Asistentes a la manifestación en Las Palmas de Gran Canaria / ATLÁNTICO HOY - MARCOS MORENO
Asistentes a la manifestación en Las Palmas de Gran Canaria / ATLÁNTICO HOY - MARCOS MORENO

A la tercera no fue la vencida: el 18M pincha en Las Palmas con 10.000 personas menos que en 2024

La tercera manifestación para pedir un cambio en el modelo turístico del Archipiélago se desarrolla en Las Palmas de Gran Canaria con un número bastante inferior de asistentes que el 20 de abril del año pasado

marcos moreno

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Los domingos por la mañana en Las Palmas de Gran Canaria nunca están marcados por el movimiento. La capital se convierte a primera hora en una ciudad fantasma donde solo unos pocos pasean por el entorno de Vegueta o Triana entre locales cerrados. Este 18 de mayo la dinámica fue la misma. La única zona con un poco de tránsito era la estación de San Telmo, un lugar donde los transeúntes van con la mirada al frente observando Dios sabe qué.

Allí, entre enormes guaguas y prisas que desentonan, había un cartel. El papel, de color amarillo, anunciaba que era el día de defender el territorio. Pelear por el Archipiélago porque, según los convocantes de la manifestación, Canarias tiene un límite. Todo aquel que quisiera unirse solo debía acudir a las puertas del Auditorio Alfredo Kraus para comenzar la marcha. Las cifras reflejan que fueron pocos quienes se animaron a recorrer la playa de Las Canteras.

Un ambiente distinto

Desde la primera convocatoria ha pasado un año. Se llevó a cabo el 20 de abril de 2024 y los números dejaron un escenario distinto: 14.000 asistentes que contaron en Delegación del Gobierno frente a los poco más de 3.000 que acudieron este domingo según cifras de la Policía Nacional. Desde la Delegación del Gobierno, en cambio, señalan que fueron 5.000 personas.

Pero como todo es relativo, quizás haya a quien le consuele compararlo con la segunda vez, cuando no pasaron de los dos millares en Maspalomas —al sur de la Isla—. El ambiente tampoco fue el mismo, hubo menos cánticos y más momentos de silencio.

Silvia y sus amistades están sentados en un bordillo a la espera de que la marcha arranque. Su actitud es de máxima ilusión, pero sus palabras dejan entrever algo distinto. “Yo lo que veo, y me da pena, es que no hay tanta gente”, afirma con desánimo. “Es que nos cansamos, vemos que no hay una respuesta”, apostilla. Las reivindicaciones son muchas: desde más facilidades para acceder a la vivienda hasta una mejor conservación del territorio pasando por una ecotasa.

Asistentes a la manifestación en Las Palmas de Gran Canaria / ATLÁNTICO HOY - MARCOS MORENO
Asistentes a la manifestación en Las Palmas de Gran Canaria / ATLÁNTICO HOY - MARCOS MORENO

"Hay que seguir"

“Pero bueno, hay que seguir, porque si no va a ser imposible. Si dejamos de venir ahora no lo vamos a conseguir nunca”, reflexiona la joven. Además, quiere dejar claro que no pretenden ir contra los turistas, sino ponerle coto a un sistema en el que se sienten asfixiados. Ella, natural de Sardina del Norte, ha sido testigo de cómo cada vez quedan menos vecinos frente al auge de las viviendas vacacionales.

Como en todas las protestas contra la gestión que ha seguido el modelo económico del Archipiélago en las últimas décadas, se pudieron escuchar consignas como: Clavijo, escucha, Canarias está en la lucha; Yo nací aquí, no me voy a ir; Se va a acabar el turismo colonial; o Vamos a parar este disparate. Todo parte de la incertidumbre como la que vive Paula, quien, pancarta en mano asegura que le preocupa su futuro. “No sabemos lo que va a pasar”, dice.

Una joven posa junto a su pancarta en Las Palmas de Gran Canaria / ATLÁNTICO HOY - MARCOS MORENO
Una joven posa junto a su pancarta en Las Palmas de Gran Canaria / ATLÁNTICO HOY - MARCOS MORENO

Manifiesto

La marcha transcurrió con normalidad. De forma relativa, claro está, porque los camareros ‘disfrutaron’ de un día más tranquilo ante la dificultad de sentarse en una terraza del paseo de Las Canteras durante la manifestación. Incluso el empleado de algún bar se animó a echarse un baile al ritmo de las chácaras. Nadie puede negar que reinó el ‘buen rollo’. Sin ir más lejos, un tramo se desarrolló en silencio por respeto a las personas con autismo.

Todo terminó en La Puntilla con la lectura de un manifiesto que lanzó un guiño a los residentes en Guanarteme, donde llevan años pidiendo que no se masifique el barrio con la construcción de grandes edificios. “Vivir aquí se ha convertido en un privilegio inalcanzable”, afirmaron. “Nos están dejando sin hogar en nuestra propia tierra, los sueldos no alcanzan”, agregaron.

Asistentes a la manifestación en Las Palmas de Gran Canaria / ATLÁNTICO HOY - MARCOS MORENO (2)
Asistentes a la manifestación en Las Palmas de Gran Canaria / ATLÁNTICO HOY - MARCOS MORENO (2)

Una sociedad pobre

“No olvidamos a quienes sostienen este modelo con su cuerpo, las kellys [como se conoce a las camareras de piso], las mujeres invisibilizadas que lo limpian todo”, exclamaron. “Este modelo nos está matando, hoy Canarias grita con rabia y esperanza, no hay futuro”, sentenciaron. El discurso es muy similar al de Luis Bautista, un manifestante que asegura a este periódico que “llegará un punto en el que veamos consecuencias negativas para el medioambiente”. 

Eugenio Reyes, portavoz de Ben Magec, aseveró en declaraciones a los medios de comunicación que el turismo ha aumentado en 1,6 millones de personas y 22 millones de beneficios para las empresas mientras “la sociedad canaria se ha empobrecido un 11%”. “El modelo crece olvidándose del tejido social y los factores ambientales”, opinó.

"Un modelo sostenible"

“En Tenerife hay cuatro playas cerradas por contaminación. Necesitamos un modelo que sea sostenible. Prácticamente se te va el sueldo para alquilar una casa. Esperamos que el Gobierno entienda que el turismo no es una mercancía, son personas”, continuó. Cristian, otro de los manifestantes, aseveró que Canarias es la comunidad que más horas trabaja en el sector servicios, pero a la cola en renta. “Desde el 2007 hemos bajado nueve puestos, estamos en un punto de colapso y debacle”, lamentó. 

En esencia, todo se puede resumir con el testimonio de Yara, una joven que rememora con añoranza cómo creció en Gáldar entre plataneras, cañas de azúcar y millo. “Son cosas que ya no ves, ahora están destruyendo nuestra tierra con más edificios y hoteles”, cuenta. “Hemos visto cómo se ha degenerado la isla. Somos una generación a la que nos es imposible vivir aquí. Todo se destina al turismo”, sentencia.