El profesor de piano y psicólogo M. S. durante el juicio celebrado en la Audiencia de Las Palmas. Está acusado de aprovecharse de una alumna menor, hechos y delito que ha negado ante el tribunal. / AH
El profesor de piano y psicólogo M. S. durante el juicio celebrado en la Audiencia de Las Palmas. Está acusado de aprovecharse de una alumna menor, hechos y delito que ha negado ante el tribunal. / AH

Caras de condena en el juicio por abusos sexuales a una menor de Fuerteventura en clases de piano

El abogado de la familia Arrieta en el asesinato cometido por Daniel Sancho pide la absolución de un psicólogo italiano que se enfrenta a seis años de cárcel por aprovecharse de una alumna en unos talleres de música impartidos en La Oliva

La Audiencia de Las Palmas ha dejado visto para sentencia el juicio contra un profesor de piano que supuestamente se aprovechó de una menor en unos talleres de música impartidos por el Ayuntamiento de La Oliva, en Fuerteventura.

Los hechos ocurrieron en febrero de 2022, cuando la alumna tenía 14 años, y han sido ratificados este miércoles en la vista oral por la víctima. Esto ha llevado a la Fiscalía y la acusación particular a solicitar para M. S. seis años de cárcel por un delito de agresión sexual sobre una menor de 16 años.

Hechos y penas

El acto sexual objeto del juicio consistió en abrazar a la alumna y tocarle el culo por dentro de su ropa interior.

El fiscal Antonio López y el letrado Juan Pablo Travieso reclaman la pena máxima por ese delito al considerar la existencia de prevalimiento, esto es, que el acusado se aprovechó de su superioridad y ascendencia sobre la adolescente para satisfacer su deseo sexual.

Defensa

El psicólogo y profesor de piano, natural de Italia y afincado en Fuerteventura, admitió que dio "apoyo emocional" a la menor, tras revelarle ésta un abuso anterior, cuando tenía cinco años, pero negó que fuera más allá del abrazo, encarándose luego con el fiscal cuando le reprochó ese comportamiento. "¿Usted no da abrazos?", espetó al representante del ministerio público.

La Fiscalía trataba de acreditar que existía un patrón en la manera de actuar del acusado, pues inicialmente había otras dos perjudicadas en la causa por esas muestras de afecto. Sus testimonios, sin embargo, no prosperaron. Eso motivó la protesta del letrado defensor frente a las acusaciones, que trataron de meter con calzador esos hechos en el juicio.

El abogado Juan Gonzalo Ospina, que representó a familia Arrieta en el asesinato cometido por Daniel Sancho en Tailandia, solicitó la absolución para su cliente, aunque se mostró crítico con la actitud de los magistrados: "Estoy convencido de que la sentencia va a ser condenatoria por las caras del tribunal, lo digo en el legítimo derecho de defensa y de la apelación", lanzó en su alegato final.

Presión al tribunal

Es, claro está, una estrategia procesal para trasladar la máxima presión a los jueces, con dos protestas incluidas ante las preguntas de la acusación y alusiones a la absolución del futbolista Daniel Alves, pues el letrado peleó cada prueba para reclamar la absolución: desde la "idealización paterna de la víctima", hasta sus propias "dudas" sobre la existencia de los abusos.

Ospina, además, criticó a las psicólogas forenses por no recoger en su informe el abuso anterior, que fue admitido en la vista oral por la menor, pero no abordado en las sesiones periciales. "Esa omisión es impresionante y el error crítico", dijo el abogado, con la intención de sembrar dudas sobre el relato y el origen del trauma que sufre la adolescente en la actualidad.

Fiable y veraz

Las forenses, sin embargo, dieron plena veracidad al testimonio de la perjudicada. Es más: no incurrió en ningún tipo de contradicción durante su declaración, siendo luego reforzadas sus palabras por la madre, la directora del instituto y el responsable municipal de los talleres. 

Este último testigo confirmó que el profesor solía premiar a las alumnas más aventajadas en esos talleres con clases particulares en su casa, mostrando su rechazo a esas prácticas.

Por todas

En el domicilio particular es donde finalmente aumentaba la presión sexual sobre las alumnas, con acercamientos por la espalda para corregir la postura en los que supuestamente se frotaba sus genitales mientras tocaban el piano, según las conclusiones de las acusaciones.

Se basan en el testimonio de la perjudicada, que tenía 14 años en el momento de los hechos. "Quise meter todo esto en mi cajita del trauma para olvidarlo, pero he decido denunciarlo para que esto no le pase a nadie más", explicó la joven al tribunal.

La denunciante, de 17 años en la actualidad, relató los episodios de abuso de forma clara y valiente, sin la protección del biombo, contestando sin vacilar a todas las preguntas, incluidas las de la defensa.

Idealizar al padre

La menor conoció al acusado en las clases de piano que impartía en los talleres municipales, pasando luego a recibir lecciones particulares en casa del profesor, tras ganar una de las pruebas realizadas y ofrecerle éste un descuento a su madre sobre el precio a pagar.

La joven asegura que idealizó la figura de M. S. como padre. Por eso le costó darse cuenta de que estaba siendo víctima de abusos: primero mediante roces y frotamientos cuando tocada el piano, luego con abrazos intensos que fueron a más.

En uno de esos abrazos sintió la mano del profesor deslizarse por dentro de la ropa interior hasta tocarle el culo, abandonando luego la casa y las clases de piano.

Colapsada

Después vino la lucha de la menor para asimilar y enfrentarse a lo ocurrido. Se lo contó a su madre, pero decidió no denunciar por miedo a que se alargase el proceso penal, pues se sentía "colapsada".

Fue al mes siguiente, en el comité de igualdad del instituto, cuando volvieron a aflorar los hechos, activándose los protocolos escolares establecidos para afrontar la situación.

La propia directora del centro dio un ultimátum a la madre y a la joven, que finalmente optaron por interponer la correspondiente denuncia en comisaría, bajo la advertencia de actuar si ellas no daban ese paso.

Descargo

El acusado sólo respondió a las cuestiones del fiscal y de su abogado, negando los hechos de manera sistemática, siempre con la intención de desacreditar a la víctima.

"No lloré ni me puse en su regazo, eso es mentira. Tampoco me froté contra ella ni le toqué el culo. Su padre es desconocido y proyectó ese trauma en mí. Quería llamar mi atención y validación porque tenía la autoestima muya baja. Montó todo esto porque quería ganarse mi confianza y le puse límites", afirmó M. S. en diferentes momentos de su declaración. 

Creemos a la víctima

Además de estudiar música y psicología, el investigado mostró al tribunal El poder del ego, un libro de autoayuda del que sostiene haber vendido más de 15.000 ejemplares.

Es más: se arrogó la condición de perito para cuestionar las conclusiones de las psicólogas forenses, sobre todo ante la "omisión" del episodio de abuso revelado por su alumna en las clases, que asegura haberlo puesto en conocimiento de su madre para buscarle tratamiento.

Las acusaciones no dieron verosimilitud a sus explicaciones, reprochándole que introdujera elementos "nuevos" en su declaración, como que la joven actuó por despecho, amenazándole con denunciarle de forma velada si la apartaba de las clases de piano.

"Se aprovechó de su vulnerabilidad, creemos a la víctima", concluyó el fiscal en su informe final, reiterando una petición de pena de seis años de cárcel.