¿A quién no le gusta un terraceo como plan con sus amistades o familiares? Sentarse en una terraza, pedir algo fresco y parlotear suena de 10. Y Las Palmas de Gran Canaria parece ser una ciudad perfecta para ello, pues la capital cuenta con 622 terrazas, que albergan 3.841 mesas y un total de 12.947 sillas, un aforo conjunto que supera al del Gran Canaria Arena.
Así lo muestra el análisis del geógrafo Víctor Jiménez Barrado a través de su proyecto Masgeografía, en el que no solo hace un recuento del mobiliario externo de la hostelería, sino que reflexiona sobre la ubicación de estas terrazas a lo largo del municipio y, cómo no, el debate del ruido, que tanto importa a vecinos y vecinas, así como la ocupación del espacio público.
Depende de la zona
La cultura del terraceo no está repartida de manera uniforme por toda la ciudad. El mapa elaborado por Jiménez Barrado muestra que la Ciudad Baja — en especial zonas como Triana, Vegueta y, sobre todo, el Paseo de Las Canteras — concentra buena parte de las terrazas, mientras que otras áreas apenas cuentan con ellas.
De hecho, el Paseo de Las Canteras es la parte de la capital con más número de sillas de terrazas, siendo la única que supera el millar (1.084). Un dato que puede que no sorprenda dado los tres kilómetros que ofrece el paseo y toda la presencia de restauración y ocio con la que cuenta. Sin embargo, hay calles paralelas que sí sorprenden. Es el caso de la calle Tenerife, en el istmo, que con solo 169 metros reúne 253 sillas, lo que la convierte en la calle con mayor densidad de aforo en terrazas: 1,5 sillas por metro lineal.

Zonas con más de 500 sillas
En la cartografía, se pueden contemplar zonas de la ciudad marcadas con un hexágono granate, lo que indica que en ese espacio se reúnen más de 500 sillas repartidas en una o más terrazas, dentro de una superficie de alrededor de tres hectáreas — para que se entienda mejor, se equipara a tres campos de fútbol, según el geógrafo —. Mientras que las hectáreas de un tono azul claro, la cifra de sillas está entre 1 a 25.
Junto al Paseo de Las Canteras, destaca por su presencia de terrazas: la Avenida Mesa y López, la calle Sagasta, Triana, Mendizábal o Luis Morote. En el otro extremo, hay zonas de la ciudad que de por sí no cuentan con estos espacios y las que lo tienen con menos presencia son lugares como Siete Palmas o Tamaraceite.
Casi el 80 % de las sillas de terrazas se ubican en calles, según el estudio geográfico. Le siguen a bastante distancia las carreteras (8,85 %), avenidas (5,68 %), y plazas (4,67 %). Espacios como paseos, lugares, o parques apenas suponen fracciones testimoniales del total.
Ruido y espacio público
Aunque las terrazas forman parte del ocio de la ciudad y haya quién busque cada viernes por la tarde una silla donde sentarse a disfrutar de su bebida y picoteo para empezar el fin de semana, también son causa de ciertos debates y controversia. En Las Palmas de Gran Canaria, las terrazas han sido protagonistas de tensiones vecinales, sobre todo por el ruido que generan.
La restauración de la zona de Farray es una de las más castigadas en este sentido. Las terrazas de las calles Joaquín Costa, Isla de Cuba y Fernando Guanarteme son algunas de las muchas que están obligadas a cerrar a las 22:00 horas, una medida más restrictiva que en otras ciudades españolas, destaca Jiménez Barrado. Esta normativa responde a la necesidad de equilibrar dos derechos fundamentales: el del descanso y el del ocio.
Además, se abre otro debate: el de la privatización del espacio público. Las terrazas son, en última instancia, extensiones de negocios privados en aceras, plazas o paseos comunitarios. A menudo vienen acompañadas de mamparas, parterres o elementos fijos que dificultan el tránsito peatonal o transforman la imagen del entorno. Y más allá del ruido, por mucho que guste una terraza, hay a quien no le gusta encontrarse con una nada más salir de su portal o mientras trata de pasear por la ciudad.
Replantear
Frente a este escenario, Jiménez Barrado propone una visión geográfica integral de la ciudad. Los datos y mapas que ha generado no solo permiten identificar focos de alta densidad o zonas con mayor potencial de conflicto, sino que también pueden contribuir al diseño de políticas urbanas más sostenibles y equitativas.
Mapas de ruido, zonificación del espacio público o barreras acústicas son algunas de las herramientas que la geografía urbana ofrece para afrontar este fenómeno creciente. Porque, como recuerda el propio Jiménez, lo que hoy es disfrute puede mañana transformarse en saturación si no se gestiona con perspectiva. Y en esa gestión, no solo importa dónde están las terrazas, sino cómo afectan a quienes conviven con ellas.
