La semana pasada Fernando Clavijo advirtió a PSOE y Partido Popular. Lo hizo cansado de esperar por una política de altura de miras que, sospecho, ya no se practica en este país. Los dos grandes partidos políticos de España, las dos formaciones que han ocupado La Moncloa desde la restauración de la democracia, llevan meses enredando con la reforma de la Ley de Extranjería, una herramienta que debería rebajar la presión que sufre el Archipiélago —desde hace apróximadamente 18 meses— con la acogida de menores migrantes no acompañados que llegan desde África.
Canarias no pide nada extraordinario, sólo que se cumpla el principio de solidaridad que marca nuestra convivencia como país. Nada de eso, sin embargo, sirve para contener a PSOE y PP, incapaces de alcanzar acuerdos de Estado en materias donde la ideología no debería tener cabida como la inmigración, la sanidad, vivienda, los servicios sociales, educación, Defensa o Interior. El fin justifica los medios y España sigue siendo, como escribió Machado, un paisaje de “llanuras bélicas y páramos de asceta (...) por donde cruza errante la sombra de Caín”.
Canarias no puede esperar mucho de PSOE y PP, que andan enmarañados en sus juegos de poder y cálculos electorales. Es la bajeza que nos toca vivir. Pero el problema, si somos justos, tampoco es de España. Su único pecado, en esta historia, es geográfico: es la frontera que contiene a África.
Responsabilidad de la UE
Es la Unión Europea quien debe hacer frente a la crisis humanitaria ligada a la ruta canaria de la inmigración africana y es en Bruselas, sin embargo, donde las cancillerías y los lobbys sienten que el asunto no va con ellos. Viven ajenos a la realidad, como la alta sociedad del Sur confederado que bailaba en Tara antes de la Guerra de Secesión en Lo que el viento se llevó.
El problema —contenido en Canarias, a miles de kilómetros del corazón del Viejo Continente— no tiene rostro —los comisarios europeos ni siquiera tienen que enfrentarse a la mirada de las personas que llegan a El Hierro exhaustas, al límite, después de jugarse la vida en varias partidas durante los últimos meses—.
Es en Berlín, Viena, Roma, París o Ámsterdam donde creen que externalizar la acogida, con la creación de centros de internamiento más allá de las fronteras comunitarias, es una solución digna cuando en realidad sólo aplican una verdad execrable: señalan a los inmigrantes como la raíz del problema cuando en realidad sólo es una consecuencia natural de cada una de las decisiones y acciones que Europa, a partir de su modelo político y económico, desarrolla en África desde hace 400 años.
La hipocresía europea marca esta realidad. No hay más. Así que señor Clavijo, plántese frente a los poderes de Madrid y Bruselas. Afee al Gobierno de España, la oposición y a la Unión Europea su conducta —ojos que no ven, corazón que no siente—, recrimíneles cada una de las falsas promesas y palabras huecas que ha recibido Canarias durante el último año y medio. No lo haga solo. Aúne fuerzas con cabildos y ayuntamientos. Aquí da igual el color político. Aquí se la juegan las Islas. Y tome las decisiones que tenga que tomar, como advirtió hace unos días. Sea valiente. Los canarios y las canarias, los que le votaron, los que no le apoyaron en las urnas, los que se fueron y los que vendrán, le reconocerán la defensa de Canarias.