xavier salvador

Opinión

¿Hay una burbuja de vivienda en Canarias?

Periodista, CEO de Atlántico Hoy

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Solo en mayo, en el territorio canario se llevaron a cabo 60.059 compraventas de viviendas. La cifra, así en términos absolutos, no nos dice nada especial. Sin embargo, ese guarismo es el más elevado que se registra desde 2008, justo cuando se pinchó la burbuja por la crisis de Lehman Brothers y un pánico financiero se extendió por todo el mundo, con especial incidencia en la economía española.

Solo la vivienda de ocasión (49.791 compraventas en mayo) creció el 31,1%. Las unidades residenciales a estrenar mostraron una evolución algo más moderada, del 13,3%. Ese frenesí comprador coincide con los datos sobre la inflación que acaba de hacer públicos el INE: los canarios pagan la vivienda el 13,4% más cara que hace un año.

Estos mismos días hemos conocido unos datos de Idealista, el gran portal inmobiliario de los hermanos Encinar, que lleva por nombre Encuesta de Sensibilidad Inmobiliaria. Con el concurso de múltiples expertos del país, el grupo español líder en intermediación en el mercado de vivienda se atreve a pronosticar una desaceleración de la actividad de compraventa para el segundo semestre del año. Además, faltará oferta, que no deja de contraerse, en el mercado del alquiler. Si trasladamos esa premonición al mercado canario está claro que el descenso del ritmo de intercambio de viviendas entre propietarios está todavía lejos de aparecer, otra cosa es la oferta de arrendamientos.

Con el foco puesto en Canarias convendría tomar consciencia de lo que nos enseña el refranero: días de mucho son vísperas de poco. Todos los agentes del inmobiliario deberían reflexionar desde todos los ángulos para ver si los datos conocidos no son el preludio de una burbuja inmobiliaria que podría explotar en cualquier momento y borrar del mapa a parte del sector. Eso, en el mejor de los escenarios. Un desplome de las ventas, la deflación en los precios que sigue a la rotura de la burbuja, son de las peores cosas que podrían sucederle a Canarias el próximo otoño, con la inflación desbocada.

El periodista Jose Willis ha publicado en este medio un estudio que abunda en estas tendencias y resulta aún más preocupante. Pese a la crisis de la guerra de Ucrania, incluso con el COVID dando algún coletazo y con la espada de Damocles de un otoño complicado en lo económico, los extranjeros se han lanzado a la adquisición de inmobiliario como si no hubiera un mañana. E, incluso, como si el mañana quisieran pasarlo en el archipiélago a resguardo de conflictos bélicos, tensiones en los precios o economías descontroladas.

Lo que nos contó el informador la pasada semana es que de cada 10 compraventas, tres de ellas, justo un 30%, son realizadas a favor de inversores venidos del exterior. Los núcleos más turísticos de las islas viven un frenesí en materia de vivienda que puede tener malas consecuencias y los alemanes ya han puesto algunos destinos isleños a un nivel inversor similar al interés que tienen por Baleares o por zonas de la Comunidad Valenciana. Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura son, en este orden, los destinos preferidos por los germánicos para adquirir vivienda en Canarias. El 23% de ellos han puesto su mirada en España y el 9% en Canarias como lugar preferido para adquirir inmuebles.

Esas subidas súbitas, la tendencia al alza en el número de transacciones que se mantiene sostenida en el tiempo y a contracorriente es un aviso de comportamientos de mercado demasiado complejos y, lo peor, arriesgados para la economía. Estaría bien que si lo que tenemos delante es una burbuja se hiciera un esfuerzo por pincharla cuanto antes. Si se trata de otro fenómeno más singular de las islas, las administraciones tienen la obligación de diagnosticarlo e intervenir sobre el mercado con medidas que hagan el crecimiento sostenible y soportable en el medio plazo.

Despreocuparse de lo que acontece en ese mercado solo conviene a quienes ven estos comportamientos con alegría por el interés inmediato o directo que puedan tener en el sector. Los políticos no pueden dejarlo de lado. Con independencia de ideologías o posiciones electorales, lo que más interesa a los ciudadanos sobre la vivienda es tener la oportunidad de acceder a ella. Si observamos de forma pasiva cómo se convierte en un elemento de intercambio patrimonial o en un bien de inversión de los capitales extranjeros haremos un flaco favor al equilibrio futuro de la economía canaria. Y, peor todavía, provocaremos una dificultad añadida en el acceso a la vivienda, fenómeno social que tanto populismo barato ha arrastrado en otras zonas de España.

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