El presidente del Partido Popular de Cataluña, Alejandro Fernández, ha visitado esta semana Gran Canaria para participar en el Foro Canarias. El dirigente alerta de que la negociación de la financiación autonómica está condicionada por las exigencias del independentismo y rechaza de plano una agencia tributaria propia para la Generalitat al considerarla “una estructura de Estado al servicio del separatismo”. En esta entrevista, sostiene que el procés no ha desaparecido, sino que “se ha extendido a toda España”, cuestiona el coqueteo del PSOE con la idea de una “España plurinacional”, augura problemas al PSC si Salvador Illa “sigue entregado al separatismo” y defiende la necesidad de una reforma constitucional que refuerce la unidad nacional. Además, reivindica la estabilidad de Canarias, respalda la posición de Manuel Domínguez ante la crisis migratoria y reclama una política europea firme en la gestión de los flujos que afectan a las islas.
[Pregunta] Las comunidades autónomas del Partido Popular han rechazado la propuesta del Gobierno sobre la nueva financiación autonómica. ¿Cómo valora esa oferta y hasta qué punto cree que está condicionada por los acuerdos con los partidos catalanes?
[Respuesta] Lo primero que quiero subrayar es que todas las comunidades autónomas aspiramos legítimamente a tener la mejor financiación posible. Cataluña, Canarias... Eso es evidente y es legítimo. Lo que no es legítimo es intentar hacer las cosas en solitario, al margen del resto y en función de los acuerdos particulares con unos pocos, como está ocurriendo ahora con el Gobierno de España y los partidos separatistas catalanes. La historia nos demuestra que es posible que todas las comunidades autónomas salgamos beneficiadas de un sistema de financiación. Eso pasó dos veces, en 1996 y en el año 2000, con acuerdos amplios que permitieron mejorar el conjunto del sistema, no solo a una comunidad concreta.
La pretensión del Gobierno de Cataluña y de los partidos separatistas de tener una Hacienda tributaria propia no solo no va a mejorar la financiación de Cataluña, porque habrá que financiar, en este caso, unos 4.000 empleados que pasarían a estar a cargo de la Generalitat, sino que además responde a la voluntad de crear lo que ellos llaman una “estructura de Estado”. Durante el golpe se dieron cuenta de que las grandes instituciones del Estado les frenaron: los secretarios municipales, los habilitados nacionales, los interventores, las fuerzas y cuerpos de seguridad, el poder judicial, la Corona, el Gobierno de España y también la capacidad coercitiva que tiene una Hacienda Tributaria ante quien incumple la ley. Por eso quieren una agencia tributaria propia, para actuar con absoluta impunidad.
Como catalán, deseo mejor financiación para Cataluña, igual que un canario desea mejor financiación para Canarias, solo faltaría. Pero deseo que los dos tengamos mejor financiación dentro de un sistema común. Lo que no quiero es que Cataluña disponga de una agencia tributaria propia porque ni es bueno para Cataluña y es terrible para España.
Usted sigue calificando lo ocurrido en 2017 como un golpe. Es cierto que ha bajado el nivel de tensión en la calle, ya no se ven contenedores ardiendo en Barcelona. ¿Sigue latente el proyecto separatista?
Sí, sigue absolutamente latente. Es verdad que ya no se queman contenedores en las calles de Barcelona. ¿Por qué? Porque se les ha dado a los separatistas todo lo que han pedido desde que el golpe fracasó. Pidieron los indultos, se les ha dado. Pidieron la supresión del delito de sedición, se les ha dado. Pidieron la amnistía, se les ha dado. Han pedido la expulsión de la Guardia Civil y la Policía Nacional de Cataluña, y se está ejecutando. Han pedido incumplir impunemente las sentencias lingüísticas educativas, y lo están haciendo.
Claro, así es normal que no haya contenedores quemados. Pero esa no es la manera seria de gestionar un conflicto político en un Estado de derecho. Eso no se llama distensión, eso se llama capitulación. Es una falsa distensión basada en conceder todo lo que el separatismo exige. La segunda cuestión es que el procés se ha extendido al conjunto de España. Hoy tenemos un presidente del Gobierno que ataca a los jueces como los atacaban Puigdemont y Torra, que ataca a los medios de comunicación que no le son serviles, como también hacían Puigdemont y Torra, y que es capaz de llamar a la rebelión callejera, como hizo Torra y como hizo Pedro Sánchez en la Vuelta Ciclista, prácticamente llamando a la gente al desorden público.
La crispación que había en Cataluña hoy está en el Congreso de los Diputados. Las ilegalidades constantes y manifiestas y el hecho de que todo acabe siempre en el Tribunal Constitucional es exactamente lo mismo que pasaba en Cataluña. Por lo tanto, es verdad que no se queman contenedores, pero la situación política está igual de envenenada que en 2017.
Con esa experiencia acumulada en Cataluña, ¿cómo se puede frenar la crispación política que vive hoy España, cómo se puede curar esa confrontación?
No es una cuestión de curar la crispación con discursos buenistas. Lo primero es cumplir la ley y la Constitución. Yo ni quiero ni me atrevo ni me parece legítimo decirle a alguien que se siente independentista que no tiene derecho a tener esas ideas. Lo tiene. Lo que le exijo, primero, es que respete que yo como catalán no las tenga, porque muchas veces no lo respetan. Y segundo, que acate que para sacar adelante esas ideas debe cumplir con la ley. No podemos caer en la trampa de una especie de falsa empatía, pensando que si se cede una y otra vez bajará el suflé.
La historia nos demuestra que cuanto más se les cede, más se envalentonan. En los meses previos al procés, si uno analizaba las competencias que tenía la Generalitat y las comparaba con 1980, eran muchas más competencias, mucha más financiación, mucho más control de los medios de comunicación públicos y del sistema educativo. Esa acumulación de poder no sirvió para rebajar el conflicto, sino para hacerlo más agresivo que nunca. Para mí hay una cuestión fundamental: cumplir la ley. A partir de ahí, cada uno tiene todo el derecho del mundo a defender las ideas que considere oportunas, pero cumpliendo la ley.
Los partidos separatistas han dicho que volverán a intentar la independencia cuando vean una “ventana de oportunidad”. ¿Cree que lo harán?
Ellos mismos lo están diciendo y convendría no tomárselo a broma. Uno de los grandes errores entre 2012 y 2017 fue pensar que iban de farol. No iban de farol. Lo intentaron de verdad, incluso con alianzas peligrosas con Vladimir Putin, que han sido denunciadas por la propia Comisión Europea. Jugaron muy duro para lograr la independencia. Ahora dicen que, cuando crean que pueden volver a tener una ventana de oportunidad, lo intentarán otra vez. No nos lo tomemos a broma. Es verdad que prometieron a sus bases que la independencia sería rápida y fácil y esa parte de su base social se siente engañada.
Ahora muchos de ellos están depositando su confianza en alguien que no gestiona el proceso, como Sílvia Orriols, pensando que esta vez sí les conducirá a la independencia. Es, en realidad, un autoengaño. Lo que pretenden ahora es que España se convierta en una confederación plurinacional, porque eso sería el reconocimiento del derecho de autodeterminación. Puede que ahora mismo no tuvieran interés en ejercerlo, porque electoralmente el independentismo no atraviesa su mejor momento, pero si tú legalizas el derecho de autodeterminación y de aquí a unos años vuelven a coger fuerza, podrán ejercerlo impunemente.
Por eso estamos tan preocupados con el flirteo del Partido Socialista y de Pedro Sánchez con la idea de la España plurinacional. La nación es España. Luego hay unas nacionalidades, que es la terminología que utiliza la Constitución, pero la nación solo es una y es España. Cataluña no ha sido una nación nunca y, si empezamos a jugar con esas categorías, abrimos la antesala jurídica y política para que ellos puedan acabar logrando la independencia.
En ese debate se cita mucho el modelo alemán de Estado federal. ¿Ve alguna analogía posible con España?
Esa es precisamente la teoría que utilizan algunos en el PSC. Hablan del “modelo alemán”, pero no lo explican entero. En el modelo alemán solo hay una nación. Hay unos Länder que están federados, pero la nación es Alemania y es indiscutible. Es más, los partidos separatistas están estrictamente prohibidos y nadie discute que Alemania sea una democracia de primerísima calidad. Por lo tanto, si alguien me viene con esa propuesta, que explique la propuesta completa: nación única, partidos secesionistas prohibidos, claridad institucional. Quizá entonces nos interesarían algunas de esas partes.
Ellos no están por un sistema federal para unir, sino para facilitar la división. Eso nunca va a tener nuestro apoyo. El federalismo históricamente ha ido de la disgregación a la unidad, no al revés. En Alemania había unos Länder que se federan y crean la nación alemana. No es la suma de no sé cuántas naciones que convierten Alemania en una confederación. Por tanto, esas trampas semánticas de cierta izquierda en España cuando habla del “modelo alemán” yo no me las trago.
¿Cree que hay que reformar la Constitución? ¿En qué sentido?
Yo creo que sí hay reformas necesarias, pero no para seguir disolviendo la nación española, sino para fortalecerla, unificarla y clarificar competencias. Hay que definir mejor qué competencias son del Estado, cuáles son de las comunidades autónomas y evitar la ambigüedad que en 1978 se dejó deliberadamente para facilitar el acuerdo. En aquel momento no fue un fallo, fue una herramienta para lograr un consenso histórico. Pero hoy vemos que, cada vez que ocurre algo, hay una pelea permanente por ver de quién es la competencia. Y la competencia solo la quiere todo el mundo cuando las cosas salen bien. Cuando salen mal, se la tiran unos a otros a la cabeza.
Esa ambigüedad tiene otro problema: cuando hay un conflicto competencial, acaba decidiendo el Tribunal Constitucional de manera excesiva. El Constitucional debe ser un órgano que arbitre y garantice el orden constitucional, pero no puede ser que en cada pequeño conflicto, como hay ambigüedad, el “Conde-Pumpido de turno” se convierta en el árbitro de toda la política española. Yo sí creo que se puede hablar de reforma constitucional, pero no para abrir la puerta a la autodeterminación ni para consagrar una España plurinacional, sino para clarificar el modelo autonómico y reforzar la nación española.
Ha mencionado a Aliança Catalana. ¿Se cree la ruptura de Junts con Pedro Sánchez o la ve como un gesto de cara a la galería ante el avance de Orriols?
Yo creo que quedó demostrado con la votación sobre las nucleares el otro día que la ruptura era todo atrezo y era todo mentira. Fue una representación. Conozco a los personajes implicados. Carles Puigdemont es un prófugo golpista que considera que España es un Estado fascista. A veces se nos olvida quién es. No es Miquel Roca. Es, repito, un prófugo de la justicia española, golpista, que considera que España es un Estado fascista y que insiste en que, si tiene la oportunidad, volverá a intentar un golpe similar. Por lo tanto, quien se quiera fiar de ese señor, que lo haga. Para negociar con golpistas ya tenemos a Pedro Sánchez. Yo, desde el minuto uno, no me he creído el farol que lanzaba Junts.
En un escenario catalán con Junts, ERC, Vox y Aliança Catalana, ¿cómo puede abrirse camino el discurso más moderado y constitucionalista del PP?
Cuando has visto cara a cara la práctica desaparición del Partido Popular en Cataluña hace cuatro o cinco años, aprendes algunas lecciones. La primera, no dar bandazos. La segunda, no volverse loco. La tercera, no intentar imitar a tus adversarios por miedo porque suben en las encuestas. Lo único que funciona, y por eso hemos recuperado y hemos pasado de 3 a 15 escaños, es, uno, firmeza absoluta en la defensa de los derechos y libertades de todos los catalanes, no solo de los nacionalistas. Dos, firmeza absoluta en la defensa del orden constitucional. Y tres, una oferta política que en Cataluña representa en solitario el Partido Popular: la del centro-derecha liberal y europeísta.
Apostamos por impuestos moderados, por la seguridad ciudadana, por la lucha contra la ocupación ilegal y por un cierto respeto a la propiedad privada que en Cataluña se está vulnerando repetidamente. Sí, somos el centro-derecha liberal clásico, y esa no es la ideología mayoritaria ahora mismo en Cataluña, es verdad. Pero es nuestra ideología y se ha demostrado que, si la defendemos con perseverancia y paciencia, puede llegar a tener un espacio político relevante.
Nuestros rivales que hagan lo que quieran, que digan las barbaridades que quieran. Ya sé que ahora las modas políticas son otras. Pero ¿quién se acuerda ahora de Podemos? ¿Quién se acuerda de Pablo Iglesias? Venían a comerse el mundo, a darnos lecciones de regeneración y limpieza, y luego ni siquiera en su ética personal estuvieron a la altura de sus principios proclamados. Aquí se trata de defender nuestro proyecto político con constancia, intensidad, serenidad y respeto institucional. Los resultados llegarán.
En un ambiente tan cargado, ¿es difícil no pasarse de frenada y no entrar en la lógica de la polarización?
Es evidente que a Pedro Sánchez le conviene la polarización, entre otras cosas porque lo ha reconocido. Su teoría de los muros es pura polarización. En su investidura vino a decir que había un muro con el PP y Vox a un lado y el resto al otro. Es la actualización de la teoría de las dos Españas salvajemente enfrentadas e irreconciliables. Es una idea que, con el ambiente como está, tiene adeptos, pero también es una idea que ha conducido a lo peor de la historia de España. Nosotros creemos que esa no es la manera de hacer política. Por lo tanto, no vamos a cambiar ni nos vamos a sumar a esa polarización calculada.
Yo, que he vivido algunos de los episodios más lamentables y agresivos del parlamentarismo occidental en los últimos 50 años, que se vivieron en Cataluña los días 6 y 7 de septiembre, tengo autoridad para decirlo. Y creo que incluso mis adversarios me reconocen que no he insultado nunca a nadie en mi trayectoria política, ni siquiera cuando me han insultado. Es perfectamente compatible defender con firmeza y convicción tus principios y valores y, a la vez, mantener el decoro, el respeto y una cierta elegancia institucional.
Cuando algún barón autonómico del PP opina sobre Cataluña y su discurso agita al independentismo, ¿cómo lo encaja usted como líder del PP catalán?
Entre 2006 y 2010, en los años del debate estatutario, hubo alguna declaración de algún compañero que chirrió y que luego fue rectificada y disculpada. Eso es cierto y conviene reconocerlo. Pero lo que me he encontrado en estos últimos años es apoyo y reflexiones que yo podía compartir. La idea de que todas las comunidades autónomas tenemos derecho —yo como catalán, vosotros como canarios— a pedir una mejor financiación no se la puedo reprochar a un compañero. Si lo hiciera, es que me habría convertido en nacionalista, y no lo soy. No tengo la sensación de que se hayan dicho barbaridades recientes desde el PP nacional que nos hayan perjudicado gravemente en el discurso político en Cataluña. Y si pensara lo contrario, sería sincero y lo diría.
El PSOE ha perdido feudos históricos como Andalucía o Extremadura, pero mantiene una gran fuerza en Euskadi y Cataluña. De cara a las próximas generales, ¿será Cataluña un campo de batalla clave para Feijóo y para el PP?
Evidentemente. Y, afortunadamente, con los números que hoy registramos en todas las encuestas, Cataluña ya no es un agujero negro para el Partido Popular a nivel nacional, como lo había sido en los últimos años, cuando estuvimos a punto de desaparecer. Estamos en porcentajes de voto que se acercan a los mejores de nuestra historia. Luego habrá que consolidarlos cuando lleguen las elecciones, por supuesto. Es verdad que Cataluña ha sido históricamente un feudo del PSC. En las primeras elecciones democráticas, arrasaban en las generales, en las municipales, tenían los ayuntamientos de prácticamente todas las grandes ciudades catalanas, las diputaciones, los consejos comarcales, todo. El PSC siempre ha sido un partido muy importante en Cataluña, como el PP lo es en Galicia, en la Comunidad de Madrid o en Castilla y León.
Ahora bien, el PSC también se ha hundido en algunas etapas por haber engañado y timado a sus electores. Pascual Maragall tuvo 56 diputados. Hoy Salvador Illa tiene 42. No es el mejor resultado de la historia del socialismo catalán. Y pasaron de esos números a 15 escaños en muy pocos años por sus contradicciones y sus pactos con el nacionalismo. Estoy convencido de que, si Salvador Illa sigue pactando todo con el separatismo, como ha hecho en este año y medio que lleva de presidente de la Generalitat, le acabará pasando lo mismo que a Maragall: terminará hundiendo al Partido Socialista en Cataluña.
En este escenario, ¿sería descabellado pensar en acuerdos de Estado entre PSOE y PP, tanto a nivel nacional como en Cataluña?
Quien ha rechazado una y otra vez esa posibilidad, tanto a nivel nacional como autonómico, ha sido el Partido Socialista. Alberto Núñez Feijóo llevó en campaña un documento a Pedro Sánchez que, básicamente, decía que los dos grandes partidos respetaríamos al que quedara primero y le daríamos apoyo para la investidura, para evitar que los extremos tuvieran la llave de la política española. Feijóo se comprometía por escrito a apoyar una investidura del PSOE en el caso de que el PSOE fuera la fuerza más votada. Sánchez dijo que ni hablar, que prefería pactar con Batasuna y con los independentistas.
En Cataluña, con modales más exquisitos, porque Salvador Illa es una persona educada, eso es indiscutible, la posición es la misma. Me reuní con él inmediatamente después de las elecciones y me vino a decir: “Alejandro, quiero tener una buena relación personal contigo, pero que sepas que mis socios son Esquerra Republicana y los comunes. Y Junts, para otras cosas. Estos son mis socios”. Por lo tanto, tendremos una relación educada, pero estamos en bandos distintos. Ya me gustaría a mí que existiera el Partido Socialista que usted describe, dispuesto a grandes acuerdos de Estado. Pero hoy por hoy ese PSOE no existe.
Volvamos al principio: la solidaridad en el Estado. Canarias vive una situación muy complicada con la migración y muchas comunidades no quieren acoger menores migrantes. ¿Cómo ve usted, desde Cataluña, la posición de Manuel Domínguez y la gestión de este fenómeno?
Lo primero que veo en Canarias es que, gracias a un Partido Popular responsable, hay un gobierno estable. Ya me gustaría que en Cataluña hubiera la estabilidad que se ha logrado en Canarias. En ese sentido, Manuel Domínguez tiene toda mi comprensión y todo mi apoyo, porque creo que lo que hace es defender los intereses de los canarios en el marco de un proyecto nacional, y eso me parece absolutamente intachable. Dicho esto, creo que la situación que se vive en Canarias con la migración no es solo un problema canario, es un problema español y europeo que se tiene que gestionar con mucha más determinación desde la Unión Europea. Y creo que no se ha hecho con la suficiente energía. Es un tema que afecta a la seguridad común y a la relación estratégica entre Europa y África. Es una gran política europea que no se está resolviendo adecuadamente.
Lo que tenemos en Cataluña es distinto: un porcentaje muy alto de inmigración ilegal de origen magrebí, que no tiene prácticamente ninguna otra comunidad, salvo Murcia y alguna provincia andaluza. Eso genera tensiones de convivencia y problemas de seguridad ciudadana. Pero son realidades diferentes. No creo que haya que vincular mecánicamente lo que ocurre en Canarias con lo que ocurre en Cataluña. El problema de las llegadas a Canarias se tiene que resolver desde el Gobierno de España y desde las instituciones europeas, y no convirtiendo a las comunidades autónomas en una especie de competición para ver quién se queda y quién no se queda con los menores migrantes. Eso no se está gestionando bien por parte del Gobierno de España.
Canarias y Cataluña comparten un motor económico clave: el turismo. Las islas intentan diversificar su economía tras el “cero turístico” de la pandemia, pero sin renunciar al sector. ¿Qué cree que puede aprender Cataluña de Canarias en este ámbito?
Yo no conozco la realidad de Canarias en profundidad, pero hay algo que me gusta de aquí. Cataluña y Canarias tienen pocas cosas en común salvo, efectivamente, un sector turístico muy potente. Y aquí, aunque me dicen que empieza a haber algunos episodios, no he visto todavía el nivel de turismofobia que hemos visto en Cataluña. Una cosa es que tenga que haber equilibrio económico y que el turismo genere externalidades negativas que hay que moderar y gestionar. De acuerdo. Pero si obviamos la evidencia de que el turismo es una de las grandes fuentes de riqueza en Canarias, en Cataluña y en toda España, estamos haciendo una política autodestructiva.
En Cataluña hay sectores de la izquierda que se quejan de los salarios en el turismo, pero olvidan que para muchísima gente joven la primera oportunidad laboral es precisamente trabajar en el sector turístico, quizá como camareros, y que sus primeros ingresos vienen de ahí. No van a ser técnicos del MIT de la noche a la mañana. El turismo genera empleo y genera riqueza, y las externalidades negativas deben corregirse con buena regulación, no demonizando el sector. Creo que Cataluña y Canarias debemos ir unidas en la defensa de un turismo de calidad, sostenible, pero reivindicando sin complejos un motor económico absolutamente indiscutible para nuestras sociedades.
