Aida González Rossi

Opinión

Vivir enraladas

Escritora y periodista especializada en Estudios de Género

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Mi amiga Lana Corujo escribió: solo queremos vivir enraladas. Yo lo leí mientras estaba botada en el sillón viendo Twitter en el móvil y enroscándome y desenroscándome un rizo del dedo y pensando en la cochinada de pijama que tenía puesto y preparándome para ver una serie con el muslo subido al respaldo del sillón hasta sentir un dolor súper leve en la espalda. Sintiendo el placer de ser yo sin juicios ni boberías ni nada de nada.

El enralamiento ha sido siempre para mí el estado supremo. La golosina de los estados de ánimo. La fresa bañada en azúcar ácido jediondo pero más rico que nada en el mundo de las golosinas de los estados de ánimo. El momento de tragar y sentir los raspones de lo dulce y del engrifamiento de los momentos que pasa una con una fresa bañada en azúcar ácido jediondo pero, etc. Enralarse es acceder a algo. Tres horas hablando con las amigas, todas seguras y en pijama y echándose buches y buches de unos refrescos que deciden de repente, por la cara y sin haberlo planeado, mezclar. Vamos a echarle coca-cola a la fanta. Vamos a echarle clipper a la fanta con coca-cola. Mirar a contraluz un brebaje que solo puede darse en las circunstancias en las que se da: mandarle un fisco más o un fisco menos de rojo o de naranja o de marrón es una casualidad, una concreción del momento, y morder ese asombro, pulpa de la pastilla de goma de fresa entre los dientes, ayuda a acceder a. Justo lo mismo. Muchachas, ¿ustedes han pensado que? Y la velocidad de las palabras cambia. Se botan como se escupe el agua en el mar para que brille y brille y brille chingando. Y el cuerpo se dedica a estirarse. Relajado y tembloroso a la vez. Y entusiasmado a la vez. Todo puede tocarse. Existe lo que está a nuestro alrededor: solo este momento ahora.

No sé cómo puede describirse la sensación de enralamiento. Siento que escribo para llegar a alguna explicación sobre ella, y me asusta pensar que igual, tras encontrar las oraciones que necesito (me imagino mayor, los pelos canosos enredados aún con mis pelos de niña: tanto tiempo intentando descifrar algo que ya me pasaba poco después de nacer), ya no tengo por qué escribir. Sin embargo, pienso algo. Que me calma. Que me propulsa, un cohete pegado al culo veloz veloz tan veloz que no me lo creo tan veloz que no le pertenece al mundo tan veloz que es mío y solo mío: el centro mismo del enralamiento es no poder explicarlo, el centro mismo de no poder explicar el enralamiento es necesitar hacerlo, la vida es hermosa porque nos enralamos y tenemos derecho (las palabras de Lana) a vivir enralada y hermosamente; y eso no se va a perder. Porque contamos, por suerte, con la magia de permitirnos estar completamente en un instante y buscar más y más y más risa sin parar.

Enralarse es entregarse a la deriva de las cosas. Dejar de esperar algo del momento en el que estamos y dárselo, por ello, todo. Mirar sin juicios. Contar lo que se pasa por la cabeza veloz veloz tan veloz que es nuestro y solo nuestro. Es poder ser, poder volcar nuestra dulzura, poder volvernos presentes, es disfrutar del todo y no prever lo que nos va a pasar. Amar lo inesperado. Inesperarse siempre.

Me llevé algunos tesoros de la infancia: la capacidad de permitirme enralarme viva de una forma que no es ni normal y me destranca los mocos de lo que me parto el culo. El compromiso de perseguir el enralamiento para siempre, de honrarlo y conocerlo. Y la consciencia, ahora, de que debemos poder vivir enraladas.

Audre Lorde habla en su ensayo ‘Usos de lo erótico’ sobre lo erótico como certeza de que el cuerpo es capaz de obtener placer. De que es posible escoger sentirnos bien, de que acariciar una madera para sentir la caricia de los picos de los dedos es una parte fundamental de la vida: eso nos hace fuertes, nos hace comprender un valor que el sistema no quiere que comprendamos que tenemos. No sé si Lana se refería a eso con lo de que solo queremos vivir enraladas, pero yo pienso que poder enralarnos nos hace estar mucho más seguras. Que solo podemos enralarnos, a la vez, si estamos seguras: entregarse al momento y ser quienes inesperadamente somos nos ayuda a aceptarnos vulnerables.

Nos enseña, a la vez, a apreciar y cuidar la vulnerabilidad ajena. A comprender que la vida es eso. A descubrir que solo queremos vivir enraladas y que, para ello, debemos convertirnos en un espacio seguro para el enralamiento ajeno.

Así podremos. Así lo estamos haciendo