Agoney Melián, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Tenerife (Las cosas feas de mi casa)

Opinión

Transformación digital - El maltrato de una generación

Presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Canarias

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Hace poco estaba en la cola para viajar y empecé a desesperarme porque la persona que estaba delante no tenía, de manera adecuada, todos los requisitos necesarios para embarcar en el avión. Era una señora de aproximadamente de sesenta y pico años que quería viajar a su país de nacimiento.

Eran tan solo tres documentos: certificado COVID, permiso de salud y un itinerario de viaje con el objetivo de comprobar que no era una “futura inmigrante ilegal”. Yo llevaba días preparando todo en casa y por qué no decirlo, con la ayuda de algún compañero de trabajo nativo digital, ¿cómo era posible que la señora no tuviese ya sus códigos QR al llegar al mostrador? Fue mi primer pensamiento. Lo curioso, es que, al girar la cabeza me di cuenta de que esto no era un caso aislado, lo que me hizo reflexionar profundamente sobre el maltrato al que estamos sometiendo a esa generación que vivió en las plazas y los parques y que se llamaban desde un teléfono fijo para quedar a una hora en algún lugar.

Nos puede resultar gracioso pensar en alguien intentando conectar en una videollamada sin éxito, duplicando su pantalla o dejando el micro abierto y decir alguna burrada, son las nuevas anécdotas de la pandemia. Sin embargo, ahora que presto atención a estas situaciones, percibo frustración y tristeza en una generación, porque créanme si les digo que esta gente es valiente y se enfrenta a cualquier cosa. Ya veremos si nosotros somos capaces de adaptarnos cuando lleguen los coches voladores o lo que sea que venga cuando tengamos esas edades.

No me mal interpreten, en mayor o menor medida nuestra vida está fundamentada en la tecnología. El 5G hace que podamos conectarnos más rápidamente en cualquier parte del mundo o que durante la pandemia hayamos podido estar “un poco más cerca de nuestros seres queridos”.

La tecnología ha permitido al pequeño comercio, y al no tan pequeño, seguir vendiendo a través del e-commerce por no hablar del teletrabajo, que solo ha sido posible gracias la nube (cloud) donde hemos podido tener los datos de nuestras empresas sin necesidad de cajoneras ni archivadores.

Ya antes de la pandemia habíamos visto las bondades de la cuarta revolución que, a través del internet de las cosas, las tiendas de ropa del señor Amancio Ortega han podido hacer inventarios en cuestión de segundos o encontrar prendas que estaban perdidas gracias al RFID y así facilitar los procesos de menos valor de la compañía para permitir a los humanos ser más humanos.  

Si hacemos un repaso las soluciones remotas, la ciberseguridad, el comercio online, la velocidad de los datos e incluso el conocer datos a través del big data, son sin duda la clave del avance de una sociedad que pretende vivir más conectada y encontrar soluciones globales. Después de esta pandemia a nadie se le ocurriría negar la importancia de la transformación digital en las empresas, de la necesidad de aprovechar las increíbles mejoras que nos ofrece tener la tecnología a nuestro favor. Pero, el debate que me gustaría generar cuando estés leyendo esto es si lo estamos haciendo, teniendo en cuenta el objetivo finalista, mejorar nuestra eficiencia y nuestras vidas.

El debate está abierto y al igual que me pasó en la cola del aeropuerto quiero invitarte a la reflexión con algunas preguntas que yo me estoy haciendo en este momento como, por ejemplo: ¿Estamos siendo los suficientemente empáticos? ¿Es necesario absolutamente que todo pase por la tecnología? ¿No deberíamos de fomentar más el diálogo intergeneracional?

Big data, blockchain y otras tantas palabras nacidas en una evolución que está discriminando a una generación que se va a quedar incluso sin su red social de referencia.  Al fin y al cabo, Facebook ha dejado de ser Facebook para ser Metaverso.

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