este te puede dar un vértigo o jaqueca; a mí me va de maravilla el ‘Clunsemín’, que no tiene tantos efectos y te deja como una rosa, aunque te puede soltar un poco la barriga…”. Nombres ficticios de medicamentos (claro) que se suceden a lo largo de un buen rato. Qué divertido y relajante.

El ruido político y la falta de humanidad

Entorno los ojos y escucho opiniones de aranceles, el hermano de Sánchez y el juez Peinado. Es más: me quedo atónito con una burda explicación (científica) en el Parlamento del propio Sánchez (cuando aún no se ha aclarado la causa del Apagón). Me hubiera encantado contrarrestar la majadería –¡España está de fábula!– con la animada charla de las medicinas. Eso sí que mola.

Cierro los ojos, hoy quizá más cansado, y cuando parece que en este momento todos saben más que nunca de todo decido tomármelo a la risa. De ingeniería industrial y energías alternativas, de instituciones penitenciarias a cuenta de la desvergüenza con la asesina del niño Gabriel... Miro la pantalla o escucho la radio en el coche. En el móvil me ‘aletean’ chorradas (y títulos en redes: “se avecinan tormentas como jamás se han visto”).

Lo que no se escucha

Permitan la insistencia porque vuelvo a cerrar los ojos. Ahora, por más que me concentro no escucho palabras sinceras, exactas, de calidez y calidad humana: “Este problema de dependencia se lo voy a arreglar ahora mismo”; “señora, usted tiene ya mismo disponible su vivienda”; “señor, pase aquí que este contratiempo sanitario se resuelve ipso facto”; “no se preocupe usted que nos volcamos de esto, que esto no es asunto de izquierdas o derechas sino de dignidad humana”.

No. No escucho ni las caídas de las hojas de los árboles o las que llevan la firma de dimisiones. No existe la eficiencia basada en la humanidad, subirán la electricidad después de lo acontecido. Así que yo me conformaría, la próxima, con cerrar los ojos y escuchar las fabulosas ventajas del ‘Clunsemín’. A pesar de las contraindicaciones.