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Los sesgos: cómo nuestra mente nos engaña sin que lo notemos. / FUNDACIÓN ADSIS

Los sesgos: cómo nuestra mente nos engaña sin que lo notemos

Si crees que tomas decisiones racionales, lógicas y bien pensadas, lamento decirte que te equivocas. Y no es tu culpa, tranquilo. Tu cerebro es el culpable. O, mejor dicho, la culpa es de los sesgos cognitivos, esos pequeños filtros mentales que distorsionan la realidad y nos llevan a ver lo que queremos ver, en lugar de lo que es.

Los sesgos no son una anomalía, no son un error de fabricación. Forman parte del paquete de supervivencia con el que la evolución nos equipó muchos años atrás. Gracias a ellos, tomamos decisiones rápidas sin colapsar de ansiedad cada vez que elegimos entre pizza (con o sin piña) o hamburguesa. Pero también gracias a ellos nos equivocamos, compramos lo que no necesitamos, confiamos en quien no debemos y votamos a quien nos promete el oro y el moro. ¿Te suena todo esto?

Tomemos un ejemplo fácil: el sesgo de confirmación. Ese que nos hace buscar, interpretar y recordar la información de manera que refuerce lo que ya creemos. 

¿Por qué crees que las redes sociales se han convertido en un eco de nuestras propias ideas

No es magia, es un sesgo en acción. Leemos solo las noticias que confirman nuestra visión del mundo, ignoramos los datos que la contradicen y, lo peor, nos convencemos de que somos objetivos e imparciales. Craso error.

Cambio para mejor

Otro sesgo curiosísimo es el de disponibilidad. Creemos que algo es más probable simplemente porque podemos recordarlo con facilidad. Si vemos constantemente noticias de accidentes de avión, pensamos que volar es peligrosísimo, aunque los datos digan que es más seguro que cruzar la calle. ¿El resultado? Evitamos volar y nos metemos en un coche sin miedo, a pesar de que las probabilidades de accidente son muchísimo mayores en la carretera.

Pero el rey de los sesgos, el que nos tiene a todos de rodillas, es el sesgo de status quo. Ese que nos empuja a mantenernos donde estamos, aunque el cambio sea claramente mejor. Nos aferramos a lo que conocemos porque nuestro cerebro es un vago emocional que prefiere la comodidad de lo familiar antes que el esfuerzo del cambio. Al cerebro no le gusta esforzarse en absoluto. 

Esto lo ves muy claro en los negocios que siguen usando estrategias obsoletas, en la gente que se queda en trabajos que odia y en las relaciones de pareja que hace tiempo dejaron de tener sentido.

El sesgo de anclaje es otro de los grandes villanos. Consiste en darle demasiada importancia a la primera información que recibimos sobre algo. Por ejemplo, si alguien te dice que un producto costaba 200 euros y ahora está en oferta por 100, lo percibes como un gran descuento, aunque en realidad su precio real siempre haya sido 100. Este sesgo lo aprovechan las empresas de marketing para manipular nuestras percepciones de valor. Sí, mucho cuidado con los periodos de rebajas...

Líderes carismáticos

También está el sesgo de autoridad, que nos hace dar credibilidad automática a quienes consideramos figuras de autoridad, sin cuestionar si realmente tienen razón. Esto explica por qué algunas personas siguen a líderes carismáticos sin importar cuán erróneas o peligrosas sean sus afirmaciones o sus decisiones. Y no miro a nadie.

La etiqueta de experto es poderosa y nuestro cerebro la asocia con verdad, aunque no siempre sea el caso.

El sesgo de retrospectiva es otro clásico: después de que ocurre un evento, creemos que era predecible y que "siempre lo supimos". Esto nos da una falsa sensación de control sobre el pasado, pero en realidad muchas cosas son impredecibles hasta que suceden. Aquí podríamos hablar largo y tendido de los famosos cisnes negros de Nassim Taleb.

Y no podemos olvidar el sesgo de grupo. Nos sentimos más cómodos rodeados de personas que piensan como nosotros, lo que refuerza nuestras creencias y hace que rechacemos ideas contrarias, incluso cuando podrían tener lógica. Este sesgo nos hace tribalistas y contribuye a la polarización de la sociedad. Si alguna vez has sentido que discutir con alguien de una ideología opuesta es como hablar con una pared, el sesgo de grupo está en juego.

Un momento... ¿no es esto lo que hacen todos los políticos que nos rodean?

Pregunta sencilla

Ahora, la gran pregunta: ¿se pueden evitar los sesgos? Respuesta rápida y fácil: no. Son parte de nuestro cableado mental

Pero sí podemos aprender a detectarlos y hacer algo al respecto. Cada vez que sientas que una idea te parece obvia o incuestionable, hazte una pregunta sencilla: "¿Y si estuviera equivocado?".

No se trata de desconfiar de todo, pero sí de entender que nuestra mente a veces juega en nuestra contra.

La próxima vez que estés convencido de algo, recuerda: no eres tan objetivo como crees. Y eso, amigo, es un sesgo en sí mismo. Pero si te tomas el tiempo de cuestionarlo, al menos estarás un paso más cerca de tomar decisiones realmente informadas.