El parque del Estadio Insular se hunde entre la basura y la indiferencia. / AH
El parque del Estadio Insular se hunde entre la basura y la indiferencia. / AH

El parque del Estadio Insular se hunde entre la basura y la indiferencia

Gradas abandonadas, accesos inseguros, baños clausurados y basura acumulada degradan el parque del antiguo Estadio Insular, mientras los vecinos claman contra el abandono de un espacio que fue símbolo de renovación hace 10 años

Alberto Ley

Durante más de 50 años acogió los partidos de la Unión Deportiva Las Palmas. Hoy, reconvertido en parque, el Estadio Insular atraviesa una etapa de abandono que indigna a vecinos y usuarios de Las Alcaravaneras y Ciudad Jardín, sus barrios colindantes.

Lo que prometía ser un pulmón verde en pleno corazón de Las Palmas se ha convertido en una zona degradada, con infraestructuras rotas, residuos visibles y espacios clausurados. Ni los vecinos entienden por qué ha llegado a este punto. Y, por el momento, nadie parece dispuesto a asumir responsabilidades.

Accesos en ruinas

La entrada por la calle Doctor José Ponce Arias, uno de los accesos principales al parque, es ya una postal del abandono: tablones de madera sueltos, podridos y hundidos conforman un pavimento inestable que amenaza la seguridad de cualquier usuario.

“Esto lleva así años”, dice Jaime, un vecino que pasea a diario por la zona. “La limpieza ha bajado muchísimo y esas tablas son un peligro. Cualquiera puede tropezar ahí”. La denuncia no es nueva. Tampoco parece haber tenido eco.

Así está el acceso al parque desde la calle Doctor José Ponce Arias. AH
Así está el acceso al parque desde la calle Doctor José Ponce Arias. /AH

Basura en la grada

La grada naciente, antigua estructura del estadio, se ha convertido en un vertedero oculto. En la parte baja, donde arranca el graderío original —una zona inaccesible para los usuarios—, se acumulan basura, lonas desgarradas y restos de un asentamiento improvisado: cartones, un colchón y excrementos marcan el lugar donde pernocta una persona sin hogar.

Un poco más arriba, en la tribuna rehabilitada en 2020, tampoco hay consuelo: botellas, latas y envoltorios permanecen esparcidos, incluso después del paso de operarios de limpieza. La explicación, según el movimiento vecinal, es clara: nadie tiene asignado el mantenimiento de esa parte.

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La basura campa a sus anchas en lo que era la grada naciente del Estadio Insular. /AH

Baños clausurados y vigilancia mínima

El parque carece de baños públicos operativos. Solo hay una cabina portátil, colocada exclusivamente para uso del vigilante. Ese vigilante es, además, el único que recorre el recinto y solo lo hace en el turno de tarde.

Por la noche, personas sin hogar acceden con facilidad y pernoctan en rincones del parque. “Con un solo vigilante es imposible controlar todo esto”, lamenta Carlos Santana, presidente de la Asociación de Vecinos de Alcaravaneras. “Y el baño está cerrado porque ni Cabildo ni Ayuntamiento se ponen de acuerdo en quién debe encargarse”.

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Asentamiento improvisado de una persona sin hogar en el parque. /AH

Ruina institucional

El ascensor panorámico, instalado junto a la tribuna, nunca ha funcionado. Hoy está vandalizado, sin botones ni señal de vida. Tampoco se ha vallado su acceso. El parque infantil, por su parte, mantiene clausurada una zona desde hace tres años por desprendimientos desde un muro contiguo.

La imagen es la de un espacio que no solo ha sido olvidado, sino que nadie quiere gestionar. Los aparatos biosaludables que fueron retirados durante la obra de la tribuna siguen sin reponerse. Y cada lluvia convierte el parque en un barrizal, porque ni siquiera se instalaron rejillas para canalizar el agua.

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El botón del ascensor de la remodelada tribuna, según los vecinos nunca llegó a funcionar. /AH

Una promesa incumplida

Inaugurado como parque en 2015 con una inversión de 1,8 millones de euros, el recinto nunca ha tenido una gestión estable. “Fue una operación de imagen, sin planificación a largo plazo”, resume Santana. Y con el paso de los años, lo que debía ser ejemplo de recuperación urbana se ha convertido en símbolo del abandono compartido.

“Esto iba a ser el pulmón del centro de la ciudad”, dice el representante vecinal, “pero ahora es solo otro lugar donde nadie quiere mirar”.