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Turismo, la ruina de Canarias. / ADRIEL PERDOMO-EFE

Turismo, la ruina de Canarias

El otro día, camino a la redacción, me topé con una pegatina en una papelera que rezaba: "Turismo, ruina de Canarias". No pude evitar pensar en la ironía de ese mensaje mientras recordaba un dato que conozco bien: en los años 60, la tasa de analfabetismo en Canarias era del 23%, frente al 14% de la media nacional. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Básicamente, todo. Y buena parte de esa transformación tiene un nombre propio: turismo.

Hoy Canarias cuenta con una sanidad pública estructurada, una educación universal y unas infraestructuras modernas que, aunque mejorables, son impensables sin el impulso económico que ha generado el turismo en las últimas seis décadas. Sin embargo, hay quienes se empeñan en culpar al sector turístico de todos los males de las Islas, desde los salarios bajos hasta la imposibilidad de acceder a una vivienda.

Progreso o ruina

No se puede negar que el modelo turístico canario tiene sus deficiencias. La falta de una planificación territorial eficiente ha generado problemas de sostenibilidad, y es cierto que hay una dependencia excesiva del sector que nos hace vulnerables a las crisis económicas globales. Pero afirmar que el turismo es la ruina de Canarias es simplista y falaz.

Marcha que subraya 'Canarias tiene un límite'. / ELVIRA URQUIJO A.-EFE

¿Significa esto que no debamos revisar el modelo? Claro que no. Ya en su momento, Román Rodríguez —como presidente de Canarias— habló de moderar el crecimiento turístico, impulsó la moratoria turística y fue recibido casi como un hereje político. Sin embargo, el tiempo le ha dado la razón en algunos puntos: crecer sin control puede acabar comprometiendo la calidad de vida y el entorno natural.

Sin demonizar

Lo que sí está claro es que el debate sobre el turismo en Canarias debe ser serio y fundamentado. No podemos permitir que mensajes reduccionistas empañen una realidad mucho más compleja. La solución no es criminalizar el turismo, sino racionalizarlo, tecnificarlo y apostar por un modelo más diversificado y equilibrado.

Los intentos de regular el sector no son nuevos, pero muchos se han quedado en el tintero. La crisis de 2008 paralizó cualquier avance y, cuando llegó la recuperación, apenas se implementaron cambios significativos. La dependencia estructural siguió ahí, reforzada por la falta de estrategias sostenibles.

Ahora bien, lo que no podemos aceptar es el discurso populista que intenta achacar el éxito o el fracaso del turismo a decisiones políticas puntuales sin considerar el contexto global. El turismo ha sido y sigue siendo un pilar fundamental para la economía canaria. Demonizarlo es un error tan grande como ignorar sus consecuencias negativas si no se gestiona bien.

Turistas en una terraza ven pasar unas de las marchas de protesta de este fin de semana. / ADRIEL PERDOMO-EFE

Turismo inteligente

Canarias necesita un turismo racionalizado, que se adapte a los tiempos y que garantice la calidad de vida de los residentes. No es cuestión de cerrar la puerta a una industria que ha traído progreso y empleo, sino de equilibrar el modelo para evitar futuros colapsos. La clave está en encontrar el punto medio entre el crecimiento turístico y el bienestar social, y para ello necesitamos políticas valientes y responsables, no eslóganes vacíos en una papelera.

Si algo hemos aprendido de estas últimas décadas es que el turismo no es un enemigo, sino una herramienta que debemos gestionar con inteligencia. Renegar de él es tanto como negar nuestra propia evolución. Canarias no sería lo que es hoy sin el turismo, pero el reto ahora es que el turismo siga siendo parte de lo que queremos ser mañana.