¿Alguna vez te has encontrado dando vueltas y más vueltas a una situación, analizando cada detalle hasta el cansancio? ¿Has notado cómo tu estado de ánimo puede cambiar drásticamente dependiendo de cómo te responde cierta persona?
Si es así, no estás solo. Millones de personas en todo el mundo se identifican como overthinkers o pensadores excesivos, y aunque esta característica puede tener sus ventajas, también conlleva desafíos importantes, especialmente en nuestras relaciones interpersonales.
Y sí, yo soy uno más. Bienvenido al club.
Pensar demasiado tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Por un lado, nos permite analizar situaciones desde múltiples ángulos, anticipar problemas y encontrar soluciones creativas. Pero por otro, puede hundirnos en un mar de preocupaciones, muchas veces infundadas, que nos alejan del presente y nos impiden disfrutar plenamente de la vida.
¿Cuántas veces nos preocupamos por un problema futuro que nunca llega a suceder?
Uno de los mayores desafíos para los pensadores excesivos es el apego emocional. Cuando nos vinculamos profundamente con alguien, sea un amigo, pareja o familiar, tendemos a sintonizarnos intensamente con sus emociones y reacciones. Esto puede llevar a que nuestro bienestar se vuelva demasiado dependiente de la aprobación o atención de esa persona, pudiendo llegar a perder de vista nuestros propios deseos y necesidades, enfocándonos excesivamente en complacer al otro. Mucho cuidado con esto.
Ciclo vicioso
Además, lo más frustrante del pensamiento excesivo es que puede crear un ciclo vicioso. Nos preocupamos por algo, esa preocupación afecta nuestro comportamiento, lo cual puede generar una reacción en la otra persona, confirmando así nuestros temores iniciales. Es una profecía autocumplida que puede dañar seriamente nuestras relaciones y nuestra salud mental.
La buena noticia es que, como con cualquier hábito, el pensamiento excesivo puede ser modificado. El primer y crucial paso es desarrollar la conciencia para reconocer cuándo estamos cayendo en estos patrones. Por ejemplo, cuando no podemos dejar de darle vueltas a una conversación o nuestro estado de ánimo fluctúa demasiado basado en las interacciones con esa persona especial, tenemos una luz roja y debemos parar.
Pero no es fácil, lo reconozco. Desarrollar esta conciencia requiere práctica y paciencia. Una técnica efectiva es llevar un diario de pensamientos, donde anotemos nuestras preocupaciones y emociones. Con el tiempo, podremos identificar patrones que desencadenan nuestro pensamiento excesivo.
Escribir mis pensamientos es algo que me he propuesto para este 2025. A ver si lo cumplo...
Otra herramienta poderosa es la meditación mindfulness. Esta práctica nos ayuda a observar nuestros pensamientos sin juzgarlos, creando una distancia saludable entre nosotros y nuestras preocupaciones. Yo tengo varias apps descargadas en mi móvil que me ayudan a meditar. Son un buen punto de partida.
Reducir ansiedad
Para concluir, me gustaría explicarte que una de las principales razones por las que a menudo nos preocupamos tanto por lo que otros piensan es porque no comunicamos efectivamente nuestras propias necesidades y sentimientos. Aprender a comunicarnos de manera asertiva puede reducir significativamente la ansiedad en nuestras relaciones.
Pero claro, en la escuela no nos enseñan esto, así que toca aprenderlo en la edad adulta, a menudo mediante golpes y equivocaciones.
Aprender a manejar nuestro pensamiento excesivo y regular nuestras emociones es un viaje, no un destino. Habrá días buenos y días difíciles, pero con práctica y paciencia, podemos desarrollar una relación más saludable con nuestros pensamientos y emociones.
Recuerda: no somos nuestros pensamientos; podemos observarlos sin dejarnos arrastrar por ellos.