Abel Martínez e Itziar Gutiérrez frecuentan desde hace tiempo la pista de patinaje ubicada sobre la estación de San Telmo, pero a lo largo de los últimos años han experimentado cómo el entorno se ha vuelto inseguro para que niños y adultos disfruten de su deporte favorito. Tanto la basura en el suelo como el aumento del vandalismo que han observado les complica usar el espacio con tranquilidad.
Él es entrenador del Gran Canaria Rollers, un club federado en el ayuntamiento de la ciudad capitalina, y el pasado sábado —cuando se disponía a dar clases a los alumnos de su academia privada— volvió a vivir una situación que se ha convertido en rutina. Tras llegar, más de lo mismo: se encontró con un botellín de cerveza roto por el que se habían desperdigado infinidad de cristales.
"Todo horrible"
Aunque intentó adecentarlo con la mejor de sus intenciones, no puede más. Lo habitual es que vaya con los chicos al Rincón, pero si hay un evento multitudinario por los alrededores aprovechan la explanada del Hoyo —como se conoce popularmente al intercambiador de guaguas—. El viernes fueron a echar una ojeada y vieron que estaba “todo horrible”, por lo que decidieron limpiarlo.
El problema les rebotó el sábado cuando se encontraron con que estaba aún peor que el día anterior. Asegura que a pesar de barrer, siempre quedan cristales con el riesgo que puede suponer si se produce una caída con los patines. “Que una pista como esa, a la que venía gente de todo el mundo a entrenar, la tengan en esas circunstancias, es una pena”, exclama Martínez en declaraciones a Atlántico Hoy.

"Estaba intratable"
Cuenta que los entrenamientos del Gran Canaria Rollers no solo se han visto afectados por la poca salubridad, sino también a causa del vandalismo. “Tienen que cambiar el horario y van antes porque a la hora de siempre [por la tarde-noche] estaba intratable, hay peleas, está fatal”, lamenta el deportista.
El inconveniente ha ido más allá al perder el único elemento de protección que tenían. Les llegaron a poner una valla porque la gente cruzaba y les resultaba difícil llevar a cabo los entrenamientos. “Nos la arrancaron”, rememora Martínez con pesar.

"No hay nadie"
Subraya que el vandalismo que ha surgido por los alrededores ha disuadido a las familias que iban con sus hijos los fines de semana por la mañana a disfrutar del buen tiempo. “Ahora no hay nadie”, afirma. “Al final dejan de ir porque ves la situación y no es agradable estar en un sitio donde te ves inseguro”, añade.
“A mí me da una pena enorme, ya no solo por nuestra actividad, sino porque he vivido en muchas ciudades de España y en ninguna he visto que tengan una cosa así abandonada”, reflexiona. No entiende por qué solo mandan a una limpiadora a la zona si desde el Ayuntamiento saben lo que ocurre. “Debe haber más civismo”, apostilla.

Presencia policial
Narra que es constante que haya gente pidiendo dinero o incluso los propios patines. “Es verdad que pasa policía y avisamos, pero no es suficiente porque vienen, hacen bien su trabajo, pero no pueden estar constantemente allí como si fueran guardias de seguridad, en cuanto se van vuelve a pasar lo mismo”, explica.
“No sé cuál es la solución del problema, lo que sí sé es cómo está la situación. Es un sitio muy bueno, muy bien hecho y que da pena verlo cómo se encuentra ahora”, asevera Martínez.
